Shogun Serie TVBasada en la novela de James Clavell, Shogun fue una de las mejores series televisivas de los años 80, totalmente disfrutable hoy en día

Que la década de los ochenta fue la mejor del siglo pasado, y puede que incluso del presente, es algo que los más jóvenes puede que jamás lleguen a comprender, pues en los tiempos que corren resulta dificil vivir la vida sin internet, y con solo dos canales de televisión. Pero hubo un tiempo en que las novedades tenían la capacidad de sorprendernos, algo que cada vez resulta más difícil. La década de los ochenta será recordada por acercar una nueva forma de ocio y entretenimiento a los hogares, y donde el video y las cintas VHS marcaban tendencia: Historias de videoclub (I). Pelis de acción, años 80. Sin embargo, entre el aluvión de películas y series que se disputaban el prime-time, hubo una serie de tan solo ocho episodios de una hora de duración, que en realidad bien podría catalogarse como una película en sí misma. Esta serie se llamaba Shogun, y estaba interpretada por un fabuloso Richard Chamberlain. Ficción histórica de aventuras con un grado de exotismo que jamás antes se había visto en la pequeña pantalla, y que acercó un mundo desconocido a una gran cantidad de hogares. Y, lejos de ser una serie que haya envejecido de mala manera, acabo de verla, y puedo afirmar que sigue siendo igual de cautivadora que lo fue en su estreno, cuando la emitían los viernes por la noche. Perdón, los viernes no creo, que por aquellas andaba el Un, Dos, Tres, y según acabo de ver en algunos foros, se emitía los lunes por la noche, aunque yo no lo recuerde así.

Shogun narra las peripecias de un pirata inglés (Blackthorne) que alcanza la costa de japón; un pirata que se esfuerza en hacer valer su patente de corso, y sus principios nobles, pero un pirata al fin y al cabo, término y cuestión que sale a relucir unas cuantas veces. Blackthorne no solo llega a sobrevivir a un entorno hostil, sino que además se convierte en el primer samurai extranjero. Shogun es una serie ambientada en el sigo XVII y fuertemente estigmatizada, donde españoles, portugueses, y jesuitas son los malos malísimos, demonios que se comen a los niños, y una plaga de avaricia, codicia, y traición que no conoce límites. Los japoneses, una sociedad primitiva, arcaica, e incapaz de alcanzar el progreso por sí misma. Éste es precisamente el motivo por el cual, el señor Toranaga (Toshirô Mifune), no solo decide perdonarle la vida al protagonista, el piloto mayor John Blackthorne (Richard Chamberlain), sino además, convertirlo en su confidente y protegido: Hatamoto. Los conocimientos que atesora Blackthorne, son fundamentales, algo que queda demostrado en una de sus primeras conversaciones, donde se pone de manifiesto que los japoneses ni siquiera saben que la tierra es redonda. Por supuesto, el pirata Blackthorne es el perfecto ejemplo de justicia y honor, aunque él prefiera llamarse comerciante con patente de corso. El Barco Negro, cargado con el oro de los jesuitas rumbo a Europa, será su objetivo principal.

A lo largo de toda la serie, el primitivismo de los japoneses frente a la mentalidad europea, mucho más avanzada, toma forma en todo tipo de comentarios. Un claro ejemplo lo encontramos cuando la voz que narra la serie comenta como los japoneses no utilizan carros con ruedas, para no dañar los caminos. Las comparaciones con el mundo occidental son constantes. Los japoneses apenas conocen el poder de las armas de fuego, algo que ya hemos visto en otras películas situadas en una línea temporal posterior, como es El Ultimo Samurai, la cual en cierto modo se basa en esta serie televisiva. Sin embargo, lo que más llama a la atención, es la actitud del protagonista, todo un gentleman inglés que a veces da la sensación de haber viajado del futuro, pues de otra forma no se puede entender su sorpresa cuando un señor feudal, o un samurái, arrebata la vida de un subordinado sin miramientos, o cuando observamos como las mujeres son propiedad de sus maridos, quienes pueden disponer de ellas a su antojo, incluso pegarles porque así lo deciden. O mucho me equivoco, o este tipo de comportamientos eran igualmente comunes en la Europa de aquella época, donde la vida no tenía ningún valor.

Llama la atención ver al protagonista con sus espadas de samurái, actuar como un samurái, y que en los ocho episodios que dura la serie ni en un solo momento se le vea empuñando una catana. De hecho, jamás la utiliza. La acción pura y dura es más bien escasa en todo el metraje, por no decir casi nula. Si esperas ver grandes batallas, peleas, escaramuzas, o abordajes piratas, esta no es tu serie. Ni siquiera tendremos la oportunidad de ver el tan anhelado enfrentamiento entre una catana y una espada ropera, algo mil veces comentado en todo tipo de foros, y que históricamente existen algunas evidencias de que enfrentamientos de este tipo sí llegaron a producirse.

Shogun no es una serie de acción, sino un drama de aventuras con salpicaduras románticas. Aunque más que salpicaduras, parece un chorreo constante. Hay secuencias de pasteleo que a veces producen vergüenza ajena, en plan, yo te quiero, no yo te quiero más, y así hasta el infinito.

La serie avanza a buen ritmo, hasta el último episodio, donde los hechos se precipitan en tromba, y además de forma dramática para las aspiraciones del protagonista.

Un aspecto sumamente curioso de esta serie es su aspecto didáctico. No solo por mostrarnos las costumbres y los entresijos de la sociedad nipona feudal, sino también por el interés en mostrarnos cómo se aprende su idioma. A veces da la sensación de estar viendo un capítulo para aprender idiomas que una serie de aventuras. Y es un gran mérito por parte de los productores el hecho de abordar la cuestión lingüística con pericia, fidelidad, y sin aburrir al espectador. Gran parte de los personajes principales hablan en japonés y sin subtítulos, aunque, hábilmente, los guionistas buscan la excusa necesaria para ubicar a alguno de los pocos personajes que pueden hacer las veces de traductores, junto al piloto mayor, que nunca se queda solo cuando lo requieren las circunstancias. El pobre, a pesar de sus esfuerzos, en los ocho episodios que dura la serie apenas logra avanzar más allá del chapurreo básico.

Veredicto: A pesar de ser evidente el pie del que cojea, esta serie es IMPRESCINDIBLE, y lo decimos con mayúsculas. Primero, por el significado que tuvo en su momento, y segundo, por la muestra de habilidad de guionistas y productores en ofrecernos una narración de los hechos, que lejos de ser sencilla, así lo parece. Todo un relato de unas cuantas horas, digno de ser serializado en los mejores pulps de aventuras exóticas, y todo un ejemplo de inspiración para nuestros escritores; escritores pulp, que ya deberían estar poniendo a punto sus máquinas de escribir ante la inminente convocatoria concurso, que siempre lanzamos en primavera. ¿Alguién se atreverá con un relato en el que veamos un duelo de espadas roperas y catanas samurais? ¡Veremos!

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