SA18

Ahora o nunca. El revuelo de los soldados en el almacén de la puerta suroeste se asemeja a un avispero sacudido por un visitante inesperado. Desde las sombras de vuestro escondite asomas el cañón de tu arma, trazando una línea imaginaria entre el punto de mira y el parche del teniente Wittmann. Aspiras, equilibras tu peso, mantienes el pulso y, como si acariciaras el pétalo de una flor, deslizas el dedo índice por el gatillo.

La detonación hace que una lluvia de rubíes se desboque desde la cara oculta de Wittmann. La imagen de su cuerpo cayendo sobre el difunto capitán Solloway se ralentiza a cámara lenta delante de tus ojos: la mano de Lucy sobre tu hombro, el rugido de los guardias alemanes, el eco intermitente de la alarma. Después todo recupera la realidad del tiempo, incluso más rápido de lo normal.

Las astillas vuelan a tu alrededor arrancadas a mordiscos por las balas nazis.

Lucy y tú, espalda contra espalda tras la cobertura de una de las enormes cajas de madera, vibráis con el retroceso de las ametralladoras percutidas, en una danza mortal. Los enemigos caen acribillados dibujando regueros de sangre aria con cada impacto. Por unos segundos ves sonreír a Lucy, tú le devuelves la sonrisa en una epifanía: nadie os podrá separar pase lo que pase.

El primer balazo te da en el hombro. Su dolor te hace detenerte, visualizar las posibilidades que tenéis de escapar con vida cuando te das cuenta de que más soldados vienen a relevar a los caídos.

Habéis cortado la cabeza de la serpiente, pero su presa os asfixiará con su rigor mortis.

Lucy y tú morís a manos de los nazis, uno junto al otro. Os habéis llevado por delante a la gran mayoría de los enemigos, evitasteis que el Mundo caiga bajo el yugo nazi. El Portal Oscuro sigue sin abrir, por ahora.

El planeta no os recordará como héroes, pero eres uno de los más valientes que ha sucumbido en el olvido. Enhorabuena y vuelve a intentarlo, este libro necesita lectores con agallas, como tú.

FIN

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