Hola
Yo todavía tenía la obra en borrador. Asi que la cuelgo asi para que entre todos la charlemos.
Como si se la estuviera contando.
Aquí vivió Aleister Crowley. Versión 0 (oculta en spoiler)
Aquí vivió Aleister Crowley. Versión 1 (Primera Corrección)
Aquí vivió Aleister Crowley
Día como todos, gris como todos, Juan se dirigía, como todos los mediodía a su trabajo.
¡BROUMMM!
Un trueno, el viento empieza a soplar mas fuerte. Se viene la tormenta.
Juan, que por supuesto no tiene paraguas, empieza a correr.
Pero...
Justo en ese momento, Liliana, abre su paraguas sin mirar, golpeando a Juan que tropieza y se cae en la vereda. Patoso y mojado se levanta, mientras empieza un insulto que termina en un
-Por los cuernos de un toro rojo, al ver que era una chica. Y al ver sus ojos verdes y sus largos cabellos negros se queda mudo totalmente.
Ella se deshace en disculpas, que esta distraída porque tiene en la cabeza la pelea reciente con su novio, que esta deprimida, que por eso su amiga, que es su profesora de dibujo, la había obligado a venir al museo.
-Ah, claro, esto es un museo... dijo Juan cuando ella paró a respirar.
Nunca había entrado, siempre lo veía extrañado porque era una casa muy extraña de raras formas y extravagantes estatuas en sus paredes. Tenía un cartel que avisaba “Aquí vivió Aleister Crowley”.
Juan no lo conocía, pero sospechaba que tenía algo que ver con el terror, porque hoy era Halloween y estaba lleno de gente y muchos en la cola, para entrar, estaban disfrazados.
-¿Y porqué este museo?
-Tiene unas pinturas, dice mi amiga, que tienen mucho que ver con mi estado de ánimo...
-Ah, por la pelea con tu novio y entonces, como para compensarme de la caída, mirá como estoy todo mojado y lleno de barro, ¿que te parece si me acompañas esta noche a una fiesta de Halloween?. Y a que estas de un humor sombrío es la mejor solución...
-NO, no se... dice ella dudando.
-¿Y ver los cuadros?. ¿Me haces de guía?
-NO, eso si que no, mi amiga es muy estricta, ni siquiera querría que te hablara.
-Entonces, la fiesta, le dijo Juan, sonriendo... Sabiendo que su sonrisa era su mejor arma.
-Bueno (resopla) llámame esta noche y vemos. Le da un papelito con el TEL.
-Vemos no, vamos... le dice Juan mientras ella corre junto a su amiga.
Al quedarse solo, Juan, dudó, ya estaba llegando tarde al trabajo, pero ella era tan bella que quería verla un rato más, aunque fuera de lejos. Así que entró en el museo.
Estaba repleto de gente por lo que quedó muy atrás. El guía del museo, un muchacho joven y flaquito, con una cara llena de granos, esta explicando que esta era la casa y el taller donde trabajaba Yánez de los Ríos, famoso pintor de principios del siglo XX.
Además de haber pintado retratos de lo mas granado del Buenos Aires de la época, era famoso por sus estudios esotéricos y espiritistas. Alrededor de 1920, estuvo viviendo aquí con él, el ocultista inglés Aleister Crowley, fundador de la secta Golden Dawn, ese que inspiró “Escalera al cielo” el tema del grupo Led Zeppelin...
Esto fue un secándolo para la sociedad pacata de la época. Se decía que adoraban al diablo y que practicaban el amor libre, lo que era peor que ser satanísta para las damas de sociedad.
La gente se rió...
Y este edificio, que uds. vieron desde afuera, fue construido por otro alquimista uruguayo, el arquitecto Humberto Pittamiglio. La construyó para que tuviera la forma de un barco, porque decía que navegábamos hacia ese mar infinito que es la muerte... Y los ángeles y gárgolas que decoran los jardines y terrazas representan las luchas del hombre contra la maldad ( o a favor de la maldad.
Por dentro tiene formas medievales, llenas de laberintos y recovecos.
Vamos ahora, a descender al sótano.
Juan alcanzó a Liliana y le guiño un ojo, ella caminó mas rápido, poniéndose colorada.
-Cuenten los escalones, decía el guía, son los mismos que los que Dante tiene que descender para bajar al infierno, según la Divina Comedia. Ven aquí hay frases de la misma talladas en las paredes.
Al llegar al sótano, vieron que era enorme. Las paredes estaban cubiertas por espesos cortinados rojos. No había luz eléctrica y la iluminación provenía de esas antorchas modernas, llenas de aceite, que ardía con llamas desiguales.
-Aquí abajo, solemos quemar incienso y otras hierbas aromáticas, Yánez decía que así se alcanzaban estados superiores de conciencia, que eran necesarios para ver sus cuadros.
En ese momento, con una palmada del guía, cayeron los cortinados
Además de un cuadro que representaba a Aleister Crowley y que parecía presidir la sala, era un ser brutal y lujurioso, perfectamente captado por el pintor, con sus brazos cruzados, musculosos, su cara angulosa y esa boca lujuriosa y sádica, había una serie de cuadros uno mas impresionable que el otro.
Todos enormes, todos de muertes y sacrificios. Vírgenes sacrificadas
Allí estaba Cthulu con su ciudad de ángulos imposibles, acercándose a una rubia que grita horrorizada con el Necronomicón a sus pies, en otro sector estaban Moloch, Baal, Astarthe
Brujas en la hoguera, mujeres en el potro de tortura... Una morocha de ojos verdes siendo sacrificada por un sacerdote azteca.
Un sombrío monasterio medieval, con sus torres como agujas, donde una fila de sacerdotes templarios rendían culto a Baphomet, su demonio dios todopoderoso y devoraban viva a una mujer. El rojo de las cruces en sus pechos era de un color tan brillante, la sangre era tan brillante... parecía todo tan real, todo como si acabara de ser pintado...
-Los cuadros fueron pintados por Yánez en 1922, junto con Aleister Crowley, que, se dice, le preparaba los pigmentos con una antigua receta medieval que había encontrado en extraños pergaminos que había encontrado en un olvidado monasterio italiano. Aleister Crowley muere en 1947 y un poco después desaparece Yánez, en medio de fuertes rumores.
A Juan, que no estaba preparado para tanto humo y tanto dolor, empezó a descomponerlo.
Le hizo gestos a Liliana y se preparó para salir a la calle. Pero al darse vuelta, le pareció ver alguien que espiaba detrás de un cortinado, y que miraba a Liliana. Una mirada cargada de lujuria... Pensativo, salió a la tarde... En el trabajo, toda la tarde sonreía y nadie entendía nada.
A la noche llamó a Liliana. Impaciente por verla de nuevo, pensando en sus ojos verdes.
Lo atendió el padre y le dijo que no había vuelto. Probá a llamarla a lo del novio, le dijo el padre, intencionadamente. Juan le confesó que la había visto en el museo con la profesora y que le dijo que se habían peleado, por eso la había invitado a una fiesta de Halloween que hacían unos amigos de la facultad.
El padre que no sabía nada, se quedó extrañado...
Juan no se preocupó, supuso que Liliana se olvidó de la promesa de ir juntos a la fiesta de H. Él se había quedado impresionado con ella, pero no podía jurar que a ella le pasara lo mismo.
Al rato, recibió la llamada del padre de L, que estaba muy preocupado. Había llamado al novio y efectivamente se habían peleado y sabía que Liliana iría al museo con la profesora. También llamó a la casa de ella pero tampoco había vuelto y el marido estaba asustado, ella no era de hacer eso, hacía horas que debería haber vuelto a su casa.
Juan quedó muy preocupado. ¿Que podría hacer él? Medio que el padre se lo recriminaba Decidió volver a donde las había visto, al museo. Iban a hacer un trabajo sobre los cuadros tal vez se quedaron charlando y se les pasó la hora...
Pero el museo estaba cerrado y a oscuras. Juan estuvo mirando por los ventanales pero no se veía a nadie.
Ya se iba pero le pareció ver un reflejo, como si una gota de sangre se resbalara por la cara de una de las gárgolas. Sí, se veía luz que venía del sótano donde estaban los cuadros.
Tal vez no era nada, pero Juan estaba muy preocupado. Sabía que podía ser que Liliana se hubiera enganchado con el guía y estuviera en situación comprometida (¿Con un tipo con tanta cara de idiota?). Sabía que no era la primera vez que invitaba a una chica para ver como se le iba con otro...
Desesperado, sin pensar en las consecuencias, tomó una piedra, rompió un vidrio y abrió la ventana, pensando que iba a sonar la alarma. Ya se arreglaría con la policía si no era nada, pero también podría ser que llegado el caso la necesitara, las páginas de los diarios estaban llenas de violadores y asesinos y el guía tenía cara de facineroso. Pero no sonó ninguna alarma, extrañado pensó que tanta gárgola asustaría a los ladrones y protegería el museo. Entró lentamente y se dirigió al sótano.
Bajó por las escaleras tratando de no hacer ruido. Igual pensaba que los latidos de su corazón se escucharían a varias cuadas de distancia. Apagado, se escuchaba un cántico, una letanía, constante y blasfema.
Juan va a entrar en el sótano, pero alguien lo ataca... es el guía del museo que lo golpea, ya lo sospechaba. Trata de defenderse, toma un inmenso jarrón, resulta pesadísimo, tal vez fuera de cobre y consigue golpearlo con él en la cabeza pensando que se rompería y lo dejaría sin arma. El ruido es espantoso, la cabeza del guía se balancea. Pero el jarrón no tiene ni un rasguño. Juan observa que desmayado, el guía tiene todavía más cara de pajarón.
Y dentro del sótano lo esperaba un horror mayor que el esperado.
Al horror de los cuadros se le sumaba una sombra...
Debían de haber quemado otras hierbas porque todo estaba lleno de un humo espeso y rojizo.
Era la sombra de un hombre, enorme, que vestido con una túnica, estaba de espaldas Junto a una especie de altar de piedra negra, de él salía la voz cascada que cantaba. La túnica de vivos colores, con bordados de figuras blasfemas y heréticas, parecía bailar entre los reflejos de las antorchas. Apenas cubría semejante corpachón, media como dos metros y un aura malvada se desprendía de su ser.
Nuevas sombras se le unen, con túnicas doradas y capuchas negras, parecen Ángeles de muerte. Saltan y bailan desenfrenadamente. La cantinela se acelera y se hace enloquecedora
Acostada en el altar, lista para el sacrificio, estaba Liliana, la túnica de ella era de color blanco, casi como el de su piel y se le pegaba al cuerpo. Parecía haber llorado largo rato, una mueca de dolor todavía cubría su rostro. Esperaba el sacrificio como las mujeres de los cuadros. Pesadas cadenas lastimaban su piel, rojos cardenales cubrían sus brazos. Apenas se la veía respirar pero que estuviera viva llenaba de esperanzas al pobre Juan.
Las otras sombras arrastraban a la profesora, que gemía medio inconciente.
En ese momento, el sacerdote gira y lo ve... Una mueca atroz cubre su cara. El horror invadió a Juan que vacila sin poder creer lo que esta viendo,¿De donde puede surgir tanta maldad, tanta blasfemia oscura?
Un murmullo sale de la boca de los esbirros. Huelen sangre...
Juan, se dio cuenta que el sacerdote era el que estaba espiando esta mañana cuando recorrían el museo. Un escalofrío recorrió su espalda
Ese hombre parecía Aleister Crowley. No podía ser, el guía dijo que murió en 1947, pensó Juan. Comprendió que a pesar de que era tan corpulento como Crowley, su cara era igual de angulosa, pero no era Aleister Crowley... era como si la cara de otra persona estuviera tratando de imitar la cara de Crowley, la cara del retrato, como si otro cuerpo estuviera contenido dentro de él. Se veía como si una persona distinta se transparentara dentro de su piel.
Y gritaba y gesticulaba... decía antiguos encantamientos y frases blasfemas...
Ph´nglui mglwinafh
Lhutchu
R´lyeh anwg fhtagn
wgah´nagl fhtagn
Lhutchu
mynngah
Faaris perctha.
Las otras sombras le hacían coro y le respondían. Todos señalaron al intruso. Una risa histérica llenó el aire, ya bastante enrarecido por el humo y el sudor de tantos seres.
Juan, entró como una tromba. Llevado por el impulso llegó hasta el sacerdote sin que nadie lo detuviera, levantó el jarrón y le pegó con él en el inmenso pecho del falso Crowley... pero no le hizo nada. El jarrón tan duro y pesado que ni se había mellado con la cabeza del guía ahora se hacía pedazos al golpear el pecho del falso Crowley.
Que fuerza...
Y cuanto salvajismo. Lo golpeó a Juan con sus grandes puños, dejándolo sin respiración, y eso que casi ni lo tocó. Y volvió a golpearlo, antes de que Juan pudiera reaccionar.
Las sombras miraban, adorando al sacerdote, sintiendo todo el poder que de él emanaba. Sus cantos se elevaron de tono y se hicieron estruendosos.
Fijaban sus ojos en Juan como cuervos que paladean un festín. Festín de carne muerta y putrefacta. La muerte cercana los excitaba, giraban de un lado para el otro
Como si nada, el sacerdote, lo levantó, regocijándose en el dolor que le producía y lo arrojó contra la pared como si fuera una polilla que le molestaba. Profiriendo oscuras amenazas contra nuestro lastimado héroe...
Los adlateres reían y coreaban los oscuros cánticos,
Ahí, envalentonado el falso Crowley, riéndose con los otros malvados sacerdotes, le contó a Juan, caído y mareado, que él era el pintor amigo de Crowley, Yánez de los Ríos, que juntos habían pintado estos cuadros hace 93 años y que oscuros dioses le habían dado vida eterna a cambio de un sacrificio anual en Halloween, donde bebería la sangre de una mujer de ojos verdes y con esa misma sangre repintaría los cuadros donde los dioses brillarían con todo su esplendor... Dioses que estaban expectantes con su vuelta cercana a la Tierra, superado el exilio de millones de años... Apocalíptico regreso profetizado por Crowley.
Juan tozudo, trata de levantarse, pero claudica, Crowley se ríe, se sabe muy superior. Los esbirros aúllan, ven que la victoria esta cerca, que se acerca el tan ansiado sacrificio.
La sangre, que cae de los ojos de Juan casi le impide ver que Liliana trata de liberarse y correr a su encuentro, que trata de ayudarlo o, por lo menos, morir a su lado. Eso le da las fuerzas que ya no tenía. Debe defender esos ojos verdes.
Juan se toma de una de las antorchas para poder pararse. Una idea le viene a la mente.
Adivinando la intención, Crowley se para con los brazos en jarras, desafiante... esperando que Juan le tire la antorcha, seguro que nada puede hacerle. La apagará con un soplido
Pero Juan tiene otra idea... la arroja contra los cuadros... el aceite se derrama sobre ellos y empiezan a arder...
El falso Crowley grita, empieza a encogerse, arrugarse... Los 93 años se le vienen encima... recuperando su cuerpo, encontrando su muerte.
Juan corre a liberar a Liliana y a la profesora, que estaba tirada en el piso. Los esbirros tratan de salvar los cuadros pero las llamas son mas fuertes, se elevan majestuosas e incontenibles.
Nuestros héroes se escapan del museo que, ahora, empieza a arder descontroladamente.
Liliana empieza a recomponerse.
El color de las llamas se refleja en sus ojos verdes y les da un brillo sobrenatural.
Juan esta enamorado, tan enamorado que no nota que ahora el rostro de Liliana, más anguloso, tiene un curioso parecido con el cuadro de Aleister Crowley.