La soledad y la avaricia del escritor, frente al desprecio y la suspicacia del lector. Hoy toca un ejercicio de reflexión crítica y mordaz, uno de esos que suelen no gustar a todo el mundo.
1) La soledad del escritor y el desprecio del lector: Bien, a grandes rasgos, ¿esto qué significa? Pues algo así como cuando nuestras madres preparan con todo mimo la cena de navidad, durante horas y horas, para que luego en un abrir y cerrar de ojos solo quede un motón de desperdicios sobre la mesa, y todo el mundo acordándose de la virgen que se está peinando, o los peces que beben en el rio, pero nadie de la cocinera ¿verdad? Sí, ésa que está fregando los cacharros mientras tanto, más que nada para ir adelantando la faena. Hoy vamos hablar de la relación entre los escritores y los comentarios de los lectores.
Existen muchas clases de escritores, así como muchas clases de lectores. No sé si en algún sitio habrá una clasificación de unos y otros, que seguro que la hay, aunque no creo que sea necesario llegar a tanto. Básicamente hay dos tipos de escritores, los que escriben para sentirse realizados, y los que escriben como un medio para conseguir un fin, es decir, fama, dinero, o ambas cosas. En cuanto a los lectores, pues bueno, esto ya es más complicado, pero según el caso que nos ocupa, podríamos dividirlos entre agradecidos, y desagradecidos.
Para un escritor que empieza lo más importante, sobre cualquier otra cosa, es obtener un mínimo de feedback, sea positivo o negativo; en definitiva, que hablen de uno. Por feedback nos referimos sencillamente a opiniones constructivas. Resulta desolador presentar tu obra al mundo, y que se la descarguen mil personas, y que nadie te deje un solo comentario. Para un escritor que empieza es muy duro no saber si lo que escribe es bueno o malo, pero más aún ver que su obra se mueve, y ni siquiera así obtienes ese preciado comentario. A veces casi es mejor poner tu obra a la venta a un precio altísimo, antes que dejarla gratis. De esta forma si vendes diez ejemplares, y nadie se ha cagado en la madre que te pario, entonces sabes que lo que escribes es bueno o muy bueno. La gente suele opinar cuando se le toca al bolsillo, máxime si lo que ha pagado no cumple las expectativas.
Por naturaleza el lector suele ser reacio a dejar sus comentarios. La mayoría de las veces porque la obra es un bodrio absoluto y no ha pasado de la primera página. ¿Qué va a decir entonces? ¿Qué la obra es una mierda, y así hundir al pobre escritor? No dice nada, y punto pelota. No merece la pena. Que sea otro el valiente. ¿Pero qué sucede cuando la obra no es del todo mala, e incluso se la ha leído completa? Nada, el lector pasa a la que sigue. Sin embargo, la mayoría de lectores si suelen dejar comentarios si la obra es de un escritor del segundo grupo, es decir, aquellos que escriben para ganar dinero, que viven de ello, que son famosos (ojo, condición sine qua non), y que seguramente jamás leerán ninguno de los comentarios que dejan sus lectores. Es una situación curiosa, el escritor que desea leer comentarios, no encontrará ninguno; y el lector que se afana en comentar la última novela de Stephen King en portales web al uso (más que nada para que lo lean a él mismo, cayendo en la redundancia de ser un escritor que necesita que le lean, sin saberlo), jamás obtendrá una sola lectura del autor en cuestión. Y a veces te encuentras con críticas y comentarios verdaderamente impresionantes por el grado de análisis que despliegan, y casi siempre perdidos entre otros miles, pues a todos les da por comentar la misma ficha. Si me quieres, no te quiero; y si no me quieres, te quiero. La vida misma.
La situación sobre la que reflexionamos, o más bien queremos reivindicar, no es nueva. A muchos les sonará familiar. Internet está plagado de escritores noveles que amablemente ceden sus obras; y como esperen un solo comentario (sincero por lo menos), ya pueden comerse los mocos. En nuestro caso concreto podemos poner por ejemplo las ediciones gratuitas Amanecer Pulp o Halloween Tales, con miles de descargas, pero solo con cuatro o cinco comentarios, y que apenas suelen entrar en detalles. Y eso que los casos citados son obras de varios autores, con lo que se supone que al estar muchos de ellos implicados se podría obtener más retroalimentación que en el caso de un solo autor vagando en soledad por el desierto. Pero ni por esas. Muchas veces me lo imagino, a ese escritor desolado con su típico blog en blogger o wordpress, parafraseando al niño del anuncio de “¡un palo!”, por “¡un comentario!”, “un comentario”, una mañana cualquiera en la que la diosa fortuna le ha sonreído al encender el ordenador y revisar su web. Sin duda una sensación orgásmica.
Lo que sucede con nuestras publicaciones no es ni un caso aislado, ni propio. No citaré otros ejemplos para no hacer mella en la herida, pero basta hacer un repaso a las muchas publicaciones actuales, tanto de otras webs, como de autores que se autopublican en diferentes plataformas, para darse cuenta que el comentario constructivo es una especie en peligro de extinción. A lo sumo, sí es posible encontrar, en algunos casos, una retahíla de comentarios vacíos de significado, así como más falsos que un billete de bitcoins. Me refiero a los comentarios del tipo “una obra fantástica”, “la he disfrutado mucho”, “lo mejor que he leído en mucho tiempo”, “el nuevo Stephen King de la literatura española”, entre otros. Halagos que no sirven para nada, más bien todo lo contrario.
2) La avaricia del escritor y la suspicacia del lector
¿Sin comentarios? ¡Eso lo arreglo yo ahora mismo! Dado el caso, y teniendo en cuenta tanto el anonimato como las ventajas tecnológicas de la red a efectos de marketing, curiosamente nos encontramos con un nuevo tipo de escritor que, ni corto ni perezoso, hace lo que sea por obtener el preciado comentario, optando así por la vía rápida directa al éxito y la fama: ¡El autobombo! Es decir, o bien se comenta a sí mismo utilizando falsos nicks, o bien compra reviews; paga a otros para que le comenten y promocionen su obra en plataformas como Amazon ¡yeah! De hecho, ya me he topado en diferentes foros con todo un mercadeo de reseñas, que hasta puede que sea un negocio lucrativo, después de todo. Habrá que seguir de cerca el fenómeno, y ver a cómo cotizan las reseñas en la bolsa de Nueva York. Al fin y al cabo de algo hay que comer, y cuando hay hambre los escrúpulos no alimentan.
En concreto acabo de revisar una obra en Amazon, con unos diez comentarios ultra positivos, tanto en la tienda de Amazon.es (España), como en la de Amazon.com (USA), y nada más leer el primer párrafo de la obra (en la muestra gratuita que permite la tienda americana: “click to look inside”), encuentro una falta de ortografía de las que claman al cielo; una de esas que te hacen sangrar los ojos. Obviamente, y en este caso ejerciendo mi papel de lector, la suspicacia es mi mejor aliada, y de inmediato no solo desconfío de la validez de los comentarios, sino también de la identidad de los mismos. O lo que es lo mismo, la obra es una mierda y no se la lee ni su madre, pero eso es lo de menos. Lo importante es forzar la suerte, y con que muerdan el anzuelo unos pocos incautos, el autor logrará su objetivo: ganar dinero. Salvo excepciones, poco más que unos céntimos a lo sumo.
Comentarse uno mismo, o pagar por que otros comenten positivamente tu obra, es a efectos de marketing una de las técnicas más rastreras habidas y por haber. No solo hace que el escritor novel pierda el sentido de la realidad (aunque en algunos casos dudo que esto le preocupe), sino que tomando al lector por tonto, pretendiendo sacar unos pocos euros a cambio de un engendro mal parido, es algo que nos perjudica a todos, pues el lector será cada vez más desconfiado, más suspicaz, y más desagradecido.
Vender ebooks es un negocio, no sé si bueno o malo, pero es un negocio. Es sabido que en Amazon, si un ejemplar obtiene un número de ventas determinado, en un plazo de tiempo determinado, se alza a los primeros puestos de las listas, lo que hará que se venda más y mejor. Dado el bajo precio de los ebooks manipular estas listas no resulta caro. Por desgracia Internet está plagado de alimañas cuya única meta es ganar dinero sin importar el cómo. El plagio de contenido, o la venta de ebooks más chusqueros que un pedo bajo las sábanas, es solo uno de los muchos ejemplos existentes, pero éste es el que más nos afecta a los escritores noveles. No me extraña pues que haya tanto lector espantado, no es para menos. Seguro que el que compre un par de estos ebooks no repite.
Ahora bien, no siempre esto es así. No siempre la obra es mala, sino todo lo contrario. Y lo único que necesita es un ligero empujón. Las redes sociales hacen milagros. Y algo bueno, tirando a regular, tocando las teclas adecuadas puede convertirse en todo un best seller. Quizás en estos casos, sí el fin justifique los medios, o no. Ésa es la pregunta. ¿El fin justifica los medios?
¿Y entonces, como atravesar el desierto en solitario? La situación es jodida. Un escritor al que nadie conoce, al que nadie quiere, y que se encuentra en medio de un desierto interminable, con todos los pertrechos a cuestas: tareas de edición, corrección, ilustración, promoción, y hasta un manual de creación de páginas web; y no olvidemos la novela, su obra, ¿le quedan fuerzas para además cargar con moral y principios? Éste no da ni dos pasos. Lo más probable es que jamás logre atravesar dicho desierto, y está claro que un comentario es como un oasis, donde recargar pilas y coger fuerzas para seguir.
Un comentario no cuesta nada, y al autor le vale mucho. Un comentario supone la diferencia entre seguir haciendo las cosas mal, o simplemente dejar de hacerlas, porque crees que a nadie le interesa. Un comentario es un oasis en medio del desierto.
Arriba: Un desolado escritor, en su infinita y tortuosa travesía, siendo asistido por un agradecido lector, quien le proporciona algunos comentarios sinceros.