UNA PESADILLA
Mario se sentó en su sofá a altas horas de la noche viendo la telebasura que hacen a esas horas, estaba solo, con la mesa llena de botes de cerveza y sobras de comida de esa y las anteriores noches. Cogió el último cigarro del paquete de tabaco. – Mi último cigarro- dijo mientras lo encendía. - Hace poco tuve un sueño, más bien una pesadilla, o eso creo- dijo tirando el humo espeso y gris al dar la primera calada de su último cigarro.
Estaba en ese mismo sofá como todas las noches, viendo la mierda que hacen en la tele. Le entró sed, cogió un bote de cerveza de la mesa y bebió lo poco que quedaba, después le entró hambre, pero en la mesa solo había sobras, nada decente que llevarse a la boca, se levantó del sofá y fue a la cocina.
Abrió la nevera, solo había una pizza caducada de hace unos días, pero siempre le dan un margen de tiempo para la gente como él. Desde el accidente de sus padres la nevera nunca volvió a ser lo que era. Sacó la pizza, no olía mal, pensó en ponerla en el horno, pero desde la última vez no funcionaba, salta el automático, la puso en el microondas, -con diez minutos bastarán- dijo Mario. Al finalizar la cuenta atrás del microondas se fue la luz de su casa. – Genial- dijo mientras encendía su mechero para buscar una linterna del cajón de la mesa de la cocina.
Fue al cuadro general para volver a activar la luz pero no funcionaba, volvió a la cocina para cenar a oscuras iluminado por una vieja linterna. Cogió un cuchillo y cortó la pizza que devoró rápidamente hasta que escuchó unos extraños ruidos que venían desde el salón, no sabía que era, quizá fuese el viento, pero las ventanas estaban cerradas, se asustó, cogió la linterna y el cuchillo que tenía restos de pizza y fue al salón.
Alumbrando con su linterna pudo ver algo moverse, era grande y oscuro, no sabía que era, pero era algo. – ¡Sé que estás ahí! ¿Quién eres? ¡Da la cara!- gritó asustado con la voz temblorosa, mientras lo alumbraba con su linterna, este se dio la vuelta y Mario vio su cara. Era un esqueleto vestido con una túnica negra, con una guadaña en una mano y con una voz rasgada y profunda como de ultratumba dijo – Soy la muerte y he venido a llevarte conmigo-. Mario no se lo podía creer, cayó al suelo descompuesto al ver a la temida muerte a solo unos pocos metros de él.
La muerte continuó hablando - sé lo que estás pensando... ¿por qué yo? no es justo… ¡Tonterías! tu vida ha llegado a su fin, la verdad es que nunca te ha importado, has desaprovechado todo el tiempo que se te ha dado, has estado los últimos años de tu vida encerrado entre estas paredes, has olvidado a las personas y ellas te han olvidado a ti, tu muerte no cambiará nada. -¿He muerto? ¿Pero cómo? – dijo Mario mirando a la parca a sus oscuras cuencas de los ojos que emitían un leve brillo en toda esa oscuridad. La muerte soltó una grotesca carcajada para decir - Has muerto por comer comida caducada. Podrías haber bajado a la calle a comprar algo en la tienda y conocer a la dependienta, pero elegiste quedarte en la soledad de tu casa, sin moverte de ese sofá. No tienes a nadie. Te pudrirás en este salón durante semanas como esa comida en tu nevera, solo te descubrirán cuando la peste de tu cadáver en descomposición llegue a las narices de tus vecinos. Nadie visitará tu tumba.
La Muerte tenía toda la razón, pero Mario pidió un poco de clemencia -Por favor, no me mates. Déjame seguir viviendo, cambiaré, de verdad, haré lo que quieras, pero por favor no me mates.- le dijo a la insobornable muerte. –Ya has muerto. Este es mi trabajo, no eres el primero y tampoco serás el último que llevo conmigo, tú has elegido tu propia suerte. – contestó la muerte mientras acercaba su gran guadaña al cuello de Mario para llevarse su alma. Mario estaba agonizando, recordó su infancia en un instante, lleno de lágrimas lo vio claro, aún tenía una opción, en su mente surgió una valiosa idea. Metió sus dedos en su boca para provocarse el vómito, mientras la muerte gritaba con su oscura voz - ¡No! ¡No lo hagas! Mario sonrió mientras vomitaba la pizza caducada que había ingerido hace unos minutos. La muerte se desvaneció. Se limpió los restos de vómito con su camiseta. La luz volvió a activarse.
Mario se sentó en su sofá a altas horas de la noche viendo la telebasura que hacen a esas horas, estaba solo, con la mesa llena de botes de cerveza y sobras de comida de esa y las anteriores noches. Cogió el último cigarro del paquete de tabaco. – Mi último cigarro- dijo mientras lo encendía. - Hace poco tuve un sueño, más bien una pesadilla, o eso creo- dijo tirando el humo espeso y gris al dar la primera calada de su último cigarro.