Ya hemos escrito algunas líneas sobre las producciones de la Hammer y la Amicus: Amicus Productions, y en lo que se refiere a las películas de relatos, igualmente hemos mencionado ya unas cuantas. Ayer noche decidí desempolvar la hemeroteca y le tocó turno a todo un clásico de la Amicus, “Cuentos de Ultratumba, 1973”, y ése es el motivo de esta entrada. Para ser sincero, y a pesar de todo lo que significa, este tipo de películas, y en concreto la que ahora destacamos, pienso que no han envejecido demasiado bien. Para los que ya tenemos unos años y nos hemos criado con dos canales de televisión en blanco y negro, seguramente tengamos la paciencia necesaria, no solo para verlas, sino también para disfrutarlas. En cambio, dudo mucho que cualquier joven de hoy en día sea capaz de aguantar un ritmo tan pausado y una estética tan acartonada, por mucho magnetismo que pueda tener nuestro querido Peter Cushing.
Aquí tenemos la típica película que todo buen aficionado al género, de una forma o de otra, está obligado a verla. Da igual si el amigo de turno ya te ha comentado que no es más que una simple mierda pinchada en un palo; tú tienes que verla…, y esto es precisamente lo que yo acabo de hacer… ¡verla! ¿Y Bien…? ¡Pues un churro, pero entretenida de principio a fin! Me encantan las películas de invasiones alienígenas, y acostumbrado a todo tipo de films de serie b, y amante de las historietas pulp más inverosímiles, pues al menos ésta destaca sobre cualquier otra por sus efectos especiales, aunque dicho sea de paso, lo cierto es que también me esperaba más, mucho más. En ese aspecto creo que está bastante por debajo de otro estreno reciente, SkyLine, aunque sí ésta era algo más espectacular, también tengo que decir que me resulto mucho más soporífera.
Llevaba tiempo tratando de recordar el título de esta película -Three... Extremes-, algo que me resultaba imposible. La vi hace años, antes de tener la web, y sé que en su momento me había impactado bastante, pero también es cierto que pronto cayó en algún lugar perdido de mi memoria. Sin embargo, ayer mismo la encontré en una conocida página de descargas —¡ooops…!—, y de inmediato afloraron algunas imágenes que me han llevado a escribir esta entrada. Tan solo dejo la reseña, para que no caiga en el olvido. Nada más que eso.
Por norma suele darme bastante pereza comentar aquellas películas que no me han gustado, pero en este caso haré una excepción —más que nada porque reconozco que no estuve muy receptivo el día que la vi, y creo que en cierto modo sí merece la pena—. La caseta del terror (Freakshow) es una película de relatos típica y, como es habitual, tenemos un hilo conductor que en sí mismo también es un relato. La particularidad viene dada por la situación, pues el punto de partida para las distintas historias que nos cuenta se halla en una carpa de feria. Este tipo de espectáculos ambulantes constituyen un género propio, y por lo que se ve a los americanos les encanta. A mí la verdad no me hace mucha gracia, pero la cantidad de películas que existen al respecto es ingente. Tenemos desde clásicos como el slasher de Tobe Hooper La casa de los horrores, 1981, hasta la extraña e interesante El caserón de los sueños (2000), y sin olvidarnos, claro está, de la más reciente El circo de los extraños (2010); todas ellas abordan el mismo tema, pero desde diferentes puntos de vista.
Richard Matheson, conocido principalmente por ser el autor de la novela corta “Soy Leyenda” —la cual ha sido llevada al cine en varias ocasiones; la última versión interpretada por Will Smith, y antes que él, primero Vicent Price y después Charlton Heston—, cuenta en su haber con una amplísima colección de relatos, la gran mayoría tan atractivos como inquietantes, donde la fantasía y el terror van de la mano.
Elvira, la dama de las tinieblas (1988), es una de las comedias de terror más conocida de los años ochenta —bendita década—, aunque de terror, nada de nada. Lo que aquí tenemos es una comedia en toda regla, con un argumento quizás un tanto infantil, pero que, en cierto modo, contrasta de forma efectiva con la exuberancia de su protagonista, y con toda la pila de chascarrillos que colecciona; algunos con muy mala leche, por ejemplo: “…sería tan inútil como regalarle un espejo a un leproso”; o “…, estás tan salida que reventarías a un toro mecánico”.
Las cosas como son, el escote de Elvira es sin duda alguna el único protagonista de esta película. No sé cuántos primeros planos tenemos a lo largo de todo el metraje, pero seguramente este dato habrá batido algún record. Y, lo más increíble, es que a pesar de lo mucho que se bambolea, en ningún momento —para nuestra desgracia—, veremos ni un solo milímetro más allá de lo permitido. Diría que ese dichoso trocito de tela negra está pegado con loctite, directamente a la piel, porque es casi imposible que no se le salga una u otra de esas preciosas tetas, al más puro estilo Sabrina Salerno, con su «Boys, Boys, Boys», un año antes, en aquel memorable Fin de Año de la TVE (1987)
La versión cinematográfica de Jonah Hex -un personaje de cómic-, tenía todos los ingredientes necesarios para convertirse en una buena película de estilo pulposo, aunque la verdad, a vista del resultado, creo que más bien podría tildarse de pulgosa.
No esperaba nada bueno de ella, pero viendo las puntuaciones que le otorgaron los usuarios, según otras webs, pensé que podría sorprenderme, pero anoche la vi, y nada de nada. En resumidas cuentas, da la impresión de ser algo así como la disparatada Wild Wild West (1999), de Will Smith, pero mucho menos imaginativa.
Las historietas publicadas por DC Comics no las conozco, nunca he tenido la oportunidad de leerlas, pero en lo que se refiere a la película, nos encontramos con una trama demasiado lineal y atiborrada de tópicos; incluso creo que ni siquiera está bien contada.