Halloween Tales 2013. Taller Literario Pulp dirigido a escritores, correctores y críticos. Bases de la convocatoria: Convocatoria Halloween Tales 2013
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nueva version de A C Vivió aquí

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11 years 1 month ago #1976 por fantasmacaligari
Les dejo otra versión.
Ya se que estoy fuera de tiempo pero me interesaría saber sus opiniones.


Aquí vivió Aleister Crowley

Espero y espero.
Había quedado con mi novia Liliana, en pasarla a buscar por la casa después del trabajo para ir a una fiesta de Halloween. Nuestra primera fiesta de Halloween.
Su departamento esta frío sin ella, no me dejó ningún mensaje ni nada. La llamo al móvil y lo tiene apagado, que raro, pienso.
Bueno, había traído una botella de vino con la esperanza de brindar un poco y ponernos cariñosos antes de la fiesta, pero parece que tendré que esperarla. En fin, me tomaré una copita y mientras me veo alguna de las tantas películas de terror que pasan hoy en la tele.
-Uh, justo están dando “La novia de Frankestein”, una de mis preferidas, así vale la pena esperar...-
Pero la película avanzaba y ella no llegaba. Llamé a su trabajo, el museo ese tan tenebroso donde trabaja pero nadie me contesta y el móvil sigue apagado. Ella es antropóloga y hace allí su doctorado, así que seguramente estará concentrada en alguna obra y se olvidó de la fiesta.
Juntando valor, tomé las llaves de repuesto que tiene del museo y me fui para allí. Tantas pelis de terror me habían sugestionado y el museo ya me asustaba en días normales, mucho mas en una noche de Halloween.
Pero, ahí la conocí, en la puerta del museo (o la Casa Extraña, que le decíamos en el barrio).
Yo pasaba y de repente veo un torbellino de ojos verdes, enfundado en un vestido más verde todavía. Vestido que se movía de una manera muy interesante, era corto y sin mangas, de una tela que acompañaba su bamboleo.
Entró en la Casa Extraña y tuve que seguir esos ojos tan verdes.
Resultó que era un museo sobre un pintor de principios del siglo XX, pero que además tenía un cartel muy intrigante. “Aquí vivió Aleister Crowley” decía.
Al hombre éste, yo lo conocía como un ocultista inglés, famoso por las perrerías que hacía ¿Que habría estado haciendo en Buenos Aires, me pregunté? Y en una casa tan funambulesca. Con formas muy raras y extravagantes estatuas en sus paredes. Entré, tenía que conocer a esa mujer.
Estaba repleto de gente por lo que me quedé muy atrás, casi perdiéndola de vista, me dio la impresión que trabajaba allí, no que estaba en una visita como yo, así que siempre podría alcanzarla en algún recoveco. El guía del museo, un muchacho joven y flaquito, con una cara llena de granos, estaba explicando que ésta era la casa y el taller donde trabajaba Yánez de los Ríos, famoso pintor de principios del siglo XX.
-Además de haber pintado retratos de lo más granado del Buenos Aires de la época, era famoso por sus estudios esotéricos y espiritistas. Alrededor de 1920, estuvo viviendo aquí con él, el ocultista inglés Aleister Crowley, fundador de la secta Golden Dawn, ese que inspiró “Escalera al cielo” el tema del grupo Led Zeppelin- decía el guía, recién ahí lo reconoció la mayoría de la gente ¿Jimmy Page es más famoso que Cristo?
-Esto fue un escándalo para la sociedad pacata de la época. Se decía que adoraban al diablo y que practicaban el amor libre, lo que era peor que ser satanísta para las damas de sociedad.-
La gente se rió...
-Y este edificio, que uds. vieron desde afuera, fue construido por otro alquimista uruguayo, el arquitecto Humberto Pittamiglio. Lo construyó para que tuviera la forma de un barco, porque decía que navegábamos hacia ese mar infinito que es la muerte, y el ángel que está en la proa figurada de este barco, tiene una antorcha, porque es el que nos ha dado la luz, un ángel rebelde que se llamaba Lucifer. Pero no es el único ángel perdido entre tantas gárgolas que hay en el techo, justo en el centro hay una estatua de uno con el rostro anguloso, se llama Aiwass y es el ángel de la guarda de A.
Y los ángeles y gárgolas que decoran los jardines y terrazas representan las luchas del hombre contra la maldad (o a favor de la maldad).
¿Yo me quedé pensando, donde se van los Ángeles de la guarda cuando uno se muere?
-Por dentro tiene formas medievales, llenas de laberintos y recovecos, con los arcos de medio punto, como manos que oran a dioses desconocidos.
-Vamos ahora, a descender al sótano.-
-Cuenten los escalones, decía el guía, son los mismos que los que Dante tiene que descender para bajar al infierno, según la Divina Comedia. Ven aquí hay frases de la misma talladas en las paredes.-
Al llegar al sótano, vimos que era enorme. Las paredes estaban cubiertas por espesos cortinados rojos, Liliana estaba parada contra uno de ellos. No había luz eléctrica y la iluminación provenía de esas antorchas modernas, llenas de aceite, que ardía con llamas desiguales. Que linda que estaba, ahí parada, con los reflejos rojizos en su vestido verde.
-Aquí abajo, solemos quemar incienso y otras hierbas aromáticas, Yánez decía que así se alcanzaban estados superiores de conciencia, que eran necesarios para ver sus cuadros, para poder entender todo lo que quería decir con sus cuadros.
En ese momento, con una palmada del guía, Liliana hizo caer los cortinados al piso.
-Oh.- Nos sorprendimos todos. No sabíamos que horror mirar primero, o si cerrar los ojos y esperar a pasar a otra sala.
Además de un cuadro que representaba a Aleister Crowley y que parecía presidir la sala, Yo que no le conocía la cara ví que era un ser brutal y lujurioso, perfectamente captado por el pintor, con sus brazos cruzados, musculosos, su cara angulosa, tan parecida al ángel Aiwass, y esa boca lujuriosa y sádica, había una serie de cuadros, uno mas impresionante que el otro.
Todos enormes, todos de muertes y sacrificios. Vírgenes sacrificadas y seres fantásticos y sufrientes.
Allí estaba Cthulu con su ciudad de ángulos imposibles, acercándose a una rubia que grita horrorizada con el Necronomicón tirado a sus pies, en otro sector del cuadro estaban Moloch, Baal, Astarthe.
Brujas en la hoguera, mujeres en el potro de tortura... Una morocha de ojos verdes siendo sacrificada por un sacerdote azteca, adornaban las paredes.
El mayor y el mas impresionante de los cuadros, era un sombrío monasterio medieval, con sus torres como agujas, donde una fila de sacerdotes templarios rendían culto a Baphomet, su demonio dios todopoderoso y devoraban viva a una mujer. El rojo de las cruces en los pechos de los monjes era de un color tan brillante, la sangre era tan brillante, parecía gotear de sus dientes. Parecía todo tan real, todo como si acabara de ser pintado...
-Los cuadros fueron pintados por Yánez en 1922, junto con Aleister Crowley, que, se dice, lo ayudaba preparando los pigmentos con una antigua receta medieval que había encontrado en extraños pergaminos que había hallado en un olvidado monasterio italiano.
Aleister Crowley muere en 1947 y un poco después desaparece Yánez, en medio de fuertes rumores y sospechas de oscuros crímenes.
Yo que no estaba preparado para tanto humo y tanto dolor, empecé a descomponerme.
Volví a la planta baja y esperé a Liliana. Pero al darme vuelta, para subir, me pareció ver alguien que espiaba detrás de un cortinado, y que miraba a Liliana. Una mirada cargada de lujuria... Y no fue la única vez que sentí esos ojos tenebrosos fijos en Liliana, muchas veces que la iba a buscar dentro del museo sentía que nos espiaban. Yo le echaba la culpa a los celos de Julián, el guía, a quien creía enamorado de Liliana. Y que con esa cara no creo que tenga novia.
Llegué al museo. Pero el museo estaba cerrado y a oscuras. Estuve mirando por los ventanales pero no se veía a nadie. Ni siquiera a Pepe, el jubilado que se encarga de la seguridad del museo. Abrí con la llave de Liliana y tuve que apurarme desconectar la alarma.
¿Que raro, dejaron el museo solo y pusieron la alarma? Son recién las ocho de la noche, siempre están hasta mas tarde.
Preocupado, me di cuenta que se sentía como una vibración, como un montón de gente marchando, cantado asordinados. Toqué la gárgola de la entrada, a ver si era ella la que estaba latiendo y estaba cálida al tacto, casi parecía que respiraba, en esta noche de Halloween. Alejé esa idea de mi mente, seguramente le estuvo dando el sol hasta hace un rato.
Ya me iba pero me pareció ver un reflejo, como si una gota de sangre se resbalara por la cara de la gárgola. Sí, se veía luz que venía del sótano, ese lugar terrorífico donde estaban los cuadros de Yánez.
Tal vez no era nada, pero yo estaba muy preocupado. Sabía que podía ser que Liliana se hubiera enganchado con el guía y estuviera en situación comprometida (¿Con un tipo con tanta cara de idiota?). Desesperado, sin pensar en las consecuencias, entré lentamente y me dirigí al sótano. Bajé por las escaleras tratando de no hacer ruido. Igual pensaba que los latidos de mi corazón se escucharían a varias cuadras de distancia.
Apagado, se escuchaba un cántico, una letanía, constante y blasfema. Esa era la vibración que se sentía arriba. De pronto, me alcanzó como un vaho, como miles de presencias que estaban en el aire, almas que habían sufrido los peores horrores y que estaban atrapadas ahí, junto a mí ¿También quedaría atrapado, yo mismo?
Cuando voy a entrar en el sótano, alguien me ataca... es el guía del museo el que me golpea. No entiendo nada, si Liliana no esta con él, ¿porque me ataca?
No tiene mucha fuerza, pero igual me sorprende. Trato de defenderme, tomo un inmenso jarrón, me resulta pesadísimo, tal vez fuera de cobre y conseguí golpearlo con él en la cabeza, temiendo que lo rompería y me dejaría sin arma. El ruido es espantoso, la cabeza del guía se balancea. Pero el jarrón no tiene ni un rasguño. Veo que desmayado, el guía tiene todavía más cara de pajarón.
Y dentro del sótano me esperaba un horror mayor que el esperado. Un horror para el que nada podría haberme preparado. Ni la ciencia ni la luz del sol podrían, ya, salvar mi alma inmortal.
Lo que vi, esa noche, no debí verlo jamás, si no quería haber terminado loco debí cerrar los ojos y huir, olvidar a Liliana y ese museo maldito. Creo que eso es lo que me susurraban esas almas perdidas.
Y es que en ese sótano, al horror de los cuadros se le sumaba una sombra... Sombra más profunda que la noche, más profunda que el abismo infernal.
Debían de haber quemado otras hierbas, no sólo incienso, porque todo estaba lleno de un humo espeso y rojizo.
Se veía la sombra de un hombre, enorme, que vestido con una túnica, estaba de espaldas, junto a una especie de altar de piedra negra, de él, de la sombra malévola, salía la voz cascada que cantaba, la voz satánica que rebotaba en ecos blasfemos y oscuros. La túnica de vivos colores, con bordados de figuras blasfemas y heréticas, parecía bailar entre los reflejos de las antorchas. Apenas cubría semejante corpachón, media como dos metros y un aura malvada se desprendía de su ser.
Nuevas sombras se le unen, con túnicas doradas y capuchas negras, parecen Ángeles de muerte. Saltan y bailan desenfrenadamente. Reconozco a Pepe, el guardia. Y están Gladys, la señora del guardarropas, Inés, la del bar, y veo a dos o tres estudiantes que suelen estar en la biblioteca del museo. No hay azar posible. La cantinela se acelera y se hace enloquecedora
Acostada en el altar, lista para el sacrificio, estaba Liliana, la túnica de ella era de color blanco, bordado en mil pequeñas figuras, como telarañas enloquecidas, casi tan blanco como el color de su piel y que se le pegaba al cuerpo. Parecía haber llorado largo rato, una mueca de dolor todavía cubría su rostro. Esperaba el sacrificio como las mujeres de los cuadros. Estaba destinada a él. Estos seres habían estado preparando todo esto, desde hace muchísimo tiempo. Pesadas cadenas lastimaban su piel, rojos cardenales cubrían sus brazos. Apenas se la veía respirar pero que estuviera viva me llenaba de esperanzas. Las otras sombras, que no reconocí, arrastraban pesadas cadenas que levantaban polvo que se arremolinaba entre los cánticos..
En ese momento, el sacerdote gira y me ve... Una mueca atroz cubre su cara. El terror me invadió, vacilo sin poder creer lo que estoy viendo ¿De donde puede surgir tanta maldad, tanta blasfemia oscura?
Un murmullo sale de la boca de los esbirros. Huelen sangre, por fin...
Me di cuenta que el sacerdote era el que espiaba Liliana cuando recorría el museo. Un escalofrío recorrió mi espalda. Lo había tenido cerca de mí, tantas veces.
Ese hombre parecía Aleister Crowley. No podía ser, el guía había explicado que murió en 1947, pensé. Comprendí que a pesar de que era tan corpulento como Crowley, su cara era igual de angulosa, pero no era Aleister Crowley... era como si la cara de otra persona estuviera tratando de imitar la cara de Crowley, la cara del retrato (Oh, horror, la cara del ángel de la guarda de Crowley), como si otro cuerpo estuviera contenido dentro de él. Se veía como si una persona distinta se transparentara dentro de su piel.
Y gritaba y gesticulaba... decía antiguos encantamientos y frases blasfemas...
Ph´nglui mglwinafh
Lhutchu
R´lyeh anwg fhtagn
wgah´nagl fhtagn
Lhutchu
mynngah
Faaris perctha.
Las otras sombras le hacían coro y le respondían. Todos señalaron al intruso, a mí. Una risa histérica llenó el aire, ya bastante enrarecido por el humo y el sudor de tantos seres.
Entré como una tromba, enloquecido de terror. Llevado por el impulso llegué hasta el sacerdote sin que nadie me detuviera, levanté el jarrón, que todavía tenía en mis manos y le pegué con él en el inmenso pecho del falso Crowley... pero no le hizo nada. El jarrón tan duro y pesado que ni se había mellado con la cabeza del guía ahora se hacía pedazos al golpear el pecho del falso Crowley.
Que fuerza...
Y cuanto salvajismo. Me golpeó con sus grandes puños, dejándome sin respiración, y eso que casi ni me tocó. Y volvió a golpearme, antes de que pudiera reaccionar.
Las sombras miraban, adorando al sacerdote, sintiendo todo el poder que de él emanaba. Sus cantos se elevaron de tono y se hicieron estruendosos.
Fijaban sus ojos en mí como cuervos que paladean un festín. Festín de carne muerta y putrefacta. La muerte cercana los excitaba, giraban de un lado para el otro, hasta Pepe que apenas podía andar con sus pies planos.
Como si nada, el sacerdote, me levantó, regocijándose en el dolor que me producía y me arrojó contra la pared como si fuera una polilla que le molestaba. Profiriendo oscuras amenazas. Los adlateres reían y coreaban los oscuros cánticos,
Ahí, envalentonado el falso Crowley, riéndose con los otros malvados sacerdotes, me contó, mientras estaba caído y mareado, que él era el pintor amigo de Crowley, Yánez de los Ríos, que juntos habían pintado estos cuadros hace 93 años y que oscuros dioses le habían dado vida eterna a cambio de un sacrificio anual en Halloween, donde bebería la sangre de una mujer de ojos verdes y con esa misma sangre repintaría los cuadros donde los dioses brillarían con todo su esplendor, rojos sobre los rojos. Dioses que estaban expectantes con su vuelta cercana a la Tierra, superado el exilio de millones de años... Apocalíptico regreso profetizado por Crowley, en oscuros panfletos que le dictaba Aiwass su ángel guardián.
Tozudo, traté de levantarme, pero claudiqué, Crowley se ríe, se sabe muy superior. Los esbirros aúllan, ven que la victoria esta cerca, que se acerca el tan ansiado sacrificio. Que la muerte será vencida una vez más
La sangre, que cae de mis ojos casi me impide ver que Liliana trata de liberarse y correr a mi encuentro, que trata de ayudarme o, por lo menos, morir a mi lado. Eso me da las fuerzas que ya no tenía. Debe defender esos ojos verdes.
Me tomo de una de las antorchas para poder pararme. Una idea me viene a la mente.
Adivinando la intención, Crowley se para con los brazos en jarras, desafiante... esperando que le tire la antorcha, seguro de que nada puede hacerle. La apagará con un soplido. Pero tengo otra idea... la arrojo contra los cuadros... el aceite se derrama sobre ellos y empiezan a arder...
El falso Crowley grita, empieza a encogerse, arrugarse... Los 93 años se le vienen encima... recuperando su cuerpo, encontrando a su muerte que tanto tiempo había eludido.
Corro a liberar a Liliana que estaba tirada en el piso, exhausta de tantos dolores y tantos miedos. Los esbirros tratan de salvar los cuadros pero las llamas son más fuertes, se elevan majestuosas e incontenibles.
Escapamos del museo que, ahora, empieza a arder descontroladamente.
Liliana empieza a recomponerse.
El color de las llamas se refleja en sus ojos verdes y les da un brillo sobrenatural.
Me siento enamorado, tan enamorado que no noto que ahora el rostro de Liliana, más anguloso, tiene un curioso parecido con el cuadro de Aleister Crowley.

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11 years 1 month ago #1977 por yerboya
Respuesta de yerboya sobre el tema nueva version de A C Vivió aquí
Pues estoy justo ahora con ella compañero, y la verdad es que Con Tinta Roja se va a ganar el sueldo a pulso :P El texto tiene muchas frases a corregir, pero lo que más me llama a la atención, es que unas partes están en presente y otras en pasado.

-La introducción de la historia en presente
-El recuerdo de cuando conocí a su novia, en pasado
-La narración de los hechos presente / pasado.

Todo esto hace que el texto se vuelva muy, muy complicado.

HT2014: Crítico

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