Buceando por la red me he encontrado un artículo más que interesante acerca de Robert E. Howard y sus relatos de ficción detectivesca. Se trata de un artículo original firmado por Dierk Guenther para la web rehtwogunraconteur.com bajo el título: «Gumshoes, Gats and Gals: Robert E. Howard’s Detective and Crime Stories». Pues bien, en las líneas que siguen os ofrecemos la traducción del mismo en primicia; una traducción original, personal y autorizada, y que esperamos sea de vuestro agrado (perdonadme los fallos, no soy un experto traductor y hago lo que puedo). Un artículo que nos explica las dificultades personales de Robert E. Howard para escribir relatos detectivescos («crime stories»), así como su desafección por ellos, llegando a ser sumamente crítico consigo mismo.
Que el «Pulp Art» es una seña de identidad inequívoca, es algo que ya todos nosotros sabemos; sin embargo, que este tipo de literatura se hubiese convertido en una droga de masas, tiene su razón de ser en ciertos detalles que a veces nos pasan desapercibidos, no como las portadas, que saltan a la vista. Uno de estos detalles es el formato de las publicaciones, el cual siempre se ajustaba a un patrón básico. Es decir, todas las revistas o novelas pulp, independientemente de la editorial que las publicaba, siempre tenían el mismo tamaño y la misma extensión. Un formato constante y con limitadas variaciones a lo largo de los últimos cien años, donde quizás, el cambio más destacable lo encontramos a principios de los años cuarenta, momento en el que irrumpió con fuerza un nuevo formato, el digest; y la revista Ellery Queen's Mystery Magazine tuvo el honor de inaugurarlo, y además con un éxito inesperado.
Las aventuras pulp para hombres dieron sus primeros pasos en revistas como Argosy, a finales del siglo XIX, hasta prodigarse de una forma u otra en toda publicación pulp que se precie. Sin embargo, su espacio natural fue quedando relegado, poco a poco, a revistas que se vendían muchas veces bajo mostrador, como eran las conocidas Girlie Pulp, o Spicy Adventure; «las revistas picantes». Curiosamente, fue tras el ocaso de la industria pulp a finales de los años cuarenta, principios de los cincuenta (suele tomarse como fecha de referencia la quiebra de American News Company en 1957, principal distribuidor), cuando se consolidó el género como tal, el de aventuras para hombres, bajo el epígrafe de nuevo cuño «Men’s Adventure»; un género dentro de la literatura pulp como cualquier otro, y que no se corresponde con ningún nombre de revista en particular, pero que dio lugar a una oleada de nuevas publicaciones. Algunas de las revistas más populares fueron, entre otras: Man’s Life; Action for Men; Stag; Rage For Men; o Man’s Story. Todas estas revistas tuvieron su época dorada en los años cincuenta y sesenta, siendo consideradas como las últimas publicaciones genuinamente pulp.
Las barbas del pirata, fuesen rojas o negras, siempre estuvieron bien pobladas de aventuras y romanticismo. Piratas, corsarios, bucaneros o filibusteros, sus hazañas, rebeldía y bravura, dieron lugar a todo tipo de fabulaciones. Dueños y señores de los siete mares, su calavera de tibias cruzadas, y la quilla de sus buques, siempre presente, dio alas a la imaginación de grandes escritores pulp, desde «Kidd, el pirata», de Washington Irving, publicado en 1824 y del que se dice que, quizás, sea el primer relato de piratas de la literatura norteamericana, y preludio de los pulps, pasando por «El pirata (The pirate)», novela del escritor Walter Scott, también de principios del siglo XIX, así como otras de capital importancia, como son la obra de uno de los autores más influyentes sobre Lovecraft, como es William Hope Hodgson y su novela de terror «Los piratas fantasma (The Ghost Pirates)», publicada en 1909, junto con las célebres aventuras de Sandokan, por Emilio Salgari, a principios del siglo XX, hasta llegar a autores como el propio Robert E Howard, quien también probó suerte con el género, véase uno de sus personajes, Cormac Mac Art, un pirata irlandés al mando de una tripulación vikinga, para terminar con la que, sin duda alguna, es la novela de piratas más representativa de todas: La Isla del Tesoro, por Robert Louis Stevenson (1883). Sin embargo, ¿todas las publicaciones de piratas llegaron a buen puerto?
Saludos, amigos del Pulp, y bienvenidos otra vez a la sección más oriental de la web. Lamento mi ausencia desde hace algún tiempo, debido principalmente a la falta del mismo, aunque ganas no me han faltado. De nuevo, como corresponsal en China de Relatospulp.com, regreso con nuevos artículos sobre la historia del gigante asiático, pero en esta ocasión voy a hablar de algo sobre lo que me ha costado mucho indagar por estas tierras lejanas: El Pulp en China. Y de hecho, de lo que voy a hablar no es propiamente de literatura, sino de una mezcla entre literatura y cómic: El Lianhuanhua.
Hay gente que convierte su obsesión en un arte, y otros, justo lo contrario. No sé qué clase de persona era Peter Driben, ni sé de ninguna anécdota biográfica destacable que nos ayude a comprender la naturaleza del artista, pero lo que sí sé, es que en lo suyo, Peter Driben, junto con Alberto Vargas o Gil Elvgren, era uno de los mejores; o incluso el mejor, tal y como se afirma en muchas webs. Lo cierto es que, ante un arte tan visual y atractivo como el que este dibujante desarrolló, supongo que poco importan sus experiencias personales, aunque lo cierto es que a mí sí me producen curiosidad. Las chicas traviesas «naughty girls» de Peter Driben, o «pin-ups», como popularmente se conocen, causaron sensación en los años cuarenta y cincuenta, y no había ni una sola snappy, spicy, o girlie pulp magazine de prestigio, que no luciese orgullosa las obras del autor; portadas que eran habituales en revistas como Beauty Parade, Eyeful, Titter, Wink, Whisper o Flirt, entre otras.
William d'Alton Mann (1839-1920), soldado americano, hombre de negocios y editor, fundó, entre otras, las revistas literarias Town Topics en 1891, The Smart Set en 1900 y Transatlantic Tales en 1905, cuyo título, erróneamente —esto le ha ocurrido a un servidor—, puede hacernos pensar que se trataba de una revista pulp dedicada a relatos e historias extravagantes, de lujo, crimen y pasión, o quizás, de fantasmas a bordo, o encuentros en la tercera fase, contextualizadas en vetustos trasatlánticos de vapor cruzando el océano, pero no, nada de eso; si ésta es la imagen que te evoca el título, te has equivocado. Transatlantic Tales es una revista de relatos traducidos provenientes de Europa, en su mayoría de autores franceses, alemanes y, en menor medida, también españoles.