Bueno, la etiqueta de buen escritor es tan frágil que no creí que nadie la quisiera colgada del cuello :huh: .
Lo que comenta Asja al respecto de leer como un escritor es de lo más acertado. No solo cuenta leer mucho para que te sirva de referente a la hora de escribir, sino que hay que leer con ojo literario. Fijarse en las herramientas, en el ritmo, en la entonación y musicalidad de las frases, en los juegos que traza la trama y como consigue el autor mantener la tensión. A la vez también es útil ver dónde tropieza uno en la lectura y el por qué, qué frase nos saca de la historia, dónde nos sentimos engañados como lectores, las cacofonías que cortan el ritmo o que hacen fijarnos con más atención en una frase determinada. No solo cuenta leer y disfrutar como meros lectores, se crece mucho más leyendo con bisturí. Estudiar nuestros relatos favoritos e incluso reescribirlos es uno de los clásicos consejos. Creo que ahí está el meollo de la respuesta.
Aunque esto solo en lo que concierne a la escritura, la imaginación es otra cosa. Hay un libro, Gramática de la fantasía, de Rodari, que te explica cómo entrenar el músculo fantástico: la imaginación. Creo que es uno de los libros que debería leer cualquier escritor de ficción que se precie. Además de saber usar las herramientas, el escritor debe engrasar a diario la maquinaria de su mente. Jugar con ella, expandirse, experimentar, intercambiar con otros escritores.
Con mi otro entretenimiento, el dibujo, he participado en cursos intensivos de un par de días en un lugar apartado donde otros dibujantes conviven trabajando en sus proyectos las 24 horas del día. Desayunas hablando de dibujo, debates sobre la materia, trabajas codo con codo con otros artistas y tienes una persona que te guía en tu proyecto y te sugiere soluciones, comes hablando de proyectos, trazas lazos, sigues trabajando codo con codo y luego te relajas tomando una copa después de cenar hablando y escuchando más de lo mismo. Así sales de allí lleno de energía y con mucha experiencia adquirida. Sería genial participar en un curso de relatos de terror en un antiguo motel de paredes empapeladas y candelabros victorianos, donde otros escritores hablan sobre terror y trabajan en un solo relato. Algo así como lo que le ocurrió a M. Shelley en casa de Lord Byron
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Jjejeje, se me va la pinza. Espero que disculpen mis divagaciones y que no se pierdan en ellas.