EL NEGOCIO DE EMILIO MARDONES
Se quedó junto a la entrada evitando hacer ruido para no levantar sospechas. Miró en todas direcciones asegurándose que nadie lo viera. Golpeó dos veces para comprobar que el lugar estaba vacío, quedando la puerta entreabierta por el impulso. Destapó un frasco que sacó de su bolsillo y soltó una pequeña criatura que capturó un par de días antes. Regresó de puntillas a su dormitorio y se lanzó sobre su cama esperando que su víctima descubriera la sorpresa. Acomodó su almohada para burlarse de los gritos de su hermano pero cuando escuchó la puerta de la habitación de Oscar, una duda lo invadió. No averiguó si la araña era venenosa, se levantó rápido para impedirlo, pero fue demasiado tarde.
El grito desgarrador de su madre, lo paralizó por completo, posiblemente el bicho era venenoso. Oyó a su padre llegar, quien no dejaba de tocar la bocina para que abrieran el portón. Miguel salió por el pasillo preparando una mentira, pero lo único que se le ocurrió, fue ocultar el cuerpo. Lo había visto en una película de terror ochentera donde nunca atraparon al culpable. Se preguntó qué reacción tendría su padre cuando viera a su esposa en el piso, muerta. La araña se escapó del lugar de los hechos rápidamente, bajando por la escalera, como si fuera consciente de su fechoría. Quizá en busca de otra víctima.
El padre apareció molesto porque nadie salió a su encuentro. Miguel se quedó arrodillado en el piso, sin reacción alguna por la tragedia que provocó.
— ¿Qué paso? ¿Por qué tienes esa cara? — Cuando se dio cuenta que no reaccionaba, lo zamarreó.
La madre apareció por el pasillo, arrastrando polvo con una escoba que restregaba por el piso. Llevaba unos audífonos con el volumen alto, que no la dejaron notar la presencia de su esposo. Cuando vio el pálido rostro de su hijo reaccionó y él se tranquilizó de verla con vida.
— ¿Qué le pasa a este niñito? — Qué no empiece con sus tonterías— Gloria saludo a su esposo de un beso.
— Raúl, acabo de mirarme al espejo, engorde mucho, esto ya no me queda nada de bien—Gloria se arregló algunas hilachas de su traje de cenicienta, mientras su marido la miraba hipnotizado por su disfraz.
— Quédatelo a mí me gusta mucho — Ella se sonrió y bajó por las escaleras.
—Miguel te traje una sorpresa —El padre lo ayudó a levantarse del piso. Apareció Oscar por la escala, llevaba un disfraz de vampiro.
— ¿Me quedare en casa? — Miguel se cruzó de brazos esperando una respuesta.
—No precisamente, te traje un disfraz para la fiesta en la casa de Tomi— Raúl sacó de su bolsillo unos dientes de vampiro postizos y se los entregó a Oscar.
—No quiero ir, que ese niño sea un miedoso no es mi culpa— Le dio la espalda a su padre.
—Bueno si no quieres ir a la fiesta de Halloween, te quedaras en casa con el abuelo— Emilio siempre asustaba a Miguel con eso. Gloria llamó a su esposo para que preparara el transporte para el viaje.
— ¿Te quedaras con el abuelo? — Oscar esperó alguna respuesta de su hermano. La araña se paseaba sobre sus hombros como si fuera su mascota.
—No seas bruto, el abuelo está muerto— No se quedaría solo en casa, a veces se escuchaban extraños ruidos.
Oscar pensaba que el abuelo estaba vivo, porque a veces en las noches lo veía sentado junto al árbol que está en el patio. Se olvidó del asunto y siguió a su padre para asegurar un buen puesto en el auto. Miguel golpeó el muro y se fue a su habitación dando un portazo al entrar. Estaba enojado por su fallido plan, pero se alegró que el incidente no pasar a mayores. Pensó en dejar de andar asustando, algún día esas bromas podían terminar en tragedia. Recordó la que le jugó a Tomás, hijo de los Mardones. No pudo evitar matarse de la risa.
La familia Moreno llevaba un par de horas dentro del vehículo, Raúl condujo en silencio casi todo el trayecto, el camino era bastante pedregoso, por lo cual se mantuvo concentrado al volante. Gloria subió el vidrio para que una nube de polvo que se formó, no entorpeciera la visual de su esposo.
— ¿Sabes si Emilio sigue con el negocio de los contenedores? — Raúl no despegó la vista del frente.
—No sé, no tenemos mucho contacto en realidad, me pareció extraño que nos invite a su fiesta, después de la tontería que Miguel provocó.
Gloria pintaba sus labios mirándose en el espejo retrovisor. Oscar sostenía un frasco con su nueva mascota dentro. Se quedó dormido con los dientes de vampiro puestos, apoyado en el asiento de su padre, mientras babeaba a ratos. Miguel iba despierto, sufría un insoportable dolor de estómago, por salir de casa sin comer. Tenía que esperar llegar a su destino, porque toda la merienda iba en el maletero. Pensó que su madre vestida de cenicienta, se veía ridícula para su edad, aunque su padre vestido de Drácula, parecía encantarle.
— Espero que no siga con esos rollos religiosos, siempre tenía la casa llena de gente rara— Raúl encendió la radio—Nunca supe por qué lo visitaban, si no estaba metido en ninguna iglesia.
Llegaron a una alta loma, donde se lograban ver las enormes construcciones que poblaban la zona. Enormes terrenos ocupados por antiguas casas quintas en su centro y la mayoría rodeadas por un montón de enormes arboles verdes.
—Qué lugar más bonito y acogedor— Guardó el lápiz labial en su pequeña cartera— Encantada me quedo a vivir aquí para siempre— Abrió la ventana, el aire se volvió muy fresco— Estas casas deben costar en una fortuna.
—Parece que vende cosas usadas que compra en sus viajes. Deambulaba por todo el país con sus famosos contenedores— Raúl se dio cuenta que habían llegado.
Estaban a metros de la casa de los Mardones, Gloria sacó una bolsa que le pasó a Miguel, a este se le quitó el dolor de barriga enseguida, cuando vio el disfraz de zombi que le trajeron.
— ¡No pienso ponérmelo, con esto me veré totalmente ridículo!— Miguel golpeó el asiento de su madre.
— ¡No te creas, que no vas a participar, te quiero con la cara llena de risa cabro de porquería! — Gloria desabrochó su cinturón de un tirón y se bajó del auto.
Raúl abrió la maletera para sacar la comida que trajeron. Oscar lo ayudo a llevar algunas cosas pequeñas. Ambos caminaron por del patio delantero de la casona, todo rodeado de frondosos árboles.
Miguel esperó unos minutos dentro del auto para no entrar a esa aburrida fiesta. Pensó en vagar por ahí un rato hasta que sus padres le avisaran que volvían a casa. Pero si se disfrazó de zombi porque su madre si lo veía sin el traje, lo dejaría sin televisión durante un mes.
Gloria se paseó unos minutos en silencio por la sala, observando fotografías colgadas en casi la mayoría de las paredes, todas eran de Tomi. El niño no había cambiado demasiado. Emilio que estaba junto al bar, le ofreció un vaso de vino a Raúl, que aceptó con un gesto con la cabeza. Oscar miraba hipnotizado un montón de pequeños autitos que estaban sobre una repisa. Alicia llegó con una bandeja llena de comida para los invitados, parecía estar muy apetitosa. Estaba disfrazada de bruja color sangre. Gloria tímidamente sacó un bocado y se sentó en el sillón que estaba frente al bar. Raúl la siguió y se posó junto a ella.
— ¿Nadie más ha llegado? — Comentó Gloria, que miraba la cantidad de licor que vertían sobre el vaso de su esposo, quien lo movía ansioso por tomárselo pronto.
—Este vino está delicioso— Alicia miró a su marido beberse un segundo vaso de un rápido sorbo.
—Los demás deben estar por llegar, pero comencemos la fiesta sin ellos—Respondió Emilio que se sentó amigablemente junto a Gloria.
— ¿Dónde está Tomi? — Gloria cruzó las piernas esperando alguna respuesta.
—Está en su habitación esperando que llegue tu hijo para salir a jugar— Los padres de Tomi se miraron con complicidad— ¿Dónde está Miguel por cierto? — Emilio movió su cabeza con un leve tic nervioso.
Gloria miró amablemente al dueño de casa, para que le trajera algo de beber.
—Este vino te va a encantar es una cosecha muy especial —Se levantó para traer una copa para la invitada.
—Tenemos que darles una noticia, pero necesitamos que todos estén presentes—Gloria se bebió de un sorbo el vino, cuando terminó de tragar la última gota, puso la copa para recibir un poco más. Consiguió acomodarse en el sillón relajándose por completo.
—Oscar ve a buscar a tu hermano—Este se alegró cuando escuchó a su padre y caminó hasta la puerta de salida con el frasco bajo el brazo a buscar a Miguel.
Gloria se levantó y abrió una de las ventanas, sintió mucho calor de repente. Luego se acercó a la barra, tomó una botella de vino abierta y se sirvió un poco más. Emilio soltó una sonrisa amigable para que se sintiera como en su casa.
Miguel deambuló un largo rato por el patio. La temperatura bajó bruscamente cuando llegó al final de la parcela. La propiedad era inmensa, lo que permitía al dueño guardar una decena de contenedores bien ordenados en el terreno. También había artefactos viejos; Un televisor con la pantalla quebrada, una mesa de centro con un plato musgoso, una pequeña cuchara oxidada y un sillón. A varios metros de distancia vio a Tomi jugar entre los viejos cachureos, cuando se acercó para saludarlo, este escapó entre los artefactos hacia los árboles. Parecía seguir siendo un niño tonto y sin amigos.
Lo siguió hasta su escondite, encontró la vieja entrada al sótano, cubierta por ramas y abundante maleza, la puerta estaba entreabierta. Era obvio que Tomás planeaba algo.
— ¡Te daré una paliza si me asustas! — Miguel se asomó por el pequeño espacio que quedó entre la puerta y la pared.
Oscar apareció, se subió al deteriorado sillón para divertirse, dando leves saltos que incrementaban con el impulso. Su pie casi se queda atrapado con un resorte que sobresalía. Miguel pensó en darle un susto, se escondió detrás de unas frondosas ramas y emitió extraños ruidos que llamaron la atención de Oscar.
—Sé que estás ahí cara de Zombi, puedo ver tus zapatillas—Salió de entre las ramas enfurecido, no le gustaba que el enano arruinara sus planes.
— ¿Ya terminó la súper fiesta? — Oscar se dio cuenta que la puerta del sótano, se abrió de golpe.
—Todavía no llega nadie— Oscar miro en dirección al sótano— ¿Qué hay en ese lugar? —A miguel se le ocurrió una estupenda idea.
—Te engañaron, la fiesta es allá abajo. Están todos jugando a la pelea de¬ disfraces— Miró hacia el escondite de Tomi, que se asomó un instante— Es una base que construyeron para jugar.
Oscar miró la puerta que se dejaba ver entre los arbustos y se acercó entusiasmado. Miguel estaba seguro que ese niño miedoso asustaría a su hermano.
—Mi mamá quiere que vayas a la casa, tienen que darte una buena noticia— Miguel muy curioso corrió a toda velocidad para saber de qué se trataba.
Se encontró con la puerta cerrada, tocó el timbre y Alicia lo invitó a entrar mostrándole una enorme sonrisa. Junto a ella apareció su esposo que llevaba la bandeja con algo de comida.
— ¡Hola Miguelito tanto tiempo sin verte! — Miguel se puso nervioso cuando la mujer lo abrazó, entrándolo a la fuerza a la sala. Emilio dio un portazo.
— ¿Dónde están mis padres? —Se tranquilizó al verlos al fondo sentados frente al bar—Están disfrutando la receta de nuestro vino— Pudo ver la parte trasera de sus nucas apoyadas en el respaldo del sillón. La música estaba a un alto volumen.
—Queremos que saludes a nuestro hijo— Miguel frunció el ceño en repuesta a la conducta extraña de los padres de Tomás. Alicia fue hasta la habitación de su hijo.
—Tomi está jugando en el sótano, quería asustarme pero no le resultó— Soltó una carcajada que molestó a Emilio. Se acercó y lo tironeó de un brazo.
— ¿Por qué lo encerraste en el sótano?— Se abalanzó sobre el muchacho y redujo su movimiento.
— Yo no tuve nada que ver, él entró solo, yo únicamente lo seguí —Emilio le presionaba el brazo con fuerza y lo escuchaba con mucha atención—Llevaba una caja de fósforos para iluminar el lugar. Pero yo no me atreví a bajar la escalera. Después escuché sus gritos y la puerta se cerró sola.
Alicia salió del cuarto cargando una silla de ruedas.
— ¡Mira saluda a mi hijo, se muere de ganas de jugar! — El rostro del muchacho estaba cubierto por una máscara de plástico— Quiere celebrar como todos los niños, pero no puede.
— ¿Qué les pasa? ¡Suéltenme!— Sus padres seguían escuchando música— ¡Suélteme viejo loco! — Emilio se quedó demente mirando a su hijo postrado sobre la silla.
— ¡Ese no es mi hijo! — Logró escaparse dándole un mordisco en el brazo— ¡Desapareció ese día que lo encerraste!
Alicia se abalanzó furiosa sobre el muchacho, que escapó hacia el bar en busca de la ayuda de sus padres. Cuando los tuvo de frente, lo invadió una sensación de repulsión. Un extraño líquido tinto salía por sus ojos. Logró evadir a Alicia que lo perseguía para llevarlo a una silla que Emilio preparaba frente a la de su hijo. Se escabulló por debajo de la mesa y pudo ver la cara del Tomi cuando su padre le quito la máscara, sus ojos parecían no tener reacción, parecía estar en otro mundo. Miguel pensó entonces, quien era él que estaba esperándolo en el sótano.
—Pronto volverás a la vida hijo mío— Emilio acomodó una silla y preparó unas amarras para el prófugo.
Alicia se tomaba el pelo sacándoselo a tirones— ¡No te preocupes mi amor, papi lo solucionara todo!
Alicia sacó de una pata al prófugo de su escondite. Le puso un paño en la boca que lo desvaneció enseguida.
— ¡Trae el Sacrum que está bajo la cama! — La madre corrió hasta el cuarto mientras su esposo amarró a Miguel frente a su hijo. Alicia llegó en sus manos con un libro rojo.
Oscar estaba con la oreja pegada en la puerta del sótano que estaba cerrada. Sintió algunos ruidos y no pudo contener su curiosidad. Pensó en investigar quienes se escondían dentro.
—No es que sea un cobarde, estos niños son muy valientes jugando ahí dentro— Le dijo a su mascota de ocho patas.
— ¿Hay alguien ahí dentro? — Se cayó de espaldas cuando alguien subió rápidamente por la escala, quedándose detrás de la puerta.
— ¿Quién es? — La voz apenas le salió. El bicho que se movía impaciente dentro del recipiente. La puerta se abrió lentamente.
—Si me acompañas no me daría miedo— Oscar miraba el frasco esperando alguna respuesta.
Escuchó golpes en los muros que venían de abajo, algo chocaba contra ellos y se sentían cosas caer al piso. Vio al niño de las fotos de la casa pasar corriendo rápidamente. Era verdad lo que le dijo su hermano. Estaban jugando a las escondidas. Pisó el primer escalón y se resbaló, rodó por la escalera hasta el piso. La araña se escapó, el frasco se había hecho trizas.
Miguel recobró el conocimiento, abrió sus ojos y los cerró con todas sus fuerzas, quedó completamente aterrado, las cosas volaban por los aires destrozándose contra las paredes, los cuadros se caían al piso, incluso sus padres muertos levitaban, seguían botando vino por los ojos. Emilio sostenía el libro en sus manos, moviéndose de un lado a otro, pronunciando palabras en latín.
— Intercambius Profondum Levitas Ecua zum—. Alicia miraba esperanzada que su hijo tuviera alguna reacción.
Enojado lanzó lejos el manuscrito. Su esposa tomó el rostro de su hijo, al parecer el exorcismo no funcionó. Emilio se abalanzó sobre su prisionero, pero este se zafó de los inefectivos nudos con que estaba amarrado y consiguió un cuchillo que estaba sobre la mesa donde iban a cenar.
— Cuando lo encerraste en el sótano, después de varios minutos forcejeando, logre abrir la puerta. Sus gritos eran desgarradores, lo encontré en el piso inconsciente. Pensamos que fue solo un susto, le brindamos cuidado y lo recostamos en su habitación, pensando en que todo fue un mal rato, pero lo peor vino después.
Oscar recobró la consciencia y se levantó del piso. El frasco se quebró en decenas de pedazos, vio a su mascota meterse debajo de unos estantes llenos de libros viejos. El lugar era un largo pasillo que en sus costados, tenía una infinidad de libros viejos acomodados en estantes de madera carcomida. Tomi apareció frente a Oscar.
— ¿Has visto donde se metió mi mascota? — Preguntó a Tomi, que mantenía sus ojos cerrados y cada vez los presionaba más, como si estuviera sufriendo una pesadilla— ¿Dónde están tus amigos? — Oscar recostado buscaba a su mascota debajo de un estante. No la encontró por lo que se levantó, se dio cuenta que el niño se había ido.
Tomi abrió los ojos, su madre se dio cuenta y corrió a su lado. Emilio dejó de perseguir a Miguel y se acercó a su pequeño.
—Hijo mío regresaste— Ambos padres lo abrazaban sin contener su emoción.
Oscar se subió a la cima de una repisa, la araña apareció sobre esta, como pudo se estiró su brazo para poder alcanzarla, pero en vez de recuperarla tomo un montón de hojas de papel llenas de polvo que cayeron y se esparcieron por el suelo. Eran un montón de retratos en blanco y negro. Todos tenían rostros de personas y cada una llevaba una palabra que se repetía constantemente “Desaparecido”. En un rincón apareció tomi que no paraba de llorar.
Emilio abrazaba emocionadamente a su hijo que había regresado, pero lo soltó de golpe cuando este le dio una mordida en el cuello, arrancándole gran parte de la piel. Se cubrió el chorro de sangre de lo hacía perder sangre rápidamente.
— ¡Que no se escape!— Miguel corrió hasta la ventana que su madre muerta en el piso, había dejado abierta. Emilio necesitaba el alma de un niño para que su hijo regresara a su cuerpo por completo. Miguel trató de salir, pero la ventana se cerró.
El rostro de Tomi se deformó por completo y sus pupilas se extendieron, quedando sus ojos completamente negros. Algo se había apoderado del niño. Las cortinas de la casa comenzaron a incendiarse espontáneamente, el fuego se expandió rápido por toda la casa. En pocos segundos el humo se apoderó del lugar. Tomi se desvaneció.
Oscar se acercó a Tomi que no paraba de llorar. Vio al niño desaparecer delante de sus ojos, mientras aun podía escuchar su llanto desesperado.
—Un día un cliente de mi padre, le trajo algo envuelto en una sabana, ambos lo cargaron y se metieron aquí dentro— Oscar miraba asustado en todas direcciones, no sabía de dónde venía la voz del niño— Cuando paso un rato, salió mi padre, su acompañante y un tercero— Oscar se tapó los oídos para no seguir escuchando y subió corriendo las escaleras mientras gritaba de pánico.
Oscar golpeaba la puerta para lograr escapar, pero no consiguió ni siquiera moverla un poco.
—Traficaba almas para conseguir dinero, por eso me metí aquí, para quemar este sitio lleno de libros de magia negra. Pero tu hermano me dejó encerrado aquí para siempre.
Oscar se desvaneció y la voz cesó.
Un bombero con un hacha logró abrir y rescatar a Oscar que estaba en Shock absoluto. Fue llevado por una enfermera hasta una ambulancia y trasladado al hospital del pueblo.
El bombero no encontró absolutamente nada, porque el sótano se incendio por completo, igual que la casa. Dentro de los contenedores se encontraron decenas de cadáveres de personas, todas habían desaparecido sin dejar rastro mucho tiempo.
HT2013:Escritor