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Ayuntamiento va en mayúscula al tratarse de uno en concreto.Si se empleara genéricamente, sería en minúscula.Aparqué en la plaza del ayuntamiento, una zona carente de transeúntes
Aproximar se repite demasiado en el mismo párrafo.Otras permanecían en pie. A medida que me aproximaba se esclarecía el parloteo que mantenían.
Entre miradas de soslayo, el volumen de su voz disminuía a medida que me aproximaba
Sería así:Buenas tardes, señoras-. Las cuatro o cinco congregadas me saludaron a la vez, entre murmureos. -No las molestaré en exceso, soy Marcelo. Vengo ha visitar a Antonio Ibáñez y desconozco la ubicación de su casa. ¿Le conocen ustedes?- La anciana que permanecía con los brazos en jarra, analizando mi persona con mirada de pájara vieja, quiso de inmediato deshacerse de mi; alzó el dedo índice hacia la zona más alta del pueblo y dijo:
¿Ve aquella ventana? Allí vive-. La luz interior se encendía y apagaba de manera intermitente y pregunté:
¿Porqué parpadea esa luz?- Otra anciana, sentada en su sillón, levantó el indice y me señaló a modo de advertencia:
Nosotras no queremos saber nada de la vida de ese desgraciado. Vive allí y no nos importa nada su vida, ni sus hábitos-. Con sus gestos comprendí que les importunaba el motivo de mi presencia.
Muy amables señoras, que tengan un buen día.
Anda con Dios-. Dijo una.
-En la frase:—Buenas tardes, señoras. —Las cuatro o cinco congregadas me saludaron a la vez, entre murmureos—. No las molestaré en exceso, soy Marcelo. Vengo a visitar a Antonio Ibáñez y desconozco la ubicación de su casa. ¿Le conocen ustedes? —La anciana que permanecía con los brazos en jarra, analizando mi persona con mirada de pájara vieja, quiso de inmediato deshacerse de mi; alzó el dedo índice hacia la zona más alta del pueblo y dijo:
—¿Ve aquella ventana? Allí vive.— La luz interior se encendía y apagaba de manera intermitente y pregunté:
— ¿Por qué parpadea esa luz? —Otra anciana, sentada en su sillón, levantó el indice y me señaló a modo de advertencia:
—Nosotras no queremos saber nada de la vida de ese desgraciado. Vive allí y no nos importa nada su vida, ni sus hábitos. —Con sus gestos comprendí que les importunaba el motivo de mi presencia.
—Muy amables señoras, que tengan un buen día.
—Anda con Dios.—dijo una.
Resaltaría: «¡Os descubriré, malditos!»La puerta de madera estaba raída, resaltaban sobre el marrón de roble una inscripción en marrón más claro que decía: Os descubriré malditos
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Michel wrote: —Muy amable— dije. Acabé con el contenido de un trago. Le devolví el vaso sudoroso. —Soy Marcelo Hernández, vengo desde Madrid a petición de un vecino suyo que responde al nombre de Antonio Ibañez. ¿Saben ustedes donde vive?
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