Pulp StereotypesPulp Fiction ¿sexist, racist, and pure garbage? Un vistazo a los estereotipos

Hoy vamos hablar del que probablemente sea uno de los asuntos más polémicos entorno a la pulp fiction, la creatividad pulp al fin y al cabo. No es difícil encontrar afirmaciones como las que utilizamos para encabezar el artículo «Ficción Pulp, sexista, racista y pura basura», poniendo a parir la literatura pulp, y lo que es peor, señalando a sus consumidores con el dedo acusador, como si fuesen la niña del exorcista; obligándoles a sentirse mal por el simple hecho de tener una revista o novela pulp entre sus manos. Y ya no digamos de los artistas y escritores que hay detrás: alcohólicos, pendencieros, misóginos, psicópatas, pecadores, y junta letras fracasados; estos son algunos de los calificativos más habituales, pero no los únicos. Sin embargo, es necesario matizar la cuestión antes de condenar a la hoguera todas estas revistas, en un ataque de bilis quijotesca. Y además, tampoco debemos soslayar la importancia que han tenido dentro de un contexto social proclive al cambio, donde en pocos años se pasó del analfabetismo rural, al interés por descubrir nuevos mundos a través de la lectura, en la pujante sociedad cosmopolita de los años veinte.  Sacar las cosas fuera de contexto nos llevará, irremediablemente, a cometer un claro error de perspectiva.

Cualquier persona totalmente profana a la materia, nada más ver unas cuantas portadas pulp, lo que se conoce como «pulp art» (no confundir con pop art), se dará cuenta que el esquema siempre es el mismo. Un fornido héroe y una bella damisela en apuros, ligera de ropa, y a punto de caer en desgracia. Y  si dicha persona que analiza la portada, es de las que ponen el grito en el cielo, a veces de forma ridícula, ya tenemos el lio montado y no habrá pulp que se salve de las llamas, aunque simplemente sea un pulp deportivo. Esto es lo de menos, porque todos serán igualmente condenables.

Aplicar las etiquetas de «sexistas», «racistas», o «relatos basura» a toda la literatura pulp, creo que es un error. En primer lugar, existieron pulps de todo tipo y condición, y precisamente era la ley del mercado, la oferta y la demanda, la única responsable de que unas revistas se vendiesen más que otras. Y si bien es cierto que las más llamativas eran aquellas que utilizaban la figura de la mujer como reclamo —aunque los relatos poco o nada tuviesen que ver con la portada—, también lo es que la sociedad del momento no utilizaba el mismo punto de vista respecto al actual. De hecho, ni siquiera existía la definición de la etiqueta «sexista». La palabra sexismo se formó en el contexto del feminismo, que data de la década de 1960.

Los sesgos sexistas o racistas, no eran un fin en sí mismo de la literatura pulp: ¿Qué es la Literatura Pulp?, sino una contextualización acorde con los valores de una sociedad que no solo no se cuestionaba estos temas, sino que prácticamente no se cuestionaba nada. Recordemos que los felices años 20, en Estados Unidos, supusieron una absoluta revolución social, cultural, y económica, donde la libertad creativa no tenía límites. Bueno, uno sí, hacer caja. Ésta era la única norma inquebrantable para los editores pulp. A la gente se le daba lo que quería, así de simple. Y, también recordemos, que fue precisamente en este marco de revolución cuando se instauró el voto femenino en los Estados Unidos (1920).

El sexismo en la Pulp Fantasy es un todo en sí mismo. Haya o no haya existido la etiqueta. Eso no lo vamos a negar, porque la realidad es evidente. Desde las historias de Espada y Brujería de personajes como Conan (Robert E. Howard), hasta aquellas otras con princesas en bikini correteando por el planeta Marte, a la sombra de John Carter (Edgar Rice Burroughs), pasando por la clásica Weird Fiction / Weird Menace, con relatos como los firmados por el maestro Lovecraft, no resulta difícil en modo alguno observar todos y cada uno de estos estereotipos. Incluso parece que, a primera vista, la literatura pulp es cosa de hombres, exclusivamente, sin embargo esto sí que es falso: Escritoras Pulp, hablemos de ellas. No solo hubo grandes escritoras pulp, sino que además, tenemos heroínas protagonizando muchas aventuras: Chicas Pulp. Más allá de la belleza. Todos estos pulps de horror y fantasía no son más que una pequeña parte de los muchos que existieron, siendo los más vendidos, precisamente, aquellos que iban dirigidos al público femenino: Romance Pulps. Romanticismo en papel barato. Aunque quizás, el caso más llamativo y sorprendente sea el de los ilustradores, a veces con extrañas y enfermizas obsesiones en torno a la figura de la mujer: Sci-Fi Women in Tubes , y donde, por raro que parezca, uno de las ilustradores pulp más famosos y macabros fue, como muchos ya sabréis, Margaret Brundage, autora de muchas de las portadas de la revista mítica Weird Tales. Esta revista, Weird Tales, junto con todas aquellas otras catalogadas como Shudder Pulps /Spicy Pulps, Saucy Pulps, o todas aquellas otras que más o menos se pudiesen clasificar como Weird Menace, sí que eran netamente sexistas, racistas, y de una paupérrima calidad literararia. Se podría decir que eran las revistas pulp más extremas en cuanto a estereotipos, pero no todos los pulps eran de semejante calado. Solo que, por lo llamativos que son, pues destacan sobre cualquier otro, y de hecho, en cualquier búsqueda por internet, son casi siempre las portadas más escaneadas con diferencia.

Las connotaciones de tipo racista, respondían sin embargo a la necesidad de identificar a los villanos con una amenaza externa, ante la que mantener unida a la población. Este tipo de amenaza tiene su máximo exponente en lo que se conoce como “yellow peril”: Yellow peril. Terror Amarillo. Relatos en los que los villanos siempre eran orientales, chinos preferentemente (Fu Manchú). Y, si le damos la vuelta a la tortilla, y nos vamos a la evolución de la literatura pulp en otros países, veremos como en cambio esas connotaciones recaen del lado de los occidentales. En cuanto a la cuestión racial de hombre blanco, hombre negro, aunque minoritarios, también existió un espacio en los kioscos para pulps con obras de autores afroamericanos, relatos en los que se mezclaba la ficción con los mensajes reivindicativos Escritores Pulp Africanos. Aunque esto no era lo normal. Los estereotipos raciales eran otra constante, y a diferencia de los sexistas, mucho más controvertidos y polémicos, dadas las tensiones que existían entre las diferentes comunidades dentro de los Estados Unidos.

La evolución del pulp en los diferentes países nos ofrece también una interesante visión de estos clichés, donde unos se enfatizan más que otros. Por ejemplo, en países como Alemania o Rusia, durante el periodo de entreguerras, el motivo principal de los pulps era fundamentalmente político y racista. Los pulps de estos países, su literatura popular, prácticamente eran folletines de propaganda política afines a los distintos regímenes totalitaristas. En España, por contra, los pulps seguían más la tendencia americana, donde las etiquetas aplicables serían el sexismo y el racismo, siendo en cambio mucho más asépticos desde el punto de vista político, en comparación a estos otros regímenes: Pulps en España. 1900 -1940

Pero lo más curioso de todo esto, y en concreto en Estados Unidos, es que la oleada de censura que terminó con los pulps en los quioscos, poco o nada tenía que ver con estas etiquetas. La excusa era que promovían la violencia, resultaban pecaminosos, y poco apropiados para la decente moral americana, es decir, a los ojos de Dios.

Aunque el informe Wertham fue todo un fraude: Los papeles secretos de Wertham, los pulps acabaron en la hoguera. No fueron sus connotaciones sexistas o racistas las que terminaron con ellos, sino que, simplemente, atentaban contra los valores morales de una sociedad cada vez más dependiente del sermón dominical, y del sagrado púlpito, que del pulp propiamente dicho. Lo cual, curiosamente, supuso una involución de la prosperidad cultural y social que se había consagrado en los años 20 en torno a la Pulp Fiction. A veces me pregunto si con el paso de los años el ser humano no estará involucionando.

El primer paso para superar un estereotipo es aceptarlo, no esconderlo ni prohibirlo. Una cosa es la ficción, y otra la realidad. ¿O acaso vamos por la calle con espadones de dos metros rebanando cabezas? ¿Debemos quemar los pulps al igual que los libros de caballería que leía Alonso Quijano? La Pulp Fiction, con todos sus estereotipos, supuso un punto de inflexión en la cultura popular; y donde antes no había nada, de repente, y gracias a la complicidad entre enloquecidos escritores, artistas, editores, lectores, y de todos y cada una de las personas que componían una sociedad abierta a nuevas perspectivas, se dio paso a un boon creativo sin precedentes, sin el cual hoy en día no existirían ni los programas de televisión, ni las películas, ni ningún otro exponente de ocio y entretenimiento, más o menos cultural. Si todas esas revistas hubiesen visto la hoguera, impidiendo su popularización, y que las gente las disfrutase sin cuestionarse si eran o no políticamente correctas, puede que viviésemos ahora un presente muy distinto.

Un escritor, o un artista, es una persona como otra cualquiera, pero no olvidemos que cada persona es diferente a las demás. En el acto de escribir una historia, o de realizar una ilustración, la materia prima que utiliza el autor es la esencia de su vida. Un cúmulo de recuerdos, sensaciones, experiencias, y fantasías que toman forma a través del proceso creativo, y que no tienen, ni deben, estar sujetas al siempre confuso principio de lo políticamente correcto. Si la obra resulta de mal gusto, o inapropiada, será la sociedad, a través de los mecanismos de rechazo o aceptación que le son propios, quien pondrá esa obra en el sitio que le corresponde. En lo que a mí respecta, me niego a sentirme culpable por ser un escritor pulp, sencillamente porque me parece absurdo. Y si una persona adulta no sabe diferenciar entre la ficción, y lo real, es su problema, no el mío. Además, el objetivo de la literatura pulp es entretener, producir emociones, hacer volar la imaginación, y promover la creatividad, no dar lecciones de moral, ni ser correcta. Un escritor pulp que pretenda ser correcto, ni es escritor, ni es nada.

Y, finalmente, no hay más que ver cualquier programa de televisión, jugar a cualquier videojuego, o ir al cine, para darse cuenta que todas las etiquetas que se puedan observar en los pulps clásicos, y que algunos tanto critican, son en comparación, ridículas.

La cuestión es, ¿hasta que punto la literatura, y el arte en general, debe ser políticamente correcto? ¿Qué significa ser políticamente correcto? ¿Qué hubiese sido de la literatura si hubiésemos quemado la obra de Lovecraft, o todas las obras de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción? Soy consciente de que debe existir un límite, aunque hayamos dicho lo contrario un par de párrafos más arriba. El problema es saber dónde está ese límite, aunque para eso supongo que está el sentido común. Si bien todos estos estereotipos eran correctos en los años 20, hoy en día no lo son. Y por supuesto, debemos manifestarnos totalmente en contra de actitudes machistas o racistas. Pero una cosa es la realidad, otra la ficción narrativa, y otra los procesos educativos necesarios para diferenciar lo primero de lo segundo. Y si como dijimos al principio de este artículo, lo que importa es el contenido, la ficción en sí misma, y no el envoltorio, pues quizás debamos hacer una nueva pulp fiction libre de estos estereotipos. La pulp fiction debe evolucionar acorde a los tiempos en los que vivimos, ¿no? Y ésta es una responsabilidad para nosotros, para los nuevos escritores pulp. Aunque no sé para que nos preocupamos por todo esto, si total no nos leen ni nuestros familiares. Para un escritor, sea cual sea su género, la presente, es una era muy jodida, porque nadie lee nada. Pero éste, es ya otro problema.

Arriba, clásica portada pulp, perfecto exponente de lo que se conoce como "Pulp Art".  Chica ligera de ropa, a los pies del héroe, que trata de salvarla.

 

Arriba, una de las típicas portadas de la revista Weird Tales, y, como no, obra de Margaret Brundage, ilustradora pulp por excelencia.

Arriba, típica portada de revistas tipo shudder pulps, o weird menace.