EI18
Estáis a salvo, aunque por poco tiempo. Cuatro bestias os acechan golpeando con fuerza los barrotes de la jaula. Pronto serán cinco, cuando se despierte la que ahora yace sobre un charco de cloroformo. Lucy y tú os abrazáis. Por suerte no tienen ni la mitad de fuerza o fiereza que la transformación de Ronin, aun así se muestran implacables. Quieren vuestras vísceras, y es cuestión de tiempo que las consigan.
Entonces escucháis una explosión, seguida de unos tiros. Al otro lado de la puerta alguien corre por el pasillo.
—¿Chicos, estáis ahí?
Es la voz de vuestro capitán, Jack Solloway, la cual nunca habías creído que te causaría tanta ilusión escucharla.
—¡Estamos aquí! —gritas, a la desesperada—. ¡Date prisa, Jack!
Solloway echa la puerta abajo y, acto seguido, las bestias se abalanzan sobre él. Dos ráfagas cortas de su metralleta hacen el resto. Lucy y tú salís de vuestro escondite.
—Lo siento chicos, pero he tenido que abandonaros. Tenía una misión —explica Solloway, entrecortado.
—¿Una misión? —Replica Lucy.
—Sí, trabajo para el OSS, y...
—¡Joder! —interrumpes— ¡Desde el principio me olía algo raro en toda esta mierda!
—¿Recordáis la extraña señal que detectamos? —continúa Solloway—, proviene de una nave alienígena, en su interior hay un artefacto de poder inigualable, tan avanzado tecnológicamente que aún no podemos comprender su potencial... al que llaman el Cubo de Togolek.
—Sí, —dice Lucy—, algo hemos oído.
—Cada una de las seis caras de ese cubo —continúa Solloway— es un portal a otra dimensión. La cara de color negro se conoce como el Portal Oscuro, y los nazis quieren abrirlo.
—¿Por qué? —replicas.
—Al otro lado —explica Solloway— está el lugar donde nacen y a donde van a morir los demonios. Los nazis quieren controlar el portal para resucitar a Hitler e instaurar el Cuarto Reich.
—Ya entiendo —dice Lucy—, y para ello necesitan esa llave...
—La llave cósmica —dice Solloway—. Por eso os tuve que dejar. Debía encontrarla antes de que lo hiciesen los nazis, pero fracasé. Ahora necesito de vuestra ayuda para recuperarla. El teniente Wittmann se dirige al fondeadero y pretende zarpar en un submarino con ella. Si no lo impedimos, y llega a la nave espacial, estamos perdidos. ¡Toda la humanidad estará en peligro!
—¡Arreando! —clamas.
Abandonáis el bunker a toda prisa. A vuestro paso cadáveres de soldados nazis, probablemente los que acaba de abatir Solloway. Haces un cálculo rápido, y piensas que el teniente Wittmann debe ser el único Kartoffel con vida de toda la isla, pero te equivocas. Todavía queda otro, al menos, aunque por poco tiempo. Uno de los cadáveres se rebela, se levanta a vuestro paso, pues no estaba muerto, sino malherido, y dispara su última ráfaga contra vosotros, justo antes de morirse ya por completo. La espalda de Solloway detiene la lluvia de balas, cayendo muerto en el acto.
Frunces el ceño, y Lucy te pregunta, inquieta:
—¿Podremos con todo esto nosotros dos?
—Cariño —replicas—, ¿sabes lo que suele decir Raymond Martini en un momento como éste? ¡Pero qué pasa!
Ella sonríe, y te estrecha con sus brazos, antes de darte un beso apasionado.
Ahora, tú, y ella estáis solos, y tenéis una misión: salvar a la humanidad.
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