«El Amo ha muerto» es un relato pulp de Harry Bates, llevado al cine bajo el título «Ultimatum a La Tierra», versiones de 1951 y 2008. Reseña por Eihir
A diferencia de artículos anteriores, donde las obras analizadas mostraban a los alienígenas como seres perversos ansiosos con hacerse con nuestro planeta a costa de asumir cuerpos humanos o bien de esclavizar sus mentes, en esta ocasión toca hablar de extraterrestres amistosos (y no, no es el E.T. cabezón de ojos grandes). El Amo Ha Muerto (Farewell to the Master, 1940) es un relato del escritor Harry Bates famoso por ser la base del guion de la película clásica de ciencia ficción Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951). En el presente artículo trataremos de analizar tanto el relato de Bates como la película clásica, además del remake de 2008 protagonizado por Keanu Reeves. Vayamos por partes.
El Amo Ha Muerto (1940)
En 1940, cuando Farewell to the Master (El amo ha muerto) fue publicado en la revista Astounding Stories of Science Fiction, el miedo a la guerra nuclear no era aún algo generalizado. A diferencia de los relatos sobre alienígenas que se podían encontrar en la época, Harry Bates decidió escribir una pequeña historia (en unas pocas horas se lee de cabo a rabo) sobre qué ocurriría si de repente apareciese una nave del espacio en nuestro planeta y no supiéramos absolutamente nada acerca de sus ocupantes, ni quiénes son, ni de donde vienen, ni que quieren de nosotros.
El argumento es bastante simple, y ya adelanto que muy distinto de lo que puede verse en las dos películas que lo adaptaron, y trata sobre la repentina aparición de un ovni en el Capitolio (la nave no desciende de los cielos, simplemente aparece, lo que suscita a imaginar que se trate de un viaje en el tiempo o de tipo interdimensional y no la típica nave de Marte que viene de visita a tocar las narices a nuestro planeta). Cuando todo el mundo empieza a impacientarse porque no ocurre nada (creo que pasan un par de días) de repente el ovni se abre y aparece el visitante y su robot. El alienígena resulta ser un amable y bello ser, mientras que su robot es un ser grande de temibles ojos rojos (mide unos dos metros y medio, es de metal y parece que en cualquier momento te puede pulverizar con su mirada laser). Y entonces el visitante dice su primera frase: «Yo soy Klaatu. Y este es Gnut». Y cuando todo el mundo iba a lanzar vítores y arrodillarse ante los nuevos dioses del espacio, entonces al desgraciado de turno escondido en un árbol se le ocurre disparar al recién llegado con un rifle, como si de un Lee Harvey Oswald desquiciado se tratase. ¡Pero qué malos anfitriones somos los humanos!
Como lo que mejor sabemos hacer es ocultar la mier… esto la basura bajo la alfombra, pues a los políticos de turno se les ocurre enterrar al tal Klaatu y construir un museo donde está la nave y el robot Gnut (este último al parecer tiene las pilas agotadas y permanece inmóvil tras la muerte de su supuesto amo). Y aquí es donde empieza lo bueno, pues un periodista inquisitivo advierte de que en realidad el robot si se mueve cuando nadie lo está mirando, y tras someterlo a estrecha vigilancia se da cuenta de que Gnut se dedica a extraños menesteres…
Me gustaría contar el final de la historia, pero sería un auténtico spoiler ya que no tiene absolutamente nada que ver con las películas, y existe una frase final que hace reflexionar al lector sobre lo que en realidad ha ocurrido y que a mí me sorprendió mucho y de forma agradable. Solo puedo añadir que aquí no encontraréis ese mensaje de advertencia a la humanidad, ese castigo destructivo por ser unos seres malvados que arruinan su propio planeta y que son una especie peligrosa para todo el universo. No hay niños con ansia de protagonismo, ni historias de amor entre visitantes y adorables féminas humanas (como ocurre en Starman, película de 1984 con la que existen ciertas similitudes). Solo está Gnut y el periodista, y lo que ocurre al final con Klaatu que en el relato no es más que un elemento de la narración con escaso protagonismo. Y aparte de ese final intimista y sorprendente, no hay más.
Conozco a mucha gente que ha leído el relato y no les gusta, debido a que tras ver la película uno se espera algo más, y no lo que aquí se encuentra. Yo opino que el relato no tiene la culpa, es lo que es y ya está. Es como ocurre con el Hobbit, Tolkien escribió un cuento corto más o menos infantil, no tiene la culpa de que Peter Jackson lo convierta en casi nueve horas de película que poco tienen que ver con la idea original (ojo que a mí sí que me han gustado las pelis, pero con una sola habría bastado para adaptar el libro). Pues aquí ocurre lo mismo.
Ultimatum a la Tierra (1951)
La primera de las películas basadas en el relato fue dirigida por Robert Wise con Michael Rennie como Klaatu y Lock Martin bajo el disfraz del robot Gort (aquí le cambian el nombre al robot). A diferencia de otras producciones de la época, aquí no hay mensaje anticomunista, pero sí uno de advertencia antibélico.
El argumento, como ya hemos dicho antes, difiere bastante del relato de Bates. El ovni esta vez sí baja del cielo, como manda la tradición de las naves marcianas, por lo que es detectado con la antelación suficiente para disponer de todo un comité de bienvenida militar ante el inminente aterrizaje en un parque. Cuando Klaatu se baja de la nave para presentar sus respetos con un artilugio extraño en las manos, uno de los soldados se pone nervioso y dispara al marciano. Entonces hace su aparición el robot Gort, que responde al ataque destruyendo con su rayo las armas de los soldados. Klaatu, que no está muerto, frena las ansias destructivas de su robot y es llevado al hospital, donde al quitarle el casco muestra sus rasgos humanos. El alienígena quiere mostrar a la humanidad que es portador de un mensaje importante, pero ante la cabezonería de los líderes mundiales opta por escaparse del hospital e irse a dar una vuelta y hacer turismo, haciéndose amigo de una viuda y de su hijo.
Al final Klaatu revela su mensaje, que si no abandonan la creación de armas nucleares vendrán desde muy lejos para destruir la Tierra por desobedientes, y le pegan un tiro matándolo. La famosa clave que le da a la viuda antes de morir, «Klaatu barada nikto», sirve para que Gort resucite a Klaatu y desista de destruir la Tierra. Tras dejar un mensaje de paz y esperanza, Klaatu se las pira de nuestro planeta harto de que le disparen una y otra vez, dejando claro que el auténtico policía no es él sino la creación de su raza, el robot Gort.
La película tuvo bastantes premios, y supuso una diferenciación respecto a la típica amenaza alienígena pues el extraterrestre es aquí la víctima perseguida (fórmula que repetiría John Carpenter en su película Starman, o Steven Spielberg en E.T. el Extraterrestre). Desde que aterriza el ovni hasta que Klaatu sale del hospital es una gran película, pero sin embargo desde que conoce al niño y a su madre la trama va perdiendo interés y queda algo descafeinada. El mensaje de la película es el mismo de Klaatu, la guerra es mala (hay que pensar que eran años donde se temía la amenaza nuclear), y puede verse en detalles como la destrucción de las armas de los soldados por parte del robot, o la escena del cementerio militar donde está enterrado el padre del niño, aunque hay muchos más ejemplos.
Yo destacaría dos elementos de la película que no me gustaron mucho. El primero, la testarudez de Klaatu por dar su mensaje al mundo para todos a la vez, pues que un tipo tan superinteligente como él que desprecia las diversas soluciones que le propone el político del hospital no resulta demasiado creíble. Pero claro, es la excusa para que vaya a dar un paseo por la ciudad y vea que la raza humana aún merece otra oportunidad para la salvación. Y el segundo hecho, Klaatu resulta poco creíble como extraterrestre, queda demasiado humano, pues su forma de hablar, moverse y actuar es excesivamente común (Jeff Bridges roza la perfección en su caracterización como visitante en Starman, muy superior en este aspecto de expresión). El actor que lo interpreta hace un buen papel, pero no se diferencia en exceso de un ser humano corriente.
A su favor posee una gran labor de dirección y una esencia a cine negro, con esas escenas de persecuciones nocturnas, y una magnífica banda sonora. Y me quedo con esa primera media hora, que es lo mejor de la película con diferencia, a pesar del intento por meter el mensaje antinuclear en cada una de las secuencias.
Respecto a la teoría religiosa, muchos críticos cinematográficos quisieron ver un paralelismo oculto entre Klaatu y Jesucristo, alegando en su favor ciertos factores como el nombre adoptado por Klaatu (Carpenter, metáfora de carpintero que era la profesión de Cristo). Un extranjero que viene del cielo portando un mensaje superior y pacifista, que resucita al morir, que viene junto a su apóstol, que es perseguido por los no creyentes… Si fue hecho adrede o no, no puedo saberlo, pero desde luego que esta película ha inspirado a sectas religiosas fundamentalistas que creen en la existencia de extraterrestres que vendrán del espacio para salvarnos.
Lo que es indudable es que la idea antibelicista y antinuclear es el factor dominante, hasta el punto de que las fuerzas militares estadounidenses se negaron a participar en la película, por lo que el apoyo en el rodaje de determinadas escenas fue proporcionado por la Guardia Nacional y por otras fuerzas policiales.
En resumen, un buen clásico de la ciencia ficción que inspiró muchas otras obras del género (como el Abyss de James Cameron, el E.T. de Spielberg o el Starman de Carpenter), y que entra dentro de mis diez mejores películas de la época, aunque por esos detalles que he comentado la colocaría por debajo de El Enigma de Otro Mundo, Invasores de Marte o La Invasión de los Ladrones de Cuerpos.
Ultimátum a la Tierra (2008)
Dirigido por Scott Derrickson y protagonizado por Keanu Reeves (Klaatu) y Jennifer Connelly (doctora Helen Benson) en sus papeles principales, este descafeinado remake es una muestra más (junto a Invasión, la nueva versión de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos) de que a veces es mejor dejar las cosas como están.
Respecto a la trama, una vez más se olvida el relato de Harry Bates para esta vez aquí ejercer un insulso conglomerado de efectos visuales con escaso acierto. A grandes rasgos se cuenta lo mismo que en la versión de 1951, con el ovni que llega del espacio, el marciano Klaatu que es disparado y el enorme Gort (aquí un megarobot de varios pisos de altura hecho digitalmente) que responde al ataque. Fuga del hospital junto a la doctora viuda, presencia del niño (aquí con el rostro de un infumable Jaden Smith), contacto con el profesor Barnhardt (interpretado por John Cleese en una brevísima aparición), persecuciones y explosiones, y el final apocalíptico con Gort convertido en un enjambre de insectos robóticos devoradores que arrasan con cualquier cosa (orgánica o no) que encuentran a su paso.
La película no está mal, pero no mejora el guion de la película original y su única contribución se resume en los efectos especiales, por lo que verla en pantalla grande deja una buena sensación que se pierde al repetir su visualización en la pantalla doméstica. Las interpretaciones son algo flojas, destacando en lo positivo la de Kathy Bates como Regina Jackson, Secretaria de Defensa que obstaculiza desde el primer momento los objetivos de Klaatu. Tanto Keanu Reeves como la Connolly están flojos y faltos de carisma, pero el premio gordo se lo lleva el criajo heredero de Will Smith (llámese Jaden), que no ha heredado ninguno de los rasgos actorales de su progenitor. Desde el primer momento te dan ganas de que Klaatu saque una pistola láser del bolsillo y desintegre al repelente mocoso, lo cual desgraciadamente no sucede. Y encima metido con calzador, por el tema racial, con esa explicación sin venir a cuento de que su padre negro era militar y se casó con la doctora blanca que se quedó a cargo del niño. Un esperpento de personaje, que convierte en pueril la escena del cementerio plagiada de la versión original.
Otra escena que da risa es la del chino, que en realidad es un agente extraterrestre que ha pasado 70 años metido en la Tierra. Después de rajar contra el planeta y los humanos, de repente dice que quiere quedarse a morir aquí porque hay algo bueno en nosotros. En una palabra, infumable.
Y otro rasgo a comentar es el hecho de que en la versión antigua Klaatu no tenía poderes, salvo la sustancia que le hace curarse. En esta versión, además de dicha sustancia, Klaatu si posee capacidades como si fuese un superhéroe de los comics (véase la escena del policía que les apunta con la pistola, como Klaatu primero lo mata para luego resucitarlo y que el niño vea que no es un extraterrestre maligno). Deplorable.
En cuanto al mensaje, más que antibelicista o antinuclear aquí es ecologista, pues los aliens creen que el hombre es nocivo para el planeta y los demás seres vivos, por lo que deciden evacuar a los pobres animalitos de la Tierra excepto a los seres humanos, que serán aniquilados por Gort (al cual por cierto aluden como Gran Organismo Robótico Transcibernético, vaya con la manía de querer explicarlo todo).
Y el final, como no, queda absurdamente patético con Klaatu pensando en la frase del profesor («solo en el borde del abismo la humanidad decide cambiar»), sacrificándose para tocar la esfera y terminar con los nanorobots gortianos porque supuestamente la doctora y su hijo le han convencido de que los humanos merecen una segunda oportunidad (falso, porque en toda la película se ven muchos más gestos inhumanos y egoístas que sugieren que la destrucción del planeta es la mejor solución). Y encima sin la famosa frase de «Klaatu barada nikto» para desactivar la amenaza, algo inconcebible.
En conclusión, fallida adaptación solo recomendable por los efectos especiales (que encima no son muchos) y para dejar con un mejor sabor de boca el revisionado de la versión de 1951. A mí me gusta mucho más el film de Carpenter de 1984, Starman, donde un soberbio Jeff Bridges interpreta a un visitante venido de las estrellas que encarna al fallecido marido de una mujer humana, y que es perseguido por las autoridades hasta el lugar donde debe partir de vuelta a su mundo. Para el recuerdo quedan aquellas bolas mágicas de un solo uso que permitían manifestar habilidades especiales, o las frases del alienígena mientras intenta adaptarse a un entorno extraño. Gran película, sí señor.
Como conclusión final del artículo, simplemente decir que el hombre ha mirado desde siempre hacia las estrellas, intentando vislumbrar con los ojos de la imaginación la existencia de otras civilizaciones extraterrestres. ¿Qué ocurriría si un día vienen a visitarnos? ¿Les dispararíamos y luego negaríamos su existencia, como en el relato de Harry Bates? ¿O escucharíamos su mensaje aleccionador sobre nuestra condición autodestructiva que siempre nos ha caracterizado? Quizá después de todo aún hay esperanza para todos nosotros, como presuponen los dos Klaatus. O como dice Starman, «sois una especie interesante, sacáis lo mejor de vosotros cuando peor están las cosas».
Yo por si acaso, si me encuentro con un extraterrestre, haré lo mismo que hizo Elliot en E.T. El Extraterrestre, le compro unas chuches y me hago su amiguete, no sea que tenga un robot guardaespaldas con rayos desintegradores en los ojos. Y si por casualidad el amo la palma, no la toméis con el robot. Cuando leáis el relato de Bates sabréis por qué lo digo.
Enlaces de interés:
Wikipedia: Farewell to the Master
Wikipedia: The Day the Earth Stood Still (película de 1951)
Wikipedia: The Day the Earth Stood Still (película de 2008)
Nota: El poster de la película Ultimatum a la tierra, de 1951, es sospechosamente parecido al de Invasores de Marte. Juzguen ustedes mismos (cambia el color del vestido, y poco más). Invasores de Marte: