Estudio y clasificación de los diferentes tipos de Mad Doctors dentro de la Literatura Pulp
Si hay una etiqueta que sobresalga por encima de todas las demás, en lo que concierne a la Literatura Pulp, sin duda es la que vamos a tratar esta vez: Los «Mad Doctors». Estos, ya sean científicos o doctores, locos unas veces y malvados otras ―que no es lo mismo, aunque lo parezca―, supone una categoría lo suficientemente amplia y recurrente como para fagocitar a todas las demás, erigiéndose como la reina suprema del pulp. Bueno, quizás no tanto, pero casi, casi. [Nota Importante: El siguiente artículo se corresponde con la Introducción de una de nuestras publicaciones: «Maestros del pulp 7. Especial Mad Doctors» ¡Compra nuestro libro si quieres saber más!].
Resulta imposible obviar dicha etiqueta y, a grandes rasgos, me atrevería a establecer una diferenciación en base a cinco grandes tipos de relatos. Pues, si bien el arquetipo de Mad Doctor es una realidad indiscutible tanto en el cine como en la literatura, ni mucho menos todos estos doctorcillos son iguales. Ni que decir tiene que esta clasificación ―¡ojo! ceñida a la «Era Dorada Pulp»― es personal y no son pocos los relatos que al mezclar un poco de todo no encajarían únicamente en un solo tipo. Ahora, veámoslos. A ver si estáis de acuerdo conmigo.
TIPO I: It's Alive! «El Dios Todopoderoso»
En primer lugar, es necesario hacer referencia a lo que bien podríamos denominar como categoría embrionaria, de «Horror, Ciencia y Religión», y que dio origen a todas las demás. A diferencia de las motivaciones más fantasiosas, sádicas o prosaicas que veremos en las siguientes categorías, aquí lo que se busca es alimentar la esencia pura del miedo a lo desconocido, el desafío a las leyes físicas, morales o religiosas. Nadie duda de que la obra icónica por excelencia, y punto de partida del género, es «Frankenstein, 1818», de la escritora inglesa Mary Shelley; dicho esto con permiso de todos aquellos magníficos relatos protagonizados por alquimistas, brujos y chamanes o, quizás, la obra del dramaturgo inglés Christopher Marlowe: «Dr. Fausto, 1604», el auténtico punto de inflexión según diversos autores.
Aunque, en efecto, tras el nacimiento de Frankenstein es cuando podemos encontrar todas las grandes obras que jamás deberían faltar en una buena antología o selección de Mad Doctors, como podrían ser las firmadas por Robert Louis Stevenson: «El ladrón de cadáveres, 1884», «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, 1886»; la novela de H. G. Wells: «La isla del doctor Moreau, 1896»; el relato de Edgar Allan Poe: «La verdad sobre el caso del señor Valdemar, 1845», o aquellas otras de Lovecraft, como «Herbert West, reanimador, 1922», y «Del más allá, 1934».
Para mí esta es la categoría más genuina de todas, y la única que no solo ha prevalecido a lo largo de los años, sino que ha sabido adaptarse a las diferentes perspectivas y contextos históricos, fomentando la creación de nuevas obras hasta nuestros días, tanto literarias como cinematográficas. A este punto, no cabe duda de que ha sido el cine donde se ha popularizado la figura del científico loco, ya desde sus comienzos con las películas alemanas «Golem, 1915», donde más que un doctor tenemos a su antecedente, el alquimista, seguida de otros grandes clásicos como son «El gabinete del Dr. Caligari, 1920» o «Metrópolis, 1927», donde ya comienzan a desarrollarse algunos elementos o imágenes fundamentales, ahora convertidos en clichés. Citar, como curiosidad más que nada, la entrañable producción de Disney «The Mad Doctor», cortometraje de 1933 protagonizado por Mickey Mouse, pasándolas canutas en el laboratorio de un castillo. En su concepción pulp, este tipo de relatos solían publicarse en revistas como Weird Tales y abarcaban diferentes temáticas. Dentro de este tipo de científicos locos, jugando a ser Dios, no olvidemos a uno de mis preferidos: el doctor nazi y toda su parafernalia ocultista, propia de la II Guerra Mundial.
TIPO II: ¡Hasta el infinito y más allá! «El Cientifico Obsesionado»
Después tendríamos una de las variantes fundamentales del género ―directamente ligada a la ciencia ficción y no tanto al horror como sería el caso del TIPO I― y que no sería posible de no ser por Hugo Gernsback y su revista «Amazing Stories». Aquí el científico de turno se enzarza en experimentos que van desde los más socorridos, como son la búsqueda de la inmortalidad, los viajes en el tiempo o la creación de vida en un tubo de ensayo, a aquellos otros más extravagantes, como podrían ser la desmagnetización de La Tierra o el desarrollo de poderes sobrehumanos, como por ejemplo la invisibilidad.
La mayoría de las veces, la motivación que se esconde detrás de todas estas chifladuras es la venganza, el ego desmedido, la exploración, la dominación mundial o incluso la buena voluntad de salvar a la humanidad de algún tipo de amenaza extraterrestre, aunque al final el resultado más que un acierto sea justo todo lo contrario.
Estos relatos siempre se acompañan de verborrea didáctica, seudocientífica y determinadas predicciones de cómo será la vida en el futuro. Y no todos estos científicos eran malvados, sino más bien locos incomprendidos. Quién no recuerda con cariño y admiración al Capitán Nemo, ¿verdad? Otros, en cambio, tan solo eran meras víctimas de sus propios experimentos o visionarios que se las apañaban para jugar la partida al borde del lado oscuro de la ciencia. Muchos de ellos, a pesar de sus excentricidades, juegan en el equipo de los chicos buenos. Aquí debemos recordar la consabida coletilla «¿A qué nos enfrentamos doctor?». Míticas las pelis en blanco y negro de los años cuarenta y cincuenta, como las del Doctor Quatermass, por citar alguna en concreto, pero la lista sería interminable. Este tipo de Mad Science, y no tanto Mad Doctors, puede verse en la actualidad como infantil o pasada de moda y no es apta para lectores que no sepan o no quieran apreciar el buen sabor de lo añejo.
TIPO III: De Héroes y Villanos. «El Villano»
Básicamente hablamos de relatos de acción pura y dura, donde por un lado tenemos al héroe o superhéroe de turno, normalmente algún tipo de agente secreto o detective, enfrentado a su némesis, un malvado doctor que con aquello que sea que ha inventado amenaza con destruir a la humanidad; bien porque sí o bien porque se ha levantado con mal pie, o ni eso: los villanos son lo que son y no necesitan motivaciones de ningún tipo. Es algo que no le interesa a nadie.
Dentro de esta categoría podemos encontrarnos un poco de todo, desde relatos con mucha acción y poca ciencia, a otros que sí incluyen monstruosas creaciones de laboratorio, pero siempre al servicio de la acción, como sería el caso del Dr. Muerte, obra del escritor Harold Ward.
Si una de las características propias de la literatura pulp es el fast-paced, es decir, lectura o ritmo rápido, estos relatos no se quedan atrás. Son lo que en mi pueblo llaman: «relatos de hostias por un tubo»; un tubo de ensayo, claro está. Sota, caballo y rey; no hay más.
TIPO IV: Crimen y Misterio. «El Sinvergüenza»
En cuarto lugar, tendríamos aquellos que fueron publicados en revistas de corte «Policíaco o Detectivesco», como Thrilling Mystery, donde el científico y su laboratorio no son más que una excusa para cometer algún tipo de asesinato, extorsión, crimen o venganza, y cuanto más enrevesado, mejor.
Por norma este tipo de relatos siempre concluyen con un «plot twist» o giro argumental, donde la mayoría de las veces la trama comienza presentando un misterio de apariencia sobrenatural que, finalmente, ni se le parece. Es lo que en la jerga pulposa se denomina como finales Scooby Doo, muy habituales en los años cuarenta y de los que ya hemos hablado en otras ocasiones.
Este tipo de pseudocientíficos son los más divertidos y ridículos de todos. En realidad, no son otra cosa más que unos perfectos sinvergüenzas, charlatanes, incapaces de comprender las instrucciones del Quimicefa nivel parvulario, pero con más arrojo que un vendedor de bragas usadas. ¿Que hay que crear un laboratorio de pacotilla para dar el pego y un pulpo gigante con el que asustar a los vecinos del barrio y así poder chantajearlos? ¡Sujétame el cubata, que allá voy! Un par de probetas tiradas por aquí, un disfraz de pulpo del todo a cien y una retahíla de horribles asesinatos con marcas de ventosas en la piel, hechas con un desatascador de wáter, qué si no. Por suerte, siempre hay algún héroe aprendiz de Mike Hammer, con puños de hierro y curiosidad desmedida, listo para firmar el final feliz.
Resulta bastante evidente que este tipo de ficción murió con los pulps a finales de los años cuarenta para no volver jamás. Hoy en día a nadie en su sano juicio se le ocurriría escribir tramas tan absurdas, forzadas y retorcidas. Es increíble la cantidad ingente de relatos que se llegaron a escribir en aquella época, repitiendo la fórmula hasta la saciedad, algo que no me explico. Un poco divierte, mucho aburre.
TIPO V: Damsel in distress. «El Sádico»
En último lugar, y como heredero directo del Grand Guignol, tenemos aquellos otros relatos de «Evil Doctors» ―perversos y malvados más que chiflados, que también― que fueron publicados en revistas Shudder y Spicy Pulp, donde lo que realmente importa, desde el punto de vista del lector, no es el fin en sí mismo, sino los medios que se utilizan para conseguirlo, es decir: tortura, perversión, sangre y mucho, mucho sufrimiento.
[Arriba: Portada Terror Tales, July-Aug 1937]
Estos son los verdaderos doctores malvados, porque sus intenciones son maldad en estado puro. Sus objetivos son lo de menos. No importa si hay un elixir mágico de por medio, la resurrección de los muertos, si mediante el trasplante de cerebros podemos lograr la eterna juventud, o si el doctor en realidad es un artista trastornado que busca su obra culmen mediante la mutilación, o... ¡pamplinas! Aquí lo que el lector busca es la descripción gráfica del horror, de cómo una bella muchacha, siempre pura, inocente, ligera de ropa y, sin querer, metida en problemas hasta el fondo, termina sobre la mesa de operaciones, ya sea en un sótano o una mazmorra. Entonces el autor nos relatará con todo lujo de detalles cómo sus adorables pechos, blancos y vibrantes, disfrutan con las caricias de un escalpelo, o como el malvado científico se la beneficia, antes o después de matarla. En realidad, de lo que estamos hablando es de una vuelta de tuerca, con pasada de rosca incluida, sobre uno de los conceptos pulp por excelencia: «Damsel in distress», traducido en español como «Doncellas en Peligro».
Fue el editor estadounidense Harry Steeger quien, tras regresar de un viaje a Paris, abrió la caja de los truenos. Quedó tan fascinado con el teatro de Grand Guignol que decidió adaptar sus revistas pulp a este nuevo concepto. Hablamos del binomio sexo-gore. Y así nacieron sus cabeceras Dime Mystery Magazine, Horror Stories y Terror Tales, cuyos relatos se publicaban acompañados de fabulosas portadas e ilustraciones, tanto a efectos de potenciar la imaginación del lector, mayormente masculino, como de aumentar las ventas.
Al contrario de lo que podría parecer, estos relatos son muchísimo más sangrientos que eróticos. Esto es algo que me sorprende de verdad. Cuesta entender cómo en los años treinta no hubiese ningún reparo en describir con todo lujo de detalles escenas horriblemente sangrientas y, en cambio, las descripciones eróticas únicamente se limitasen a curvas pecadoras, muslos tiernos y suaves, y… pechos blancos… ¡sabrosamente lechosos! Y, en cuanto al acto sexual en sí mismo, por norma este equivalía a tres puntos suspensivos o un cambio de párrafo donde debía sobreentenderse. Cosas de la moral americana.
Harry Steeger fue el primero, y sus cabeceras todo un éxito. No es de extrañar que pronto le saliesen competidores, como Harry Donenfeld y sus revistas Spicy; Martin Goodman y su Círculo Rojo; o Ned Pines y su Thrilling Mystery; entre otros. Un negocio boyante que, cuánto más popular se volvía, no solo sumaba adeptos, sino también poderosos detractores, en su mayoría abanderados de la doble moral con influencias en la Casa Blanca. Al final estos últimos ganaron la partida y las revistas desaparecieron de los quioscos a lo largo de los años cuarenta.
Ni que decir tiene que todo relato destinado a deleitar las más enfermizas perversiones humanas es algo atemporal, pero si bien estas tramas, especialmente macabras, sádicas, sexistas y racistas, eran socialmente aceptadas en los años 30, llegando a venerar incluso a sus escritores, en el siglo XXI están por completo fuera de lugar. Ningún escritor actual se atrevería a presentar una obra de este tipo a los Premios Planeta. Sería el fin de su carrera.
NUESTRA SELECCIÓN DE MAD DOCTORS
[Ver nuestra selección de relatos: Maestros del pulp 7. Especial Mad Doctors]
Ahora, volviendo la mirada a nuestra antología, no os podéis imaginar el enorme trabajo que supone seleccionar obras inéditas y así mantenernos fieles a nuestros principios, pues a estas alturas de la vida los
mejores relatos están todos más que traducidos. Esto me obliga a rebuscar en lo más profundo del pulp, donde hay mucha, muchísima basura, inédita por supuesto, pero basura al fin y al cabo. Realizar un cribado de todo esto supone un esfuerzo enorme, pero que poco a poco va dando sus frutos. La selección que os proponemos seguramente sea una de las más raras y especiales que se pueda leer hoy en día. Los relatos escogidos distan mucho de ser los habituales, de hecho, he evitado revistas como Amazing Stories, atiborrada de Mad Doctors «Tipo II», pues considero que estos relatos son, primeramente y antes que nada, relatos de fantasía y ciencia ficción que bien podríamos incluir en cualquier volumen genérico, como ya hemos hecho otras veces. Para la ocasión he querido poner el foco en lo raro, lo auténticamente raro, y eso me ha llevado de cabeza a ojear las revistas más sórdidas de todas, como son las Shudder Pulp.
Puede que las obras que hemos seleccionado no sean las mejores, pero sí lo suficientemente interesantes como para traducirlas y publicarlas, y no solo eso, sino que al ser inéditas, sé que serán verdaderamente irresistibles para todo lector ávido por descubrir nuevos tesoros, al igual que un servidor. Y os aseguro que no solo os vamos a sorprender con nuestra selección, en la que hay un poco de todo, sino que además la vais a disfrutar muchísimo.
Para terminar, una mención especial, cómo no, respecto al autor de nuestra portada, la cual pertenece al número de agosto de 1940, de la revista Spicy Mystery Stories. El autor no es otro que Hugh Joseph Ward (H. J. Ward, 1909-1945), de hecho, un gran número de portadas «spicy» llevan su firma. En cuanto a su biografía, según el sitio web especializado Pulp Artists[1], leemos que fue el menor de seis hermanos de una familia irlandesa católica, que nació en Filadelfia, y que tras estudiar arte, a la edad de 22 años intentó vender su talento a los grandes editores de Nueva York, lo cual le resultó relativamente fácil. No tardó en hacer su primera venta, y a partir de ahí comenzó a trabajar para muchas editoriales diferentes. Sin embargo, la mayor parte de su trabajo lo realizó con las cabeceras del editor Harry Donenfeld, como son Spicy Mystery Stories, Spicy Adventure Stories o Spicy Detective Stories. Se casó en 1935 y un año después tuvo su única hija. Todo le iba bien, hasta que llegaron los problemas de salud.
Ward se incorporó al ejército el 13 de abril de 1944. En el momento del reclutamiento, se le registró como un hombre alto, delgado, con el pelo oscuro y fumador empedernido. Poco después de alistarse, empezó a tener problemas en el hombro. El examen médico determinó que tenía un tumor canceroso en el pulmón. Murió a la edad de 35 años el 7 de febrero de 1945. Para el recuerdo nos quedan sus maravillosas obras. Él, y H. L. Parkhurst (1876-1962), otro gran maestro, fueron dos de los mejores portadistas de la línea spicy.
Volviendo la mirada a sus magníficas portadas, considero que la que hemos escogido para ilustrar este especial recopilatorio de Mad Doctors es una de las mejores posibles. Dicha portada, en teoría, está dedicada a la novelette escrita por Cary Moran ―bajo el seudónimo de Luke Terry― titulada «City of the Walking Dead». He intentado conseguir esta obra para incluirla en nuestro recopilatorio, pero no he sido capaz. Este tipo de material es muy difícil de encontrar y, además, tengo serias sospechas de que el relato en cuestión nada tenga que ver con el tema que nos ocupa. En esto de la ficción pulp las portadas solían ir por un lado y los relatos por otro. Por fortuna, la providencia me ha llevado a descubrir una
más que interesante propuesta alternativa que me ha venido como anillo al dedo: «The Maker of Immortality». Más adelante sabréis a qué me refiero. Aquí tenemos soluciones para todo. ¡Somos los MacGyver del pulp!
Sin más, os dejamos con seis Mad Doctors de órdago. Unos, empeñados en mejorar la raza humana, otros en cambio, arrebatar y transformar la belleza femenina en otro tipo de belleza, y otros…, bueno, hacer negocio. Aquí sorprende uno, cuyo elixir, si bien en su momento era pura fantasía, ahora, gracias a cierto laboratorio farmacéutico, es una realidad. Y eso no es todo, tenemos más doctores malvados, pero que se han quedado fuera por falta de espacio. Tranquilos, los incluiremos en el próximo número. ¡Hasta entonces, amigos!
[1] Fuente: https://www.pulpartists.com/Ward.html
Maestros del Pulp 7. Índice:
- El Superhombre. «The Test-Tube Monster». George E. Clark. Marvel Tales, May 1940.
- La Novia del Simio. «Bride of the Ape». Harold Ward. Mystery Novels and Short Stories, Sept. 1939.
- El Regreso del Hombre Húmedo. «The Damp Man Returns». Allison V. Harding. Weird Tales, September 1947.
- El Ataud de Cristal. «The Glass Coffin». Robert A. Garron. Spicy Mystery Stories. Nov. 1937.
- El hacedor de la Inmortalidad. «The Maker of Immortality». D. L. Jame. Thrilling Mystery, March 1940.
- Orgía en el Infierno. «Revelry in Hell». Donald Graham. Uncanny Tales, April-May 1939.
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PORTADA MP7:
Portada. Motivo central: Spicy Mystery Stories, agosto de 1940. El autor no es otro que Hugh Joseph Ward (H. J. Ward, 1909-1945), de hecho, un gran número de portadas «spicy» llevan su firma.