Difícil ser escritor, difícil ser diferente
Cuando alguien emprende un proyecto, bien sea uno como esta página web, o bien sea escribir una novela pulp, lo más normal es dejarse llevar por la ilusión y enfrascarse en todo el proceso creativo que una aventura así supone. No es normal pensar en las dificultades, ni en los problemas, ni en cosas de este tipo. Simplemente lo haces porque te apasiona, y las dificultades ya se irán solventando a medida que vayan apareciendo. Así es cómo funciona esto, y así es cómo funciona un servidor. Lo que no sabía, cuando comencé mi aventura, es que vivía encima de una bomba de relojería; una bomba que finalmente ha explotado, llevándose al cementerio buena parte de mis ilusiones. Una bomba en forma de bar.
Sí, todos sabemos que España es por desgracia el país más ruidoso de Europa, y no me extrañaría nada que del mundo mundial. Y también es cierto que a todos nos gustan los bares; hasta que vives encima de uno, claro está. Últimamente no hago más que andar con órdenes y decretos para arriba y para abajo; una labor tediosa que me quita mucho tiempo para escribir, pero que tengo que hacer. Aunque tampoco hace falta consultar mucha legislación para saber de qué lado están las leyes; leyes que siempre están del lado que más paga.
Me encuentro atrapado en una pesadilla digna del escritor más macabro. Este bar, ese dichoso bar…, sé que acabará conmigo, pero no pienso rendirme. Nunca antes me había preocupado por estas cosas, y descubro estupefacto que un simple bar, con licencia de Café Bar de los años sesenta / setenta, que no está insonorizado (de aquellas los bares cerraban todos a las doce), y en un edificio antiguo, pueda permanecer abierto en Galicia hasta las 03:30 horas de la madrugada. Increíble, pero cierto. Supongo que los legisladores deben creer a pies juntillas que lo normal en un café bar a las tres de la madrugada es estar comentando la última novela de Pérez Reverte, mientras uno se toma un café con calma y sosiego, ambos clientes habituales de este tipo de establecimientos. Claro que sí.
Hasta ahora jamás hubo problemas, pues el antiguo dueño cerraba temprano, pero los nuevos… ¡hay madre! Lo curioso es que en este bar solo trabajan oficialmente dos personas para un horario intensivo de lunes a domingo; que curioso. Y todavía me toca sufrir otra hora más de limpieza, arrastrando mesas y sillas como si estuviesen entrenando para alguna nueva modalidad olímpica. No sé cómo hacerles entender que de esto no hay competiciones, pero nada, ellos siguen entrenando, erre que erre. ¡Ah!, y al día siguiente toque de diana a las 07:30 horas, no falla. No sé ni para que cierran. Resultado: estrés e insomnio crónico, así de fácil.
Andar con denuncias por aquí, denuncias por allá, es una nueva actividad que desconocía, y que me está quitando mucho tiempo, pero también tiene su lado positivo. Al margen de conocer gente nueva y muy agradable en los diferentes organismos, que si bien muestran empatía con tu causa poco o nada pueden hacer, también he aprendido a clasificar una gran cantidad de berridos diferentes, que ni en un documental del National Geographic sería posible tenerlos todos juntos. Aunque espeluznante, no deja de ser curioso el hecho de escuchar estas conversaciones a berridos entre un grupo de personas cuyo vocabulario difícilmente alcanzará la docena de palabras. He llegado a la conclusión que se hacen entender únicamente por la entonación del berrido, y probablemente del gesto que los acompaña, aunque para comprobar esto tendría que practicar un orificio sobre la planchada. No deja de ser interesante.
Resulta contradictorio como en época de crisis económica, como la actual, haya bares como éste, llenos hasta los topes todos los días de la semana. La mayoría de los clientes en este caso son jubilados y parados; y a más parados, más clientes tiene el bar. No quiero cargar las tintas contra este tipo de establecimientos, pero no me parece normal que un simple bar pueda estar abierto hasta las 03:30 horas de la madrugada; y más si cabe si no está insonorizado. Para esos horarios ya están los pubs, y establecimientos de este estilo, con sus medidas y sus impuestos especiales, al menos en teoría. Pero así está la ley. Me pregunto si estos productores de berridos conocerán otras formas de ocio. Me pregunto si sabrán lo qué es internet, y me pregunto si alguna vez habrán leído una frase más larga que los titulares del diario Marca. Me gustaría ver cómo reaccionan si de repente apareciese un libro sobre la barra, entre las copas y los carajillos. ¿Se atreverían a tocarlo? Probablemente el barman lo hiciese desaparecer de inmediato. Un libro podría ser una amenaza para su modelo de negocio. Para algunos un hecho así sería apocalíptico; el fin del mundo.
Escribo estas líneas mientras escucho de fondo a un tertuliano en la televisión, hablando sobre violencia de género, y no deja de ser irónico. Raro es el político que no le gusta hablar de estos temas, la mayoría de las veces palabras grandilocuentes y vacías. Desconozco si habrá alguna relación estadística entre bares y violencia doméstica, y si la hay no me extrañaría que estuviese archivada en la carpeta de “cosas a revisar, un día de estos”. Sin embargo, cuando interesa, bien fácil y rápido que se suben al carro de la censura, y da igual si quien conduce es el mismísimo Fredic Wertham… ¡Dios mío, que peligrosos son los pulps! Eso decían antaño. Ahora, donde antes decían pulps, dirán videojuegos. La culpa siempre va de un lado a otro según la conveniencia del momento, y no de la razón.
Si queremos caminar hacia una sociedad avanzada, con este tipo de leyes lo único que hacemos es dar pasos en la dirección contraria. Pero esto es España: Bares y Futbol para entretener al paisano, mientras los políticos disfrutan de sus tejemanejes. Supongo que el problema es que nadie quiere que esto cambie. Los paisanos por miedo a lo desconocido, y los que mandan, por miedo a trabajar; a tener un trabajo de verdad.
Es difícil, muy difícil escribir en estas condiciones. No ya por la falta de concentración que acarreo desde hace un año, momento en el que comenzó esta pesadilla y que no tiene visos de terminar, sino también por la falta de sueño y el desequilibrio que supone vivir en estas circunstancias, entre amenazas constantes. Aun así, tengo la intención de dedicarle un relato pulp a todo esto como se merece. Aunque solo sea sobre el papel, al menos haré justicia a mí manera. Mientras tanto…, no me queda otra que hablar, denunciar, y escribir.
Sé que no cambiaré el mundo yo solo, pero al menos pondré mi granito de arena para solucionar un problema del que ahora formo parte, que sé que también sufrirá mucha otra gente, y que es un claro síntoma de que algo no funciona en la sociedad de este país, cada vez menos avanzado, y cada vez más lamentable. Y es una pena, porque España es un país precioso; pero también un país que desprecia a los escritores, y a la gente que en general no se siente identificada con esa fórmula de hacer país: bares, futbol, telebasura, y políticos corruptos. Una simbiosis perfecta. Y los unos sin los otros no pueden existir. Incluso algunos dirán que los pulps son otra forma de ocio basura, como siempre se ha dicho; y nada más lejos de la realidad, pero ésta ya sería otra discusión. Además, un escritor pulp no molesta a sus vecinos. Atrás quedan los tiempos de las máquinas de escribir Underwood años 20. Las teclas de ordenador son bastante más silenciosas.
Si saliese a la calle a recoger firmas, y pusiese dos opciones: una para que el horario de los bares se redujese una hora; y la otra para que se ampliase otra hora ¿cuál creéis que ganaría? Al final la culpa no es de los políticos, sino de la gente, que no quiere cambiar. Lástima que los ahorros no alcancen, sino me iba a vivir al campo, yo, mis circunstancias y la conexión a internet, para no dejar abandonada la web, claro. Pero ya sabemos que de esto, como escritor, no se vive; es más, en muchos casos ni siquiera da para cubrir gastos. Lo de emigrar a otro país todavía no lo contemplo, pero a este paso…, todo es posible.
Y donde digo bar, otros podrán decir vecinos insoportables, o cualquier otra situación invasiva o molesta. El problema de fondo es un problema de educación; respeto y educación. Dos características fundamentales de una sociedad avanzada, y desgraciadamente estamos a años luz de algo parecido. Diría que ahora estamos de vuelta, tras haber fracasado en el intento.
En fin, tribulaciones de un escritor; un escritor de ficción pulp..., que probablemente no le importen a nadie.
Poco, muy poco David para mucho Goliat.
El ruido, un grave problema social. Y da igual si eres escritor, empresario, o astronauta. Cuanto te toca, te acuerdas de la familia y todos los parientes de quien está detrás: Ruido, Estrés y Cáncer