EI22

La responsabilidad pesa sobre vuestros hombros, más todavía que la carga de culpabilidad por abandonar a su suerte a los tripulantes de la avioneta que tú, y solo tú, acabas de condenar a una muerte tan atroz como inimaginable. Ya no hay vuelta atrás, tus motivaciones son de fuerza mayor, y tus piernas tratan de comerle terreno al destino, mientras rezas todo lo que sabes para que el submarino siga allí cada vez que, a causa de los cocoteros, algún desnivel del terreno, o algún desvío inesperado, lo pierdes de vista a medida que te deslizas por el barranco.

Lucy avanza tras de ti, no porque le cueste seguirte, sino porque tú no le dejas que te adelante. Lo contrario estaría feo, tú eres un hombre, y además un ex marine.

Un halo de felicidad os envuelve una vez alcanzáis vuestro objetivo. Ahora, ocultos tras una pila de bidones y embalajes, contempláis como, al final de una larga pasarela de madera, se encuentra el dichoso submarino, aún amarrado ¡Gracias a Dios, aún no es demasiado tarde!, suspiras.

—¡Ostras Lucy! —clamas—. ¿Sabes una cosa? ¡Es increíble!

—¿Lo qué? —replica ella.

—Este puto lobo gris, no es un lobo cualquiera, es un U-X7 —explicas, mientras observas dicha marca en el fuselaje—. Jamás pensé que existiesen. Leí mucho sobre ellos en mis revistas pulp, ésas que tanto odias...

—¡Ya! —te interrumpe, frunciendo el ceño—, ¿las que están llenas de mujerzuelas ligeritas de ropa, no?

—¡Cómo eres, Lucy!, nada de eso, son..., son, exigencias del guion, cariño —haces una pausa—. De verdad, recuerdo..., sí, ya sé, era en Submarine Stories, y el número... ¡mayo, mayo de 1930! ¡Joder, qué bueno! En esa revista había un relato sobre un U-Boat, el U-X7; era un submarino diseñado especialmente para batir records de profundidad, y además, estaba equipado con unos súper torpedos atómicos, y además...

—Sí, ya sé, y además un montón de chicas en bikini correteando de proa a popa, y viceversa. Ya me conozco la historia Ray, chicas, monstruos y testosterona. Te lo digo en serio, deberías leer menos relatos pulp, tienes la cabeza que parece una pajarería ¡madura, hombre!

—Tú no lo entiendes cariño... ahora lo recuerdo todo. Eran torpedos de protones gamma, y... ¡cielo santo!, ahora va resultar que todo lo que sale en las revistas pulp es..., es... ¡es cierto, Lucy!

—¿Qué? —la mirada que te depara es, matadora— ¿tú te estás escuchando?

—Lucy, preciosa, no me mires así, y mira a tú alrededor. Observa todo lo que nos ha ocurrido hasta ahora. ¿Acaso lo dudas?

—Quizás tengas razón —Lucy se muestra complaciente—, ya no sé ni qué pensar. Lo único que sí sé, es que si queremos joder a ese puto kartoffeln habrá que colarse en ese pez de hojalata, y por mis ovarios, que lo vamos a hacer ¿estás conmigo?

Por un momento te quedas sorprendido. Como la dejes, se te sube a las barbas, y será ella la que tome las decisiones. Tanta iniciativa a veces te asusta, pero también te la pone dura a rabiar.

—Tranquila, preciosa —dices—, la táctica es cosa mía.

De pronto, ajenos a vuestra conversación de pareja, un centinela que de primeras os pasó desapercibido, dirige sus pasos hacia donde estáis. No os ha visto, pero si os movéis, u os empeñáis a seguir con la cháchara, entonces sí que estáis perdidos. También, os dais cuenta como un marinero sale del submarino, y comienza a cargar las cajas dentro. No hay tiempo que perder, pero si te precipitas no solo corres el riesgo de que os descubran, sino que además, y eso es lo peor, que te maten y luego secuestren a Lucy, para a buen seguro hacer cosas con ella que solo de pensarlas se te retuercen los sesos.

Observas detenidamente al centinela. Se muestra aburrido, hastiado, sin demasiadas ganas ni convicción en lo que está haciendo, es decir, caminar de un lado a otro. Su rutina consiste en recorrer la pasarela del muelle y, una vez se acerca a donde estáis, da la vuelta y se aleja, para regresar al poco rato.

Debes neutralizarlo antes de que su compañero termine de cargar las cajas, así que, sigilosamente, te ocultas tras uno de los bidones, el más próximo a dónde él se gira para cambiar de dirección. Aguardas el momento adecuado, tratando de sincronizar lo que piensas hacer con el ir y venir del marinero.

Tras varias oportunidades, que no son todo lo oportunas que hubieses deseado, y mientras te lamentas de no tener contigo al bueno de Ronin, especialista en estas tareas, llega la buena. El marinero acaba de entrar en el submarino, y justo en este momento, el centinela se dispone a girar junto a ti. Una vez te da la espalda, te abalanzas sobre él y, mientras con una mano le tapas la boca, con la otra le partes el cuello. El "crack" suena fuerte, pero nadie lo ha escuchado, excepto Lucy, a quien se le escapa una sonora exclamación de repugnancia.

Antes de que regrese el marinero a por otra caja tiras del cuerpo del soldado, agarrándolo por los sobacos, y ocultándolo tras los bidones. Una vez a salvo de miradas indiscretas, lo registras. Encuentras un paquete de cigarrillos, un cuchillo, y un par de cargadores para el subfusil que porta. Se lo requisas todo, y lo abandonas tras de ti.

Ahora vas a por el marinero.

Avanzas posiciones entre las cajas y los bidones. Una vez te encuentras en la posición adecuada arrojas la cajetilla de tabaco al suelo, en un punto que no pase desapercibido para tu víctima, y que le obligue a acercarse lo suficiente como para que puedas abordarlo sin que dé el aviso de alarma.

Todo te sale a pedir de boca, e incluso esta vez ni siquiera has hecho el más mínimo ruido. Le has cortado el cuello con el cuchillo, lo hace que Lucy se tenga que tapar los ojos al pasar sobre el charco de sangre que fluye sobre la pasarela del muelle. Puede que no haya sido una buena idea, pero en una isla donde todo es posible, quien va a sospechar de ti. Un oficial de las SS no es tonto, y sabe que los bichos mutantes no degüellan marineros incautos, así que mejor ocultar el cuerpo. Lo arrastras junto al del centinela. El submarino zarpará de un momento a otro, así que no crees que pierdan tiempo en buscarlos; si es que sus vidas le importan a alquilen.

Lucy y tú os metéis en la boca del lobo, de un lobo gris, aunque en este caso entráis directos por la panza. En el interior todo semeja en calma, hasta que, de pronto, comienza a sonar una sirena. Escuchas una orden por el altavoz:

¡Sí, se hace a la mar! Respiras con alivio.

Rápidamente, buscas un sitio donde ocultaros. Ya no hay vuelta atrás. Rumbo a la Fosa de las Marianas, y con el objetivo inequívoco de abrir el Portal Oscuro, ahora todo depende de vosotros, si es que todavía queréis salvar el mundo, pero la realidad es que no sois más que dos polizontes, y hacer valer la vuestra antes de que sea demasiado tarde, no os será sencillo.

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