Howard Carter¿A quién no le gustan los relatos de momias vengativas? La expedición de Carter, fue una de las más interesantes para la literatura y la industria del cine

Si no fuese por el doodle de anteayer, ni me habría dado cuenta, bueno, ni yo, ni nadie, seguramente. El nueve de mayo fue el cumpleaños de Howard Carter, un arqueólogo y egiptólogo inglés famoso por descubrir la tumba del Rey Tut.

Los trabajos de Howard Carter repercutieron notablemente en la literatura pulp, tanto de su época como en tiempos venideros, donde no son pocos los autores que reconocen abiertamente dicha influencia, algunos tan conocidos como Arthur Conan Doyle, y otros no tanto, como James Rollins, por ejemplo, y, como no, muchos otros de la era dorada pulp, como E. Hoffmann Price.

Sin embargo, puede que lo que hizo verdaderamente famoso a Carter no fuese el descubrimiento en sí, un hecho fehaciente, sino la maldición que le acompañó durante el resto de su vida: La maldición del Faraón. Una maldición que seguro conoces perfectamente, porque resulta muy difícil no haber visto alguna película de las muchas versiones que se han realizado.

Todo comenzó en el año 1922, cuando Howard Carter se encontraba explorando el Valle de Los Reyes en compañía de su amigo George Herbert (Lord Carnavon, quinto conde de Carnavon), quien financiaba la expedición. Al fin, después de quince años de búsqueda, abrieron la tumba del Rey Tutankamón, la tumba más espectacular encontrada hasta la fecha, y ahora conocida como KV62.

Carter estaba emocionado, y tal como le fue posible observó el interior a través de un pequeño orificio, y cuando Lord Carnavon le preguntó si podía ver algo, Carter respondió con una frase que pasaría a la historia: “Yes, wonderful things”. Sin embargo, pronto esas cosas maravillosas dejaron de serlo.

En aquella sala había una tabilla de arcilla, y en ella, uno de los colegas de Carter logró descifrar el siguiente mensaje: Death will slay with his wings whoever disturbs the peace of the pharaoh (Las alas de la muerte acabarán con aquellos que osen perturbar la paz del faraón). Un mensaje de advertencia que apenas perturbó en modo alguno a los expedicionarios, al fin y al cabo eran científicos, arqueólogos, y su mentalidad del siglo XX no estaba como para dejarse influir por maldiciones estúpidas. La tumba rápidamente fue saqueada, bueno, es decir, se recogió todo lo que había que recoger, sin respeto alguno por los muertos. Incluso se dice que la momia del Rey Tut fue sacada al sol, lo que hizo que se deteriorase muy rápidamente.

Según la leyenda, Lord Carnavon murió meses más tarde, en El Cairo, mientras se afeitaba. Fue entonces cuando se cortó en una picadura de mosquito, y justo en el momento de su muerte, mientras agonizaba en una habitación del Hotel Continental, su amado perro, a miles de kilómetros, comenzó a aullar, hasta que, simultáneamente también murió, momento en el que todas las luces de la Ciudad de El Cairo se apagaron sin motivo. Había comenzado la maldición… ¿la maldición, o la leyenda?

Todos los integrantes de la expedición de Carter fueron muriendo uno tras otro, y todos en circunstancias extrañas. La maldición estaba haciendo estragos, y Carter no podía hacer otra cosa más que observar con tristeza e impotencia como sus colegas caían como moscas. Incluso su querida mascota, un canario, terminó sus días en las fauces de una cobra hambrienta.

Los periódicos no hicieron otra cosa más que acrecentar la leyenda, y los escritores pulp de la época, utilizarla para dar forma a sus aventuras. Cabe destacar entre otros a E. Hoffmann Price (1898-1988), uno de los escritores más aclamados de la era dorada pulp, y al contrario de lo que era la tónica habitual, un ser muy sociable, cercano, y con muchos amigos. Aunque una de las características de este empedernido aventurero era su demostrada promiscuidad literaria, y que únicamente escribía por diversión, este soldado de la Caballería de los Estados Unidos —llegó a participar activamente en la Primera Guerra Mundial—, era también todo un fanático de la egiptología. Muchos de sus cuentos, genuinamente pulp, están ambientados en ese Egipto de Howard Carter —Momias a la Carta, publicada en Trilling Mystery, 1940—, donde no solo tenían lugar las peripecias de aventureros estilo Rick O´Connell —La Momia, The Mummy, Stepehn Sommers, 1999), sino que también le dedicaba sus esfuerzos a los detalles técnicos, tales como la momificación o el embalsamamiento, los cuales solía explicar minuciosamente.

Los expedicionarios que acompañaron a Carter, iban muriendo, los escritores pulp, alimentando sus fantasías, y las revistas de la época, haciendo caja, mientras, el pobre de Carter, terminó sus días atormentado, aguardando una muerte que no llegaba, y que tan solo le sobrevino por vejez. Murió 16 años después de abrir la tumba del Rey Tut. Tenía 65 años.

Maldición Rey Tut

Pero… ¿Qué había de cierto en la maldición de El Rey Tut? ¡Veámoslo!

1. Hay que tener en cuenta que el sensacionalismo de los periódicos en los años 20 era poco menos que una religión que la gente seguía a pies juntillas. Y los periódicos, conscientes del filón que tenían entre manos, supieron aprovecharlo. Tanto la anécdota del canario, como el apagón de las luces de El Cario, son datos que solo constan en la prensa.

2. Lord Carnarvon era un hombre frágil y de salud extremadamente penosa. Se dice que murió de una erisipela provocada por la picadura de un mosquito mientras se afeitaba, resultando en septicemia y neumonía. Morir se murió, pero los aditamentos con los que se escribió la historia eran necesarios para alimentar la maldición.

3. Decir que el propósito de la maldición era dejar vivo a Carter para que sufriese por la muerte de sus compañeros, no es más que un razonamiento a posteriori, una vez que se produce el hecho, y no necesariamente cierto.

4. Volvemos a la pulp fiction de los periódicos en los años 20: ¿Hubo de verdad alguna maldición escrita? Lo cierto es que existen muchas versiones acerca del texto que había grabado en la tablilla, pero ni el propio Carter lo recogió en sus documentos, ni tampoco existe tal cosa en ninguna colección o museo, al menos en lo que se refiere específicamente al Rey Tut. ¿Tan poderosa era la Pulp Fiction de los años 20?

Dejando a un lado la leyenda y sus historietas pulp, encontramos las explicaciones de Dr. Caroline Stenger-Phillip, quien propuso en el año 1986 una teoría acerca de los vapores o esporas contenidos en las cámaras selladas, donde permanecía en descomposición la materia orgánica que acompañaba a la momia (frutas, vegetales, etc), y este aire infecto podría causar terribles alergias. Se les conoce como “Tomb Toxins”, y entre otros, se han identificado unsa cositas tan preciosas como los hongos Aspergillus niger y el Aspergillus flavus, o las bacterias Pseudomonas and Staphylococcus. Todo un detalle para nuestra salud Ah, y todo ello mezclado con los productos típicos que solían usarse para embalsamar (sulfuro de hidrógeno, formaldehído, amoníaco). Ésta podría ser una buena explicación para las muertes que se produjeron, sin embargo no lo es tanto. Dichas muertes no fueron inmediatas, sino que tardaron meses, e incluso años en producirse.

Desbaratar la posible maldición de El Rey Tut, argumentado que las muertes se produjeron a casusa de los efluvios tóxicos concentrados en el interior de la tumba, es para muchos científicos y arqueólogos una forma interesante de hacerlo, pero bastante discutible. National Geographic ha realizado algunos estudios al respecto, y ha determinado que dichas toxinas no son peligrosas. La mayoría de egiptólogos que trabajaran en esos escenarios nunca han tenido el más mínimo problema. F. DeWolfe Miller, profesor de epidemiología de la universidad de Hawai, dijo: “Dadas las condiciones sanitarias de la época, y de Egipto en particular, Lord Carnarvon probablemente estaría más seguro dentro de la tumba, que fuera”

Con todo, en año 2002 el British Medical Journal publicó un estudio estadístico para determinar si las expectativas de vida de los occidentales implicados en la maldición pudiesen arrojar algún indicio de que éstas se habían visto alteradas. El estudio fue realizado por Mark Nelson de la Universidad Monash, en Australia. Las conclusiones fueron las que siguen: "There was no significant association between exposure to the mummy's curse and survival and thus no evidence to support the existence of a mummy's curse." Es decir, todos los expedicionarios que acompañaron a Carter, se murieron porque tenían que morirse, y lo hicieron cuando les llegó su hora. La maldición, una buena manera de vender revistas pulp a porrillo.

Fuentes: Skeptoid; National Geographic