EI8
Canturreas en silencio el himno de los marines, y te emocionas... «Desde los salones de Montezuma, a las costas de Trípoli...». La adrenalina bulle por tus venas, sabes que puedes hacerlo y deseas machacar unos cuantos Kartoffeln. Tan solo necesitas un poco de táctica, nada del otro mundo para alguien como tú, acostumbrado a infiltrarse en las líneas enemigas, capturar posiciones estratégicas. Es cierto que ahora ya no eres tan echado para adelante como en tu época de loco playboy, ni tampoco tienes la misma destreza en combate como cuando estabas en activo, pero tampoco nunca tuviste que enfrentarte a una misión tan fácil, en apariencia, ni rescatar a la chica que te vuelve loco; además, cuentas con la ayuda de tu inestimable amigo, el bueno de Ronin, como en los viejos tiempos.
Por desgracia el factor sorpresa no es una opción. Los nazis saben que merodeas los barracones, así que no tardarán en recibir refuerzos. Pronto habrá más soldados, debes darte prisa; sin embargo, te confías y, sin darte cuenta, ya no canturreas en silencio. Ronin te advierte, trabándote en la muñeca. Reaccionas, observas, y, al poco, una pareja de soldados se aproxima a donde te ocultas. Sin duda son carne de cañón, piensas. Al instante te pones en pie y les disparas a bocajarro una ráfaga con tu metralleta. Imposible fallar a esa distancia. Ambos cuerpos se desploman y, con una agilidad felina, antes de que ellos toquen el suelo, ya te has escondido de nuevo. No existe mejor camuflaje que un espeso y tupido manto de jungla, justo además a pocos metros de tu objetivo. Por contra, este juego podría salirte caro, pues los nazis no son tan tontos como crees.
Sí, ya has matado a unos cuantos, eso es cierto, y cada vez te quedan menos para liquidarlos a todos. No puede haber muchos, no crecen en la isla; habrán llegado en el submarino que viste en la bahía, el cual no tiene capacidad para más de 40 o 50 hombres, así que solo es cuestión de tiempo acabar con todos, eso en teoría; o al menos así lo piensas.
De pronto, todas tus cábalas se quiebran y los pensamientos pasan a segundo plano. Observas la irrupción de un nuevo personaje en escena, un nazi diferente a todos los demás, capaz de ocultarse con su propia sombra. Es alto, fuerte, y lleva un parche en su ojo derecho. Nada más alcanzar la puerta de entrada de los barracones salen dos soldados a su encuentro, deparándole un distinguido y temeroso saludo. Enseguida te das cuenta, es todo un teniente de las SS, y esto es mal asunto. El juego está a punto de cambiar, o puede que incluso más cerca del final de lo que crees, un final terrible.
Esperas acontecimientos, los cuales se suceden deprisa. No lo habías pensado ¿cómo no te diste cuenta? ¡Ellos son quienes dominan la situación, no tú! No puedes utilizar la fuerza bruta cuando se trata de rescatar a tus compañeros, ni siquiera tienes nada con qué negociar. Así, a la orden del teniente, uno tras otro y maniatados por la espalda, Lucy, Abott y el capitán Solloway, son conducidos ante su presencia. No puedes oír la conversación, pero sabes que ahora las cosas se han complicado y temes lo peor.
—Señor Martini —grita el Teniente de las SS, con un acento ridículo— entréguese ahora mismo o sus amigos morirán.
Sabes que va en serio, los de la SS no se andan con juegos. Dudas unos instantes, y observas como el teniente desenfunda su luger apuntando a la cabeza de Abott. Si te entregas, estás perdido; y si no lo haces, él morirá.
Estos instantes de duda resultan fatídicos. El teniente dispara y descerraja un tiro que atraviesa la cabeza de Abott, desplomándose de inmediato sobre sus rodillas.
—¡Ahora probaremos con la chica! —grita el teniente.
Estas palabras, justo cuando aún no has podido asimilar la muerte de tu amigo Michael Abott, te parten el corazón mientras se te revuelven las entrañas. Deseas echarte a llorar, pero la rabia te reconcome, y debes decidir qué vas a hacer. Tu mente no está lúcida, aun sí piensas en las opciones.
Por un lado, sabes que los nazis no actúan al azar, tienen un protocolo para estos casos. Existe una probabilidad muy, muy alta de que sea un farol. Ese maldito tuerto no se atreverá a matar a una chica tan hermosa como Lucy, pues debe saber que si lo hace estaría perdido, ya no tendría una moneda de cambio. Si lo hace ya no habría motivo para que abandonases tu escondite, y entonces te dedicarías en cuerpo y alma a vengar su muerte. Ese maldito teniente seguro que está pensando esto mismo, por eso no la matará. Asesinó al viejo porque solo era un oficial de segundas, y lo hizo para meterte miedo, para que vieses que iba en serio, solo para eso. No se cargó al capitán Solloway porque seguro que cree que podría serle útil. No, no matará a la chica, no lo hará.
Por otro, en cambio, las dudas te corroen; y la que tiene una bala de 9 milímetros presta a taladrarle los sesos es, nada más y nada menos que Lucy, tu amada, y esto te pone nervioso. Sí, los nazis de las SS siempre lo tienen todo calculado, son fríos, pero también sádicos. ¿Y si no fuese un farol y, por no tener el valor de entregarte, estás a punto de asistir a una ejecución que te marcará de por vida, o peor aún, te quitará las ganas de vivir para siempre? Quizás lo mejor sería que te entregases.
¿Qué haces? A continuación, tienes 2 opciones:
Opción 1: No haces nada, si te entregas, estás muerto, y lo más probable es que sea un farol: Pincha aquí
Opción 2: Te entregas, quizás aún tengáis una oportunidad. Ahora lo importante es ganar tiempo: Pincha aquí