Hola amigos.
He aquí la primera versión del cuento:
Versión final:
¿A QUÉ LE TEME EL LOBO FEROZ?
La enorme presencia rompió el silencio del bosque con sus jadeos bestiales y su veloz carrera, mientras la luna llena preocupada contemplaba a su hijo más importante huir.
El hombre lobo se apresuró para guarecerse en su refugio. Todavía no quería reconocer el incipiente miedo que sentía. Era uno de los amos del bosque, estaba en la cúspide de la cadena alimenticia, y no conseguía asimilar el extraño desconcierto de ver las habituales reglas de la cacería subvertidas: la presa persiguiendo al cazador.
A su pesar, sintió alivio al distinguir el contorno de la solitaria cabaña que le servía de refugio para sus ciclos de transformación de un animal a otro. Bajó un poco la velocidad escudriñando y oliendo sus alrededores. Como era de suponer, no parecía haber presencia alguna en las cercanías de la construcción. Los demás habitantes de la espesura sabían muy bien a que se arriesgaban merodeando por ahí. Conforme, terminó por cruzar presuroso el negro umbral de madera cerrando la puerta tras de sí.
Escondido entre las paredes, aguzó su oído de lobo esperando advertir señales de sus acosadores. Sus poderosos músculos vibraban de tensión y su corazón latía un poco más rápido de lo que habría deseado admitir. Pronto distinguió en el irreal silencio el ronco resoplido de las bestias que lo seguían. Parecía no preocuparles hacer notar su presencia. Esto sí consiguió que el pelaje del lomo se le erizara. ¿Realmente no sentían ningún tipo de temor hacia él? ¿No esperaban alguna clase de emboscada? Iban de lleno en su dirección, gruñendo, separando y aplastando las hojas con sus pesados cuerpos rechonchos.
Se asomó a una de las ventanas con el hocico entreabierto, la baba cayendo de sus dientes largos y poderosos. Un estertor de temerosa rabia escapó de sus pulmones cuando notó las tres lóbregas siluetas de ojos fulgurantes observándolo desde el linde del bosque a la luz de la luna.
— ¡Sal lobo! —Las palabras surgieron cavernosas del interior de uno de los cerdos mientras se adelantaba en el claro. — ¡Sal ahora o demoleremos tu casa! ¡No debiste tratar de atacarnos!
— ¡No! ¡Quiero ver como lo intentan! ¡Ustedes son sólo comida! ¡Mi alimento!
—Te equivocas, lobo —Casi podía preverse el esbozo de una risa burlona en los gruñidos satisfechos del animal—. Somos mucho más que eso. Lo intuiste cuando detuviste repentinamente tu embestida, ¿no? Algo en tu alma retorcida te hizo vislumbrar la realidad —añadió con un horrible tono sobrenatural.
El lobo tuvo que admitir para sí que aquella noche había experimentado algo que nunca habría imaginado siquiera que existía. Una suma de extrañas circunstancias que habían acabado en su situación actual.
Primero, esa singular inquietud que asaltó todo sus sentidos cuando presintió a las criaturas que habían osado entrar con total impunidad en sus dominios. Recordó que mientras se dirigía hacia ellos se topó con un par de pequeñas alimañas que corrieron directo hacia él, a las cuales había despachado de un zarpazo. Ahora se daba cuenta de que estas en su ciego terror ni siquiera lo habían visto, o bien prefirieron enfrentarse a él antes que de quienes huían.
Cuando se aproximaba al claro donde se encontraban sus persecutores, la atmósfera se había tornado pesada, agobiante. Le pareció que se hundía en un pozo sin fondo. Solo su naturaleza de alfa le había obligado a continuar acercándose, aunque con mucho más sigilo que el que solía emplear.
Le chocó la mezcla de sensaciones que le acometió cuando observó a sus siniestros invasores. Por un lado, la imagen normal, común, de las bestias que allí reposaban, casi apacibles. Y por otro, la negra aura de desconocida maldad que emanaban. Eran solo tres, pero el aire semejaba lleno de intangibles criaturas escudriñando desde desconocidas dimensiones.
Acechó durante un largo tiempo. Por un instante, quiso dar la vuelta y alejarse, pero su más instintiva esencia ganó la batalla y lo obligó a atacar. No podía rehuir de seres inferiores a él.
Su intento de arremeter murió a mitad de camino. Ellos alzaron la vista y el mundo se transformó en una abyecta pesadilla. Había tal oscuridad en su mirada, que repentinamente fue consciente de que le era imposible continuar allí. Dio media vuelta y se alejó, perplejo. Notó enseguida que lo seguían y pronto el trote se transformó en carrera.
Un nuevo gruñido del animal lo sacó de sus cavilaciones.
—Sí, lobo, estamos muy por encima de tu primitiva maldad. Somos algo mucho más negro que tu alma.
— ¿Qué? ¿Pero qué otra cosa pueden ser…? —El hombre lobo sintió el corazón agarrotado. Las últimas sílabas se transformaron casi en un gemido.
— ¿Piensas acaso que eres la única anormalidad en este mundo bizarro, lobo? Deberías recordar, si es que alguien te lo enseñó cuando eras hombre, que hace mucho tiempo, aquel cuyo nombre no podemos pronunciar nos expulsó del cuerpo de un hombre y nos ordenó poseer una piara de cerdos y arrojarnos al vacío. Bueno, estos tres que ves aquí frente a tu puerta son los que sobrevivieron.
La repentina comprensión dejó por fin entrar la negrura del pánico en las entrañas de la fiera.
—No…no puede ser ¿Legión ¹…? —susurró el lobo.
—Sí. Y si no sales soplaremos y soplaremos hasta derribar tu casa y desmenuzar tu espíritu, lobo.
La floresta se paralizó de terror con el aullido prolongado y lastimero que surgió de sus profundidades.
¹ (N. del A.)
Referencia bíblica:
Marcos 5: 6 Cuando el hombre vio a Jesús a lo lejos, fue a él corriendo, se postró ante él 7 y gritando muy fuerte le dijo:
— ¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? En el nombre de Dios, te suplico que no me atormentes.
8 El hombre gritaba así porque Jesús le había dicho: « ¡Espíritu maligno, sal de ese hombre!»
9 Después Jesús le preguntó:
— ¿Cuál es tu nombre?
Él contestó:
—Mi nombre es Legión porque somos muchos.
10 Le rogaba repetidas veces a Jesús que no lo mandara fuera de esa región. 11 Como en un cerro cerca de allí había muchos cerdos comiendo, 12 los espíritus le suplicaban:
— ¡Mándanos a esos cerdos y déjanos entrar en ellos!
13 Jesús les permitió hacerlo, y los espíritus malignos salieron del hombre y entraron en los cerdos, que eran como dos mil. Los cerdos corrieron pendiente abajo por el barranco, cayeron en el lago y se ahogaron.
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