Colección de relatos clásicos y relatos enviados por usuarios para su publicación
Como toda historia que se precie, debe existir un protagonista. Y puesto que el héroe de esta aventura que os voy a contar soy yo, que mejor que sea un servidor quien os la narre. Mi nombre es Billy, Billy Jones, y lo que vais a leer a continuación no son más que los hechos que en verdad ocurrieron hace mucho tiempo, tal y como sucedieron en realidad y sin exagerarlos ni un ápice. Corre a vuestro cargo el creer o no en esta historia, aunque su veracidad no pueda ser comprobada debido tanto al paso del tiempo como al pacto de silencio que se estableció una vez terminaron las catastróficas desdichas que os voy a relatar y de las que, al igual que otros muchos, fui testigo. Yo al menos estoy vivo para poder recordar esta serie de incidentes, pero desgraciadamente muchos no tuvieron la misma suerte. Así pues, permaneced atentos y en silencio, y sed pacientes conmigo mientras desgrano en mi memoria los viejos recuerdos hasta que encajen como piezas de un puzle terrible y fantástico. Sed bienvenidos a…
Las ciclópeas y enigmáticas nebulosas se esparcen por los confines del abismo infinito, y a lo lejos, el gran Arcturus refulge con fuerza renovada. Las rebautizadas constelaciones de Gadhär y Masshûl dan luz al vasto vacío que se abre ante la astronave Kadak-XI, la primera misión tripulada a Luna Saturni. La inclinación es de 0,348 54 grados, y hemos de aproximarnos teniendo en cuenta su órbita, cuyo periodo es de 15,94542.
A través de la mirilla del Springfield 1903 que temblaba entre mis manos el mundo parecía encogerse en un solo punto. El viento acariciaba ligeramente las hojas lisas y amarillentas del campo de amapolas, meciendo suavemente las flores de un lado a otro. Unas gotas de sudor frío resbalaron por mi frente arrugada mientras mis dedos comenzaban a presionar con sutileza el gatillo del viejo fusil de cerrojo. Cerré el ojo izquierdo para visionar mejor al blanco lejano, un oficial del ejército alemán montado en un Krupp Protze que circulaba lentamente junto al resto del convoy. Pronto la comitiva enemiga alcanzaría el otro lado de una suave colina y la oportunidad se perdería para siempre.
A quien no le guste alejarse demasiado tiempo de la lógica que gobierna parte de su cabeza, puede que este extraño caso ocurrido hace más de un siglo, y del que solo ahora se tiene prueba de lo sucedido, no le llame a la atención en un principio; quizás, por tratarse de algo que se conoce como «found footage» o metraje encontrado. Hablamos de una forma de registrar imágenes y contar historias sumamente ingeniosa, sobre todo por su forma de simular la realidad, pero que, con el tiempo, terminó por aburrir al público perdiendo su credibilidad para siempre; tal como la perdió el viajero y fotógrafo de origen británico, John Lehman Barker, frente a un pequeño jurado de EE.UU en 1903, tras asegurar que el pueblo de la localidad de Providence, en el que se encontraba de paso, cargaba con una terrible maldición.
Si el fulgor de mil soles
Fueran a reventar a la vez en el cielo
Sería como el esplendor de los poderosos
Estoy convertido en la Muerte
Destructor de los Mundos.
Bhagavad-Gita sobre Shiva
Tinker corría por los túneles como si le persiguiera el mismísimo diablo. Apenas si había tenido tiempo de vestirse después de que aquel Vigilante Nocturno le despertase. Algo iba mal en la Gran Sala Central. La vida de toda la comunidad dependía de que todo allí funcionara a la perfección, y él era el encargado de que así ocurriera día y noche.
Fuentes miró hacia el cielo, a través de los cristales oscuros de sus gafas de sol. Nunca las gastaba antes de la primavera, pero aquél era un día de excepciones. Se las había puesto antes de salir de casa, de forma precipitada, al darse cuenta de que tenía los ojos húmedos. Fuentes no lloraba desde hacía años, muchos, ni siquiera cuando días atrás la policía le llamó para comunicarle el accidente. Ahora, delante de la familia, los amigos, los clientes y los empleados de confianza no quería que le vieran de una forma distinta a la que tenían por costumbre: un duro hombre de negocios que no se dejaba arredrar por nada ni nadie.