SA9
El pasillo está desierto, pero el eco de las voces proviene de varias dependencias a lo largo del corredor. Desatas a Lucy y a tu cánido compañero, necesitaréis de su olfato para encontrar al resto de tripulantes del Black Swan.
Activado por un rastro, Ronin husmea el suelo y os conduce por un laberinto de túneles que se dispersa bajo tierra. La construcción, que parecía de pequeñas proporciones, es un entramado de pasillos hormigonados que se internan hasta lo insondable.
Tras unos minutos esquivando el ir y venir de los soldados, Ronin os lleva hasta una puerta de hierro con una escotilla de cristal. Tras la ventanilla, con poca iluminación, ves una sala de grandes proporciones: dos líneas de tanques herméticos de dos metros de altura se abren a ambos lados hasta perderse en la oscuridad. Parece que no hay nadie. Sin embargo, el burbujeante ruido de los contenedores te pone la piel de gallina.
—Bien —susurras a tus compañeros—, estad preparados por si la cosa se pone fea.
Lucy y Abott asienten con un cabeceo mientras revisan la munición de su equipo. Tú tomas aliento y abres la puerta con cuidado de no hacer ruido.
Tras unos metros en el interior, ves que las enormes columnas herméticas irradian un fulgor azulado a través de pequeños visores remachados a la altura de la vista. Tu curiosidad te lleva a mirar a través de ellos: están llenos de agua.
—Estos deben de ser los depósitos de agua potable del Búnker —indicas con la mirada iluminada por uno de los visores —Una sombra pasa delante de tus ojos, algo vivo y atrapado en el interior del depósito—. ¡Diablos! ¿Qué ha sido eso?
Abott se acerca a otro de los depósitos y revisa el contenido.
—Cielo Santo, hay algo dentro de esta bañera —Con sus nudillos golpea varias veces la chapa— Pececito, muéstranos tus agallas.
De repente, el enorme ojo ocupa todo el cristal: un iris dorado de pupila negra, en forma de luna menguante, se asoma a pocos centímetros del contramaestre y responde a su llamada con unos golpes atronadores desde el interior.
Abott da un salto hacia atrás, su rostro ha palidecido de tal forma que parece haberse convertido en una estatua de cera.
Los golpes se propagan desde el interior de los tanques de metal. Primero desde los dos más cercanos al primero y luego reproduciendo una orquesta de embestidas a todo lo largo de la sala, las vibraciones os rodean y, desde las ventanillas iluminadas, parpadean sombras que se revuelven en el agua con furia desesperada.
—¡Corred! —grita Lucy.
Todos, sin mirar atrás, avanzáis a toda prisa por el camino central hasta ser engullidos por la oscuridad del otro lado de la sala.
A vuestras espaldas, tras un par de minutos de desesperada carrera a ciegas, el crujir del metal y el fluir del agua sobre el suelo de hormigón te advierten de que los monstruos están saliendo de sus cubículos estancados. El nauseabundo olor a pescado inunda por completo la oscuridad.
Abott enciende una linterna e ilumina el vacío.
—No podemos volver, tenemos que seguir adelante —dice tu compañero señalando el incierto camino hacia la negrura.
—Ronin, busca. Ronin, sácanos de aquí —imploras asustado.
El pastor belga parece comprender tus órdenes y, bajo el rayo de luz de la linterna, os conduce a través de la pesadilla. Los ecos de los empellones se han silenciado. Extraños ruidos reptantes e inhumanos gorgoteos se acercan con una rapidez hambrienta e inusitada.
Entre las sombras, a unos metros, ves el reflejo de la diminuta luz en los enormes ojos amarillo de una de las criaturas. No logras ver nada más, solo un fulgor dorado que se acerca rauda hacia el grupo.
La lengua de fuego que escupe tu ametralladora ilumina un ser gargantuesco, de piel escamada; una forma difusa de la cual germinan flores de sangre con cada impacto de las balas.
El rugido de la bestia al huir es respondido por sus hermanos de cautiverio mediante un cacareo áspero parecido al de una hiena. Lucy dispara al otro lado y las sombras se sacuden con violencia a vuestro alrededor. No podéis parar, piensas. Tenéis que seguir adelante y encontrar una salida antes de que os rodeen.
Algo te golpea la pantorrilla con tal fuerza que te tambaleas. Ves que te has retrasado de tus compañeros, la luz de la linterna avanza y el pánico te hace sentir acorralado. No ves nada, solo esa risa rasposa que se multiplica a tus flancos.
Corres desesperado mientras aprietas el gatillo a tus espaldas, barriendo el camino andado. Los rugidos y las sacudidas se alejan por unos segundos dándote tiempo para alcanzar al grupo.
Ronin ha encontrado la salida: una gruesa puerta de hierro con un volante de apertura, empotrada en la pared de hormigón. Giras la manivela poniendo a prueba tus cansados músculos. Chirría, algo se acciona al otro lado, un caño de luz ilumina vuestras espaldas: ojos amarillos y dientes afilados, tensos como la alarma de un despertador antes de vibrar. Entráis a tropel al otro lado y cerráis la puerta, que contiene los golpes y chillidos de las bestias. Estáis a salvo.
Habéis llegado a una pequeña habitación iluminada por un fluorescente que parpadea dándoos la bienvenida. No hay otra puerta, solo por la que habéis entrado. Sin embargo hay un panel de control anclado en la pared, con un teclado numérico:
1 2 3 +
4 5 6 -
7 8 9 0
Los cuatro os miráis estupefactos ante el enigma. Los golpes de las criaturas aporrean la puerta, ya habéis visto lo que han sido capaces de hacer con las planchas de hierro de los tanques donde estaban retenidas; es cuestión de tiempo que entren en vuestro compartimento.
—¡Ey! —exclama Lucy—. ¡Mirad lo que hay en el suelo!
A tus pies hay una pequeña pieza de papel:
16-06-68-88-¿¿-98
Por desgracia uno de los números es ilegible. Es fácil suponer que se trata del código que hay que introducir en panel.
—Ray, esto me da mala espina —comenta Abott rascándose la coronilla—. Tiene toda la pinta de ser una trampa.
—Sí, compañero. Pero no tenemos otra opción. Supongo que probando todos los números posibles daremos con la clave y... Bueno, pasará algo.
Lucy, que se ha agachado para ver qué olfatea Ronin en las paredes, añade:
—Aquí hay unos diminutos orificios, a Ronin no le hacen mucha gracia el olor que desprenden; seguro que de ellos no saldrán vino tinto. Tal vez si introducimos el código incorrecto suceda algo peor que lo que nos espera al otro lado. Ray, piénsalo con calma.
La puerta se retuerce sobre sus goznes de acero y el hormigón de su marco comienza a dibujar grietas que se extienden con cada golpe. No hay tiempo para dudas.
¿Cuál es el número que falta para completar la clave? A continuación, tienes 4 opciones:
Opción 1: Es el 87. Pincha aquí
Opción 2: Es el 69. Pincha aquí
Opción 3: Es el 23. Pincha aquí
Opción 4: Es el 93. Pincha aquí