El Señor de la Guerra (1965) ¿Obra maestra? Las comparaciones son odiosas, pero a veces necesarias… Templario (2011) lleva todas las de perder.
Después de muchos años he podido disfrutar, por segunda vez, esta magnífica película. Me era imposible recordar su título, y la vaga imagen que tenía del actor principal tampoco me permitía ponerle nombre y apellidos, y así, identificar aquella historia épica y romántica donde el señor del castillo debía proteger a los suyos de un terrible asedio, formaba parte de mi lista de imposibles. Gracias a las indicaciones de uno de los amigos de esta web (Mirliton), no solo ya la he identificado: El Señor de la Guerra (1965), sino que ya la he visto, y ha sido como quitarme una espina clavada. El hecho de traer a colación este título era casi una obligación para mí, y es que después de haber visto hace unos días Templario, 2011, quería hacer lo propio con el clásico del que ahora hablamos, y así compararlos. Por todo lo que voy a decir a continuación, casi mejor voy abriendo paraguas, porque algunas cosas puede que sean bastante discutibles, pero es lo que pienso, ni más ni menos.
Entrando a cuchillo, como haría el bueno de James Purefoy (Templario 2011) —cuya capacidad para trasmitir emociones es parecida a un hueso de aceituna—, no tengo ni la menor duda de que el cine actual no sabe contar historias. Es terrible la falta de emotividad, de carisma, y de oficio con los que un estreno tras otro se suceden con más pena que gloria.
Las películas de antaño, por el contrario, son todo un ejemplo de como el conjunto de elementos arriman el hombro para sacar adelante un proyecto, y no dejarlo todo en manos de los efectos especiales. Los ejemplos son continuos, puede que el más sonado sean las dos trilogías de la Guerra de las Galaxias; ¿Cuál prefieres, aquella en la que un bribón traficante y de media sonrisa recorría la galaxia en su halcón milenario, o sus precuelas en las que no soy capaz de recordar ningún personaje con carisma?
El carisma, o mejor dicho, su ausencia, ¡ése es el gran problema!
El Señor de la Guerra (1965) nos cuenta, más o menos, la misma historia que Templario (2011). En ambos títulos tenemos un protagonista que llega a un castillo para defenderlo de una amenaza externa. Si bien las motivaciones son distintas, los hechos resultan muy similares. La cuestión está en que James Purefoy no es Charlton Heston, y que la épica no se alcanza a base de soltar litros de sangre contra una cámara que no deja de moverse a tal velocidad, que al final no te enteras de nada.
El Señor de la Guerra es una de las películas menos conocidas de Charlton Heston, y dentro del género medieval, por desgracia, una de las grandes olvidadas. Me atrevería a decir que esto podría ser a causa de su final. Sí, el final de esta película es totalmente contrario al estándar Made in Hollywood, como en el caso de Templario (2011), donde asistimos, como era de esperar, al triunfo personal del héroe quién abandona el plano a lomos de su caballo y con la bella dama sobre la grupa. No, ése no es el caso de Chrysagon De La Cruz, el protagonista de El Señor de la Guerra. El último plano también se cierra con el héroe a lomos de su caballo, pero moribundo, camino de no se sabe muy bien si hacia la muerte o hacia un destino peor, con su amada en manos ajenas, pero con su fiel amigo, siempre junto a él.
Chrysagon De La Cruz entra en la película con fuerza, y sale de ella sin nada, lo ha perdido todo. Resulta terrible comparar ambas secuencias finales. Ustedes dirán cual prefieren.
Dos últimas secuencias Templario (2011)
Final ñoño...
Dos últimas secuencias El Señor de la Guerra (1965)
Final crudo, arriesgado, duro...
En todo momento tuve la impresión que Charlton Heston no estaba demasiado cómodo en su papel, pues éste era algo complicado. Su evolución pendía de un hilo que oscilaba entre la ambivalencia, entre la crueldad de un señor feudal y el honor de un caballero de armas, sin embargo, con el objeto de disipar toda duda, tenemos a Draco (Guy Stockwell), el personaje de su hermano —espeluznante el brillo de su mirada—, quien nos deja bien claro desde el primer momento la tragedia que pronto se desatará.
Mención aparte a Richard Boone. Su presencia, y sobre todo su voz de doblaje, poderosa y penetrante, hace que cada una de sus frases, aun siendo siempre cortas, se te queden dentro de la cabeza replicando durante varios segundos. En cuanto al personaje femenino, la bellísima e inocente Bronwyn, aunque representa la piedra angular de toda la historia, y, como suele ser costumbre, sea la causante de todo el follón, apenas cuenta con más lucimiento que el que le es propio por naturaleza, en algún que otro momento puntual. Por desgracia se muestra esquiva a la cámara, y en total son muy pocos los planos en los que podremos disfrutar de ella. Sin embargo, esa escasa presencia ha constituido el punto de partida para que un autor como Cirlot, haya creado todo un ciclo poético entorno a su personaje, así que algo tendrá.
¿Y qué decir de todo lo demás? Si cierras los ojos y entras en la sala, al instante te darás cuenta que están proyectando una película clásica de aventuras, y es que la banda sonora es inconfundible. Los decorados interiores, la fotografía exterior, la indumentaria de los personajes, todo está cuidado hasta el último detalle. Quizás, las acciones de lucha al final sean lo que menos destacan, ya que el asedio a la torre no dura más de diez minutos, pero si valoramos el conjunto, me parece muchísimo mejor película de aventuras El Señor de la Guerra (1965) que Templario (2011). La primera transmite emociones, la segunda no, y que yo sepa para eso se inventó el cine. Además la historia de Bronwyn y Chrysagon es bastante más compleja.
Por último, y siguiendo el apunte anterior, quisiera enfatizar sobre una cuestión literaria que hasta la fecha me era desconocida. Hablo de lo que se conoce como Ciclo Bronwyn, obra del poeta español Juan Eduardo Cirlot. Se trata de un conjunto de poemas inspirados por Bronwyn, la hermosa muchacha de cabellos rubios, interpretada por Rosemary Forsyth, y que por lo visto no solo le robó el corazón al héroe. El hecho de que este personaje de película fuese capaz de producir semejante efecto en un poeta, es algo que pone los pelos como escarpias.
BRONWYN
El Ciclo Bronwyn ha sido publicado por Ediciones Siruela
FICHA: Título: Bronwyn. Autor: Juan Eduardo Cirlot. Colección: Libros del Tiempo. 138. ISBN:978-84-7844-550-9. Encuadernación: Cartoné. Páginas: 680. Nº de ilustraciones: 28. Dimensiones: 140 x 215 mm. Tema: Poesía. Idioma de publicación: Español
SINOPSIS: Por primera vez se han reunido en un solo volumen todos los libros de poemas que constituyeron el ciclo Bronwyn, la obra cumbre de la poesía de Juan Eduardo Cirlot (Barcelona 1916-1973), así como poemas sueltos –muchos de ellos inéditos–, collages, artículos explicativos, dibujos, esquemas y cartas. La visión de la película El señor de la guerra de Franklin Schaffner, en la que reconoció el mito de su vida, y en especial las imágenes de la doncella celta Bronwyn saliendo de las aguas del pantano, fueron el impulso para la creación de una obra que se sitúa en la cima de la poesía de Cirlot, iniciada en los años cuarenta bajo el signo surrealista. Al principio se trató de un libro de poemas, pero fue aumentando hasta convertirse en un ciclo. Al ciclo Bronwyn se añadieron poemas sueltos y artículos que indagan acerca del significado de su extraña experiencia poética. La potencia de las imágenes, plenamente visionarias, y una intensa sonoridad resultado de nuevas unidades semánticas son las cualidades fundamentales de este singular y extraordinario libro.
BRONWYN
Las ruinas de las runas en la roca
hablan de que yo estuve en este mundo,
donde el mar y la tierra de las nieblas
se funden y confunden.
Los demonios me buscan por los campos,
se disputan mi espada, mi armadura,
mis manos, mi cabeza, mis entrañas.
Mis hogueras de hierro se amontonan
y mis restos oscuros aún humean.
Mensajera del más allá, tu vienes
con forma de mujer, pero el abismo
se cierne junto a ti tan dulcemente.
EL SEÑOR DE LA GUERRA (1965)
FICHA: TITULO ORIGINAL: The War Lord. AÑO 1965. DURACIÓN: 120 min. DIRECTOR Franklin J. Schaffner. GUIÓN: John Collier & Millard Kaufman. MÚSICA: Jerome Moross. FOTOGRAFÍA: Russell Metty. REPARTO: Charlton Heston, Richard Boone, Rosemary Forsyth, Guy Stockwell, Maurice Evans, Niall MacGinnis, Henry Wilcoxon, Michael Conrad, James Farentino. PRODUCTORA: Universal Pictures.
SINOPSIS: Aventuras en la época medieval (Siglo XI). Un caballero al servicio de un duque acude a un poblado costero en Normandía, donde ha fallado la construcción de un castillo defensivo. El caballero intentará reconstruirlo.
Lo Mejor: Carisma de los actores, la compleja historia de fondo, las emociones encontradas, la banda sonora, y el final, tan arriesgado y tan desolador a la vez. La evolución del personaje es algo que hará que te comas un poco la cabeza después de los títulos de crédito, y cuando una película consigue causarte tal desasosiego, entonces el cine ha obrado su milagro.
Lo Peor: El peinado de los normandos, que parecen todos monaguillos, y en especial a Charlton Heston no le favorece en absoluto. Durante el asedio a la torre es el único momento en que se echa en falta algo más espectacularidad.
Veredicto: Cine de aventuras del que ya no se hace, y sobre el que deberían aprender los directores de hoy en día. Efectos especiales no es sinónimo de épica. Esta no es una película de usar y tirar, es un hermoso y profundo drama para recordar; al final las aventuras son lo de menos. Las sensaciones que transmite resultan muy intensas, y la recreación histórica, excelente.
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