SA2

Desciendes por la colina entre cascotes y arbustos que te sirven de cobertura, los ruidos de la batalla suenan a tu espalda como un eco salido de alguna pesadilla. Ronin gruñe y te sigue el paso, parece molesto por abandonar la lucha sin ser consciente del peligro que correríais si dejaras a sus instintos actuar.

Puede que esa criatura que acabas de ver sea una mutación genética. Tu mente de biólogo te dice que solo un loco sería capaz de crear algo parecido, un demente con avances tecnológicos de tal magnitud que podría desnivelar la balanza en la guerra que asola el mundo. Mejor no pensar en ello, ahora debes preocuparte por la seguridad de tu equipo.

Tras tus divagaciones te acercas lo suficiente a la torre como para ver su silueta entrecortada al anochecer. Te encuentras agazapado en la linde de una extensión plana y sin recovecos que te separa de tu destino. Un potente faro recorre el entorno, como un ojo radiante manipulado por los centinelas nazis.

Aguantas un par de barridos del haz de luz y cronometras el espacio que deja en penumbra cada paso del foco. Ronin y tú aguantáis la respiración, con el cuerpo bocabajo sobre la arena, mientras el círculo proyectado navega ahuyentando las sombras con su presencia.

Tres, dos, uno... Comienzas a correr, con el corazón estallándote en el pecho por el esfuerzo, y logras atravesar el campo abierto sin llamar la atención; pero en tu carrera has dejado atrás a Ronin, el cual parece olisquear algo a medio camino. Tu fiel compañero olfatea el suelo a unos veinte metros de tu posición, gruñe, escarba. El impertérrito reflector se acerca. Se acerca cada vez más al animal. Rápidamente sacas el silbato que cuelga a tu cuello y soplas con fuerza.

Silencio, solo las almohadilladas patas de Ronin sobre la arena silenciadas por el cercano batir de las olas y el frenético latir de tu corazón acompaña la escena: unos metros antes de que el área iluminada llegue hasta tu amigo, este sale disparado a tu encuentro bajo el muro de la torre vigía. El faro pasa sobre las huellas sin prestar ninguna atención.

Recuperas el aliento unos segundos, rodeas la pared y encuentras la puerta. Ha sido pan comido.

No hay ningún ruido que delate movimiento en el interior, solo el traqueteo de un motor de gasolina; de todas formas abres el picaporte y te adentras con cautela, con la mano aferrada a la ametralladora.

En el interior todo son sombras, una pequeña ventana deja entrar la luz de la luna perfilando los contornos de los escalones ascendentes de una escalera de caracol. En el centro, el ruidoso motor del generador ronronea electricidad hasta el potente reflector de la cubierta. Todo está tranquilo, pero en la zona de arriba te esperan un par de cabezas cuadradas y posiblemente una radio. No es momento de correr riesgos, así que trazas un plan infalible.

En la cubierta, cuando la luz de la lámpara se apaga tras un parpadeo, uno de los alemanes baja por las escaleras de caracol refunfuñando en su lengua materna. Las sombras te cubren como un velo haciéndote invisible. Esperas, escuchas las botas militares descender hasta tu altura y, con un movimiento estudiado en tu mente para no dejar hueco al azar, rodeas el cuello de tu adversario e inmovilizas sus brazos.

Mantienes la tráquea aplastada con tu antebrazo y sientes desvanecer las fuerzas del guardia con cada sacudida de su cuerpo, ya falta poco. De repente, y esto no entraba en tu plan, el otro guardia desciende por los escalones gritando algo que, debido al miedo que atenaza su voz, no logras traducir al completo.

Durante un interminable segundo, el recién llegado y tú os miráis a los ojos; el otro guardia se extingue lánguidamente bajo tu presa.

El alemán desenfunda su pistola y descarga tres balazos. Los impactos golpean a su compañero que cae a plomo tras ser usado como escudo. En ese preciso instante, Ronin ladra desde el otro lado de la sala, y eso llama la atención de tu contrincante para darte ventaja, la suficiente como para descerrajar tu arma a la altura de su cabeza. La ráfaga de la MP40 ilumina la gran mancha de sangre que dejan los sesos del soldado enemigo contra la pared. Has tomado la torre, y ahora te sientes imparable.

¿Qué decides? A continuación, tienes 2 opciones:

Opción 1: Subir a la cubierta de la torre para mandar un mensaje de auxilio a las tropas aliadas. Pincha aquí

Opción 2: Bordear la costa hasta los barracones, donde deben tener prisioneros a tus enemigos. Pincha aquí