EI13

Corres, corres y saltas cuantos obstáculos te salen al paso. Tras de ti una horda de bestias anfibias te persigue y, justo cuando están a punto de alcanzarte, tienes que salvar un rio que se cruza delante de ti. Aunque ni siquiera es necesario que te detengas, ni siquiera lo piensa por un momento, pues de alguna manera que no comprendes, observas de inmediato una liana que cuelga justo en el punto preciso.

Sin detenerte, saltas sobre una roca, y desde ésta te lanzas por el aire atrapando la liana. El impulso te lleva a la otra orilla. Caes al suelo, ruedas como en las películas, te levantas y sigues corriendo. Miras atrás, y observas como tus perseguidores no se dan por vencidos.

—¡Corre Ray! —escuchas a Lucy, a Abott, a Ronin; todos te jalean.

No puedes ver a tus compañeros, han desaparecido de tu vista, pero los escuchas, sientes su clamor. Continuas salvando obstáculos, pero las bestias son más rápidas. Otra vez las tienes encima, pero ahora sí has marcado al fin una línea visual con tus compañeros. Abott sabe que necesitas ayuda, y abre fuego contra las bestias. Ronin también corre en tu dirección, ahora te sientes seguro.

Nada más acercarte a Lucy, ésta te cruza la cara. Es tan fuerte el bofetón que, sin lugar a dudas, lo habrán escuchado todos los soldados nazis de la isla, y puede que hasta creyesen que era fruto de un cañonazo de alguna de las baterías de costa; y no solo eso, sino que además te propina una patada en la entrepierna que te obliga a besar el suelo, retorciéndote de dolor.

Ni siquiera te atreves a rechistar, te lo tienes bien merecido.

—¡Vámonos Ronin! —ordena Lucy, furiosa.

Ahora te encuentras solo, todos se han ido, pero tú aún no puedes seguirlos. Necesitas unos minutos. El dolor sordo que están produciendo ahora mismo tus partes nobles no te permite dar un solo paso. Sin embargo..., escuchas un grito de auxilio. Es Lucy, está en peligro.

Te pones en pie, y corres tras ella, solo que llegas tarde. Lucy cuelga del aire, ensartada por uno de los cuernos del aracnozonte al que tú habías dejado tuerto, ahora con ganas de revancha. Abott vacía su cargador, y tú permaneces impávido, petrificado. Tus partes nobles ya no te duelen, ya no las sientes. Ni siquiera te das cuenta cuando te las arrancan de un mordisco. Una de las bestias anfibias, que en ningún momento había dejado de perseguirte, te ha dado caza al fin, y se las lleva, masticándolas como si fuesen un chicle. Caes sobre tus rodillas, y el aracnozonte se abalanza sobre ti, ensartándote al igual que a tu compañera.

Nunca una brocheta había sido tan romántica.

¡Estás muerto, has fracasado!

FIN

¿Por qué no lo intentas de nuevo?